Cuesta creer que fuera simple coincidencia. El mismo día en que Microsoft iniciaba el rodaje público de Windows 8, con el que marca una distancia con respecto a Intel, este fabricante de chips anuncira su nueva cooperación con Google para que un procesador de su familia Atom pueda equipar, a partir del año que viene, móviles basados en Android. Ocurrió en sendas conferencias de desarrolladores: Build, en Anaheim (Los Angeles), e IDF en el Moscone Center de San Francisco. Que nadie espere un divorcio del matrimonio que ha dado en llamarse Wintel, pero un poco de promiscuidad será bueno para el mercado a la vez que refrescante para los miembros de la pareja establecida.
En la primera jornada del Intel Developer Forum 2011, Paul Otellini, CEO de Intel, actuó como anfitrión de Andy Rubin, VP de Google y responsable de las operaciones de Android. Lo destacado del episodio es que compartieron escenario, no lo poco que dijeron [asombra que directivos de este nivel empleen un léxico estandarizado, propio de las notas de prensa: innovation, exciting, user experience, opportunity, choice y, cómo no, ecosystem]. Otellini confirmó algo ya conocido: que Intel trabaja para superar su ausencia en los procesadores para dispositivos móviles. Pero añadió que ya existe un “diseño de referencia” para un smartphone basado en Medfield (de la dinastía Atom), que funciona sobre Android 3.2. Rubin estaba allí presente para respaldar la iniciativa de Intel con su promesa de que Android será plenamente compatible con la arquitectura x86. “Realmente, no tenían nada nuevo que anunciar”, se impacienta Ken Dulaney, analista de Gartner.
Claro que había algo nuevo, Ken, aunque no en el escenario. Tras décadas de sólida y fructífera hegemonía, Microsoft e Intel experimentan una imperiosa necesidad de otros socios, para hacer frente a competidores que les han ido comido terreno, a cada uno en lo suyo. Microsoft ha llegado a la convicción de que, para hacer frente a Apple y Android, es oportuno que las futuras tabletas Windows 8 (y eventualmente los Windows Phone del mismo numeral) lleven procesadores de arquitectura ARM. A Intel le pasa algo parecido, solo que en otra dirección: le va muy bien una pareja que, viniendo de la plataforma ARM, avale sus progresos en el objetivo de un chip de bajo consumo de energía, clave para que los fabricantes de smartphones – que, salvo alguna excepción, no son los mismos que los de PC – adopten opcionalmente su arquitectura x86, algo de lo que no están convencidos.
Hoy resulta de buen tono decir que todo obedece al advenimiento de la era post-PC, pero es recomendable no adormecerse con el eslogan: la demanda de PC será fuerte durante años, aunque es verdad que los dispositivos móviles y el cloud computing mermarán su crecimiento; en consecuencia, Wintel no va a romperse, aunque sí ha entrado en una fase en la que las aventuras extraconyugales son permisibles.
A primera vista, Intel y Google formarían una extraña pareja, en parte porque la primera luce mayor y chapada a la antigua, aunque bien se sabe que en la vida real estas uniones adquieren sentido. Intel quiere rejuvenecer [insistir en el discurso de la ley de Moore ya no emociona] y Google necesita madurar, abandonar ciertos hábitos juveniles. Para construir las futuras versiones de Android, la cooperación con Intel podría aportarle valiosas experiencias que mejoren sus desarrollos sobre ARM. No es menos cierto que Intel podría llegar a ser una alternativa real a partir del momento en que su tecnología de fabricación consiga la densidad de 22 nanometros y avance a la siguiente casilla, los 14 nanometros.
Con toda probabilidad, Google es consciente de su debilidad en el campo del software: el desarrollo de sucesivas versiones de Android ha puesto de manifiesto un exceso de confianza que luego ha exigido esfuerzos adicionales; por tanto, Intel resultaría un buen compañero de viaje, en su calidad de compañía de software. En el seno de Intel trabajan miles de ingenieros que a lo largo de los años han acumulado conocimientos sobre sistemas operativos (no sólo Windows, por cierto). Si Google aspira a llevar más lejos sus ambiciones, la desastrosa experiencia de Chromebooks demuestra que, según para qué cosas, la juventud no es una ventaja.
Al caminar de la mano de Intel, Google podría ganar tiempo para competir con Microsoft (y con Apple) en unos años venideros de aceleración de los servicios cloud. Por otro lado, en teoría, la arquitectura ARM y algunos fabricantes adheridos – Qualcomm, Nvidia, TI -quizá podrían llegar a ser capaces de grandes prestaciones, que hoy sólo Intel puede ofrecer.
Este ha sido el más atractivo de los asuntos que se expusieron en el IDF 2011 de la semana pasada, por lo que este blog dedicará espacio en próximos días a analizar otros puntos del temario.
[información adicional de Mario Kotler, desde San Francisco]