Un powerpoint de página única, aterrizado “anónimamente” en el Despacho Oval, ha reabierto otro capítulo en la controversia acerca de la adjudicación por el Pentágono de un contrato de servicios cloud por valor de 10.000 millones de dólares, conocido por la sigla JEDI (Joint Enterprise Defense Infrastructure). La decisión final, que debía anunciarse el 23 de agosto, ha sido pospuesta por orden de Donald Trump, quien ha pasado la papeleta a su nuevo secretario de Defensa, Mark Esper, nada más tomar posesión del cargo. Con toda seguridad, el desenlace no será feliz ni podría serlo. Una reconstrucción del drama ayudará a entender los hechos y a presentar a los actores (y alguna actriz).
La página susodicha ha sido extraída de un documento inequívocamente titulado “A Conspiracy to Create a Ten Year DoD Cloud Monopoly”. De su autoría se responsabiliza el consultor Kenneth Glueck, quien se ocupa de las relaciones públicas de Oracle en Washington D.C. En principio, es sólo el resumen visual de la argumentación en que se basa la empresa para defender su derecho a ser tenida en cuenta en un concurso del que se considera excluida injustamente. Glueck niega ser el autor de la filtración, pero admite que distribuyó el documento entre periodistas y congresistas, así que… alguien se lo pasó a Trump.
Según la narrativa compartida al menos por una docena de legisladores republicanos – entre ellos Marco Rubio, senador – el proyecto fue concebido desde el inicio para dar preferencia a AWS. Apunta a dos ex secretarios de Defensa – Ashton Carter (último de Obama) y James Mattis (primero de Trump) – que cuando ocupaban el cargo se reunieron con Jeff Bezos, sugiriendo implícitamente que un proyecto de 10.000 millones no podía quedar fuera de esas conversaciones.
Sin tener más elementos fácticos era difícil atacar a Mattis, quien dimitió por discrepancias con Trump [en estos días promueve su libro, demoledor con el presidente]. De modo que Oracle se agenció documentación que demostraría la existencia de una ´puerta giratoria` entre Amazon y el Pentágono: personas que habían jugado algún rol en la tramitación del expediente de JEDI fueron fichadas por la empresa, en un caso mediante la argucia de comprar una startup inactiva. Asimismo, AWS figura como cliente destacado de la consultoría de comunicación creada por Sally Donnelly tras dejar su puesto como asesora de Mattis.
Cosillas como estas han contaminado un proceso que vale mucho dinero. Los involucrados, es normal, niegan cualquier irregularidad; por su lado, el DoD responde que si Oracle ha quedado fuera de concurso ha sido por no cumplir con los requisitos competitivos. Finalmente, la vía judicial se ha agotado para Oracle al ser desestimado su recurso ante un tribunal federal.
Así, un conflicto de intereses adquirió un inusual perfil político. Safra Catz, co-CEO de Oracle, es conspicua simpatizante de Donald Trump y visitante asidua de la Casa Blanca. También es público que la campaña del senador Marco Rubio en 2016 recibió donaciones millonarias de Larry Ellison, chairman de Oracle. Todo esto sin mencionar la fobia de Trump hacia Jeff Bezos, quien además de fundador de Amazon posee a título personal el Washington Post.
La idea de que los militares tengan a su disposición una nube “maestra” de naturaleza comercial se plantea durante la presidencia de Barack Obama, pero no se materializa hasta el otoño de 2017, ya con Trump en la Casa Blanca. Y si el adjetivo ´comercial` adquiere relevancia es porque todo se basa en la premisa de que el Pentágono se considera rezagado frente a la empresa privada en lo que concierne a su adopción del cloud computing.
Este desfase empezó a cambiar en mayo de 2018, con la designación de Dana Deasy, procedente de JPMorgan Chase, como CIO del departamento de Defensa. Deasy se ganó el puesto con un mensaje renovado: “en el campo de batalla tendrá ventaja operativo quien disponga de la mejor información que pueda ser analizada en el plazo más breve para tomar una decisión”.
