5/09/2024

La sanción a Google no quedará en una colleja

Puede darse por descontado que la sentencia dictada en el caso US vs. Google será de digestión lenta. Inició la investigación la administración Trump en 2020 y la de Joe Biden la remitió a los tribunales en 2023; quien les suceda tendrá que gestionar – no antes de 2026 – los correctivos aplicables una vez concluido el ciclo de apelaciones (a menos que se alcance un acuerdo extrajudicial que hoy no está en ninguna agenda). El juez Amit Mehta ha preferido bifurcar el procedimiento, separando su veredicto de la sanción que pudiera recaer, pero de inmediato la conversación pública se ha centrado en esos “remedios” posibles, de los que podría depender una profunda  reconfiguración del mercado.

Sundar Pichai

Ha de tenerse en cuenta que Google, al dominar las búsquedas (gratuitas para el usuario a la vez que soporte financiero de su modelo de negocio) se ha erigido de hecho como el portero de Internet. Además, esta segunda fase del litigio serviría de referencia para lo que ocurra con otros casos afines que el departamento de Justicia ha iniciado contra Apple, Amazon y Meta, cuya tramitación continúa en los tribunales.

La clave de la sentencia está en los acuerdos firmados por Google con Apple, Samsung y otras marcas según los cuales estas preinstalan su buscador a cambio de una cantidad que, en total, rondaría los 30.000 millones de dólares anuales. Sostiene el juez Mehta que, sin esos acuerdos llamados coste de adquisición de tráfico, Google podría perder hasta un 65% de sus ingresos publicitarios que le dan imagen de intocable (hasta ahora). Como contrapartida, se ahorraría una millonada, pero es incierto cuánto de ese tráfico sacrificaría y, sobre todo, cuánto conservaría de su capacidad de arbitrar los precios de la publicidad digital.

Oficiosamente, el departamento de Justicia ha dejado trascender que tal solución no le parecería suficiente y que la mejor forma de restablecer la competencia sería forzar la desinversión de Google en su navegador Chrome o en su sistema operativo Android. Los números indican que segregar estos negocios para venderlos o sacarlos a bolsa, sería un cataclismo para Google y su propietario el holding Alphabet, presididos ambos por Sundar Pichai.

Una analogía posible es el proceso federal de 1998 contra Microsoft por abuso de dominio en el mercado del software para PC, originado en pactos por los que los fabricantes preinstalaban su sistema operativo Windows con el navegador Explorer embebido. Aquel caso se zanjó mediante un trato por el que desde una pantalla inicial de Windows se daría a los usuarios la posibilidad de elegir entre varios navegadores disponibles. Así se hizo y de aquel antecedente procede el liderazgo actual del navegador Chrome sobre Edge, de Microsoft.

Google (el buscador) representa algo más del 90% de las búsquedas en todo el mundo y el 88% en Estados Unidos [Bing el 4% y el 7% respectivamente]. Para afianzar su hegemonía, Google ha acudido al rescate de Yahoo, subcontratándole búsquedas y subvenciona a Firefox como muestra de buena voluntad a bajo precio.

Es fácil imaginar el impacto negativo que una fragmentación de Google (la empresa) tendría sobre su negocio publicitario, sobre el que recae el soportar otros negocios e iniciativas no rentables: espera sentencia una denuncia paralela acerca del control que ejerce la compañía sobre la tecnología de distribución de anuncios.

No está claro que castigar a Google acabe facilitando la pluralidad de buscadores. Aunque podría despejar un porcentaje de cuota en favor de Bing, minoritario – entre otras razones – porque Microsoft no tiene un sistema operativo para móviles ni le dejarían vincular ambos como sí hace Google. En cuanto a Apple, una vez privada de los 18.000 millones que recibe anualmente – podría desarrollar su propio buscador. Recursos no le faltan, pero podría tropezar en la misma piedra: el empaquetamiento con su sistema operativo IOS sería objetado por el regulador estadounidense, que sería rápidamente imitado. La última variante es muy propia de los tiempos: ¿será la inteligencia artificial una alternativa a la tecnología convencional de búsqueda? Otra historia.


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