Sin decirlo con rotundidad, procurando siempre dejar puertas abiertas, los operadores de telecomunicaciones están convencidos de que Google es y será su más tenaz enemigo, con el que no obstante hay que hablar cada día. La semana pasada, en el encuentro del sector en Santander, algún directivo se complacía (en privado) en apuntar las dificultades que vive la compañía californiana con su proyecto de despliegue de fibra en áreas urbanas de Estados Unidos: «para aguantar en este negocio, además de tener dinero, hay que ser del oficio». Cuenta el Wall Street Journal que a Google Fiber le ha llegado la hora de los recortes, ordenados por el CEO del holding Alphabet, Larry Page.
La plantilla del proyecto – un millar de personas – se reducirá a la mitad, vista la imposibilidad de alcanzar el objetivo de 5 millones de abonados. Desde 2010, Google se ha embarcado en un ambicioso plan para ofrecer a los habitantes de ciudades estadounidenses la posibilidad de acceder a Internet a velocidades 100 veces superiores a las posibles en las redes convencionales, y en abril de 2015 pasó a comercializarlo como Proyecto Fi. En el momento del lanzamiento, se dijo que el objetivo de 5 millones podría cumplirse en cinco años. No se conocen oficialmente los resultados, pero la bien informada Jessica Lessin ha desvelado en su blog que a finales de 2014, el número de conexiones contratadas era de 200.000. No parece que, a este ritmo, la meta sea realista.
Sobre el papel, Google Fiber era una gran idea para una empresa a la que no le faltan recursos para iniciar casi cualquier proyecto que encaje en el mesianismo de sus fundadores. Pero incluso las grandes ideas pueden tropezar, y así lo ha constatado Ruth Porat, cuando Page la fichó como CFO de Alphabet, holding creado para poner disciplina financiera tras años de voluntarismo. Otras iniciativas de Google – algunas con impacto mediático – se han desactivado, pero el de la fibra se va a relanzar con un formato diferente y, probablemente, menos ambición.
Según consta en la documentación publicada, las inversiones en este proyecto fueron de 280 millones de dólares en el primer trimestre del año, sin dar más detalles. Se sabe que los resultados de Google Fiber se consolidan en un cajón de sastre llamado Other Bets, junto con otras aventuras no rentables – como el famoso termostato Nest, culpable de pérdidas cuantiosas con un total de 185 millones de ingresos y de 802 millones de pérdidas operativas durante el mismo período. Se dirá que son cifras marginales para un coloso como Alphabet, pero esto no las salva del severo control de Porat.
El problema de fondo es que tender fibra es una tarea engorrosa, y en un país donde las redes de las telecos coexisten y compiten con las de los grandes conglomerados de cable, no es fácil cuadrar las cuentas. De hecho, el gigante AT&T ha desacelerado su propio plan tras desplegar fibra en 20 áreas metropolitanas, y Verizon reconoce que los 10.000 millones de dólares invertidos en su red FIOS sólo le han bastado para dar conexiones físicas al 12% de su cobertura urbana de telefonía fija. Ambas creen que hay tecnologías inalámbricas, como las ondas milimétricas, que ayudarían a reducir la carga de la inversión.
La fibra es un negocio intensivo en capital, por supuesto. Pero el primer problema de Google ha sido otro, la inexperiencia de sus equipos técnicos. Escribe Jessica que Google ha minusvalorado las dificultades de su despliegue, a la vez que exageraba la confianza en que el público estaría ansioso por contratar un servicio alternativo avalado por su marca.
En la práctica, el llamado Proyecto Fi equivaldría a plantear un modelo peculiar de operador virtual, que necesariamente ha de asociarse a la red de otro operador que le facilite cobertura suficiente. Desde sus inicios comerciales, el Proyecto Fi se ha apoyado en las redes de dos operadores de segunda fila, Sprint y T-Mobile [AT&T y Verizon rechazaron negociar con Google] para ofrecer a sus usuarios cobertura celular y de wifi en áreas urbanas de las costas Este y Oeste. Recientemente, ha añadido otro operador, de alcance regional, US Cellular, para prestar servicio en poblaciones del Medio Oeste.