En consecuencia, JEDI ha sido diseñado como pieza central de los plantes del DoD. Expone el documento que “se tratará de una nube construida y operada bajo criterios que son corrientes en el mundo empresarial, y con la capacidad de soportar la información táctica y los datos clasificados que sean necesarios para garantizar la eficacia de nuestras operaciones”.
En la práctica, el catálogo de servicios cloud del DoD relaciona la existencia de más de 500 ´nubes` especializadas y separadas, a las que el proyecto JEDI debería servir de paraguas para racionalizar su número y reducir el coste operativo, así como mejorar decisivamente su protección frente a posibles ciberataques. “Necesitamos asistencia externa para aprender a implementar una nube empresarial”, dijo Deasy al anunciar la puesta en marcha del concurso.
Este año, el Pentágono tiene presupuestado un total de 38.000 millones de dólares en iniciativas tecnológicas, de los que se estima que unos 6.500 millones se dedicarán a proyectos cloud, capítulo que ha experimentado un incremento del 30%, según un análisis de Jefferies Group.
Advierte Deasy en un prolijo memorando que cualquier demora en la implementación de JEDI tendrá efecto negativo sobre las capacidades estratégicas de Estados Unidos. En la misma línea se ha expresado el general Jack Shanahan, responsable de otro órgano de Defensa, el Joint Artificial Intelligence Center: “no podríamos llevar a buen término nuestros proyectos de inteligencia artificial al margen de una solución cloud que coordine la totalidad de los esfuerzos del departamento”.
A priori, JEDI es un contrato por diez años, pero el DoD ha aclarado que se reserva la opción de cancelarlo al segundo año tras evaluar sus primeros resultados.
Cuatro de los cinco grandes proveedores de servicios cloud de infraestructura (AWS, Microsoft, Google e IBM) fueron invitados a concursar; no así el quinto, Alibaba, por razones obvias. De los cuatro, Google declinó participar debido a la polémica interna sobre la relación de la empresa con proyectos de naturaleza militar. Oracle quedó descartada por defecto. La lista se contrajo a sólo dos candidatos (AWS y Microsoft), gesto que IBM, beneficiaria habitual de contratos del Pentágono, objetó sólo con la boca pequeña. Se dijo oficialmente que habría un adjudicatario único, condición que sembró la sospecha de que favorecería a la filial de Amazon.
Obviamente, ganar el concurso cementaría el estatus de AWS como proveedor del gobierno federal, con el que hasta ahora tiene operaciones dispersas. Una de las razones por las que Bezos decidió instalar una segunda sede de Amazon en Crystal City (Virginia) es la cercanía al Pentágono.
La política de contratista único ha sido justificada por la obligada cohesión en materia de seguridad. El argumento ha sido criticado por quienes ven en JEDI un precedente para otros órganos federales. “En los próximos diez años, la administración tiene previsto invertir masivamente en proyectos cloud, lo que aconseja disponer cuanto antes de herramientas y procesos transversales entre distintos suministradores”, postula un documento de la IT Alliance for Public Sector, entidad a la que pertenece la flor y nata del sector.
En las últimas semanas se ha abierto camino la idea de que, tras el escándalo que ha obligado a una revisión del dossier, el secretario Esper tendría difícil adjudicar los 10.000 millones exclusivamente a AWS, por lo que podría dar una tajada a Microsoft. Tendría a mano un argumento: son las dos únicas compañías que han merecido la certificación de Nivel 6, el más alto en seguridad.
Aun siendo JEDI el más controvertido, no es el único gran contrato cloud del Pentágono este año. Acaba de despejarse la incógnita sobre otro proyecto cloud, DEOS (Defense Enterprise Office Solutions), destinado a “reemplazar los servicios legacy dispares de voz, vídeo, colaboración, email, gestión de contenidos y suite de productividad”. Está previsto para 3,1 millones de empleados y combatientes. Una vez se conozca la resolución, el contrato por 8.200 millones de dólares se ha repartido entre una filial de General Dynamics y un partner habitual en los negocios de Dell con el gobierno federal. Por su parte, Microsoft no ha conseguido el premio gordo para Azure, pero puede darse por contenta ya que Office 365 será la suite de productividad que desplegarán los contratistas.