La foto de un afluente del río Colorado conocido como Sapphire Rapids viene a valer como metáfora de la complicada situación que atraviesa Intel. Acaba de presentar en sociedad, con sensible demora, la familia de procesadores que lleva oficiosamente ese nombre dentro de la dinastía Xeon. Es el primer producto de la reorganización emprendida por Pat Gelsinger con el fin de restaurar el liderazgo perdido en el mercado de chips para servidores. “Hubiéramos querido tenerlo antes, pero finalmente podemos decir que sus cualidades lo diferencian de cualquier competidor. Hemos perdido cuota, pero esperamos vender un millón de unidades para mediados de año”, dijo el CEO de Intel el día de la presentación.
Una de las primeras medidas de Gelsinger en 2021 fue la infusión de la IA en el antiguo Data Center Group, que él mismo inició antes de marcharse a EMC y luego a VMware. El nuevo DCAI absorbió el negocio de sistemas programables FPGA, nacido de la adquisición de Altera en 2015.
Fue ese mismo año cuando empezó a hablarse internamente de Sapphire Rapids: un grupo de ingenieros del Data Center Group proponía adoptar otro concepto modular en el diseño de los futuros procesadores. En vez de poner más transistores en un trozo de silicio de tamaño similar, aprovechando el hecho de que ocupaban menos espacio – al ser más denso el chip – intentaron diseñar varios módulos más pequeños y unirlos entre sí. Lo que ya hacía AMD, por cierto. Es significativo que ciertas partes del procesador de Intel estaban (y están) fabricadas para Intel por TSMC y otras por GlobalFoundries, proveedor y antigua filial de AMD, respectivamente.
Los ingenieros de Intel concibieron un diseño formado por cuatro chips, cada uno de ellos con hasta 15 núcleos , que procesaban información para tareas rutinarias o de propósito general, a los que se podrían añadir otros bloques para tareas más complejas. El diseño funcionaba, pero la comunicación entre los distintos elementos planteaba una complejidad disuasoria, como ha recordado Shlomit Weis, integrante del equipo en una conversación con el New York Times.
Después de resolver numerosos problemas y errores, en diciembre de 2019 se logró disponer de un diseño funcional y a comienzos de 2020 el equipo recibió las primeras muestras. El proceso de validación se alargaría más de lo previsto y en ese preciso momento se interpuso el coronavirus.
Surgieron más problemas y con cada uno había que fabricar nuevos diseños funcionales, proceso que normalmente tarda un mes. De manera que la fecha de inicio de la producción a escala se iba postergando. En junio de 2021 se anunció que Sapphire Rapids no aparecería hasta 2022.
En aquel momento, Gelsinger ya se había incorporado a su antiguo empleador y, ahora como CEO, procedió a la reorganización que entre otras cosas dio forma al DCAI. Al frente del proyecto, designó a una veterana de la compañía, Sandra Rivera con el rango de VP y Directora General del DCAI. En su historial destaca el papel jugado por ella – con Lisa Spelman, ahora responsable de Xeon – en el desarrollo del negocio de redes. “Necesitamos una persona con capacidad para resolver rápidamente los problemas”, la alabó un Gelsinger con motivos suficientes para desesperarse con la sucesión de postergaciones.
Conviene recordar que, tras ser nombrado CEO, Gelsinger hizo saber que serían necesarios cinco años para poner la casa en orden, un calendario que hace poco ha tenido que recordar a los impacientes. Lo que no podía entrar en sus cálculos era que, además de los problemas tecnológicos, tropezaría con un deterioro de la demanda desde el verano de 2022.
Así las cosas, el 10 de enero pasado, pudo respirar tranquilo cuando Rivera y Spelman anunciaron a su lado la disponibilidad de Sapphire Rapids, oficialmente designado 4tth Gen Xeon Scalable, en un acto retransmitido online.
Presentar una nueva familia de procesadores no resuelve automáticamente los problemas. Días después, al comunicar los resultados del cuarto trimestre de 2022, esta premisa se pondría en evidencia:
Las ventas cayeron un 27,3% hasta 4.300 millones de dólares – menos de un tercio de la facturación total – y los beneficios operativos de 1.690 a 371 millones. El analista Aaron Rakers, de Wells Fargo, comentó que AMD puede ser considerada como ´el nuevo incumbente` de este segmento del mercado.
La prensa especializada subraya que los nuevos Xeon Sapphire Rapids traen una mejora significativa con respecto a los Xeon Ice Lake que debutaron en abril de 2021. Se fabrican con un proceso mejorado SuperFIN de 10 nanómetros, que la compañía denomina Intel 7. La duda que se plantean los comentaristas es si la mejora será suficiente para poner al día la tecnología de Intel en la camada de chips para servidores, los Granite Rapids, también postergada.
Los portavoces de Intel aseguran que se trata de la plataforma de servidores con mayores posibilidades en la historia de la compañía. Como corolario queda claro que Intel necesita imperiosamente que esta microarquitectura – que por primera vez integra acelerador en el procesador – funcione de manera ejemplar y pueda exportarse a otros procesadores de gama más baja. No se puede permitir más retrasos y errores de diseño o de otro modo poco le serviría que dentro de un par de años largos entrara en producción a gran escala la inmensa factoría que está construyendo en Ohio con una inversión de 20.000 millones de dólares, oportunamente subvencionada.
[informe de Lluis Alonso]