Al parecer, otro obstáculo sería el precio [20 dólares por mes y 10 dólares adicionales por giga de datos], que aun siendo marginalmente más barato que las tarifas individuales de los grandes operadores, deja de serlo si se compara con los planes familiares, la fórmula más corriente de contrato en Estados Unidos. También ha pesado la decisión de restringir la oferta a usuarios de smartphones Nexus 5X y 6P, exclusivos de Google, un rasgo que tiene su explicación técnica pero no deja de ser una limitación.
En su momento, los entusiastas que nunca faltan dijeron que la entrada de Google en este negocio tendría el mérito de bajar la barrera de entrada para los nuevos competidores de menor talla, y hasta podría amenazar la hegemonía de los grandes operadores. La experiencia ha demostrado que esta ´disrupcion` no se ha producido, y que entre los problemas de los ´incumbentes` Google les preocupa sólo relativamente.
En lugar de seguir las mismas reglas que los demás para construir su infraestructura, Google ha creído que bastaría desembarcar en una ciudad para que las autoridades le dieran facilidades para conectar su fibra a las torres de los operadores. Esta actitud ha sido causa de muchos conflictos, ha ralentizado el despliegue y, en consecuencia, ha frustrado la captación de clientes.
No obstante, una petición de Google ante la comisión federal reguladora FCC sugiere que prepara una nueva estrategia para progresar en la última milla: acercar su red a los hogares mediante banda ancha inalámbrica. Se pide a la FCC autorización para usar «transmisores experimentales» en 20 ciudades durante los próximos dos años. Según Google, los experimentos tienen por objeto «introducir tecnologías de radio avanzadas, asociadas con las frecuencias de banda ciudadana (3,5 GHz) sin interferir con las operaciones de los incumbentes».
No es ajena a esta intención de Google la compra de Webpass, pequeña empresa que actúa como proveedor de Internet de alta velocidad en áreas residenciales: opera una red de fibra combinada con otra de pequeñas antenas montadas en cubiertas de edificios, como repetidoras de la señal para que llegue a otros cercanos. Podría decirse que se trata de una red ´punto-a-punto-a- punto` inalámbridas para servir con menos despliegue de fibra a comunidades residenciales. Casualmente, o no, la tecnología de Webpass emplea la banda de 3,5 GHz, menos saturada.
Hay en todo este asunto una segunda derivada, que podría tener alguna repercusión europea: ¿tiene Google intenciones de convertirse en operador virtual en Europa? Aunque no tiene respuesta, la pregunta es pertinente tras el acuerdo firmado con el grupo Hutchinson para que este [conocido en España por la fallida adquisición de la filial británica de Telefónica] suministre conectividad a los clientes del proyecto Fi cuando se desplazan a Europa. Previsiblemente, la información es escueta, pero ha despertado suspicacia por si el acuerdo pudiera servir de plataforma para que, en un futuro impreciso, Google quisiera extender sus servicios a usuarios de una variante europea del Proyecto Fi, aunque supeditada al uso de sus propios smartphones.
Hutchinson anunció el año pasado su servicio Hue, que se define como mobile virtual network enabler (MVNE) o sea un facilitador de cobertura internacional de datos a clientes de terceros, a los que ofrece un punto único de contacto en distintas geografías. De entrada, Hue soporta una red operada por Hutchinson en doce países (desde Reino Unido e Italia hasta Vietnam e Indonesia). Según sus directivos, la empresa estaría dispuesta a llegar a acuerdos con proveedores de conectividad local en cualquier otro país.
La incorporación del proyecto Fi a esta galaxia no tiene por qué ir más allá de una oferta de itinerancia para sus clientes estadounidenses, que no son muchos. De manera que, a menos que haya nuevos movimientos, los operadores europeos pueden dormir tranquilos. Con la luz encendida.