Que Google está reestructurando la casa, no es novedad. Para eso mismo sus fundadores tomaron dos decisiones clave: crear un holding por buen nombre Alphabet y promover a Sundar Pichai al cargo de CEO de Google. Mientras los analistas esperan la segregación de algunos negocios – con YouTube como primer candidato – la impronta de Pichai se nota en una primicia que tiene todos los visos de ser cierta: la fusión de Chrome OS y Android en un único sistema operativo. Según ha revelado el Wall Street Journal, la fusión de plataformas se haría efectiva el año entrante, pero cuanto más tarde en concretarse más confusión creará en la industria. A los usuarios, a decir verdad, no parece inquietarles.
En la presentación de resultados del tercer trimestre, Pichai – que antes de fraile fue cocinero, como responsable de ambos sistemas operativos – ya avanzó que el móvil como paradigma de computación acabará absorbiendo la idea que se tiene de un ordenador. Daba así una pista del trabajo de un equipo de ingenieros que lleva dos años proyectando la fusión. En Google I/O de 2014 se anunció que Chrome OS podría ejecutar aplicaciones de Android, en el de este año hubo nuevas conjeturas. Parece que por fin, en la próxima edición – mayo de 2016 – se presentará una versión beta de la plataforma unificada.
Los caminos de ambos sistemas operativos se han ido acercando poco a poco, aunque las diferencias son notables. Para empezar, una de alcance: Android tiene unos 1.400 millones de usuarios y según IDC en el segundo trimestre acumulaba el 82,2% de cuota en el mercado de smartphones. Con esats cifras, es lógico que atraiga a una masa de desarrolladores fieles, mientras que el apoyo a Chrome OS no es ni de lejos comparable: apenas el 3% del mercado de PC, y esto gracias a una buena posición en el sector educativo de Estados Unidos. Android, por otro lado, no sólo domina el mercado de smartphones sino que ha sido elegido por Google para wearables, televisores y hasta para coches. En la reciente presentación de sus nuevos Nexus 5X (fabricado por LG) y Nexus 6P (Huawei) ya se pudo ver una suerte de portátil híbrido, Pixel C, que funciona con Android.
Una cosa es acercarlos y otra fusionarlos. Aunque ambos están basados en el kernel de Linux, han sido diseñados con criterios muy diferentes. Chocan en cuestiones elementales, como que Android no permite mostrar dos aplicaciones al mismo tiempo en la pantalla, un fastidio para los usuarios habituados a la versatilidad de un ordenador. El encargado de salvar este y otros escollos es Hiroshi Lockheimer, VP de ingeniería de sistemas operativos.
Lockheimer es un tipo singular. Trabajó con Andy Rubin en el diseño de Sidekick, el primer móvil pensado para la web, y cuando Rubin fundó la compañía Android, pronto comprada por Google, su antiguo jefe lo rescató de Microsoft para diseñar la primera versión del sistema operativo que debía responder con urgencia a la aparición del primer iPhone en 2007. Y allí sigue Lockheimer: se le considera el inspirador de Material Design, guía para desarrolladores con la que se pretende marcar los pasos de la diferenciación aceptable sobre el patrón básico. Aquel eslogan Be together, not the same, acuñado en 2014, ilustra el interés de evitar que la fragmentación de Android pueda derivar en fractura.
En principio, parece lógico que en la mezcla de cualidades prevalezcan las de Android. Pero Chrome OS tiene una ventaja, la seguridad, que es un punto flaco del primero por mor de su fragmentación y de sus periódicas actualizaciones. La versión más reciente, Marshmallow, ha mejorado mucho en este aspecto, y se espera un gran salto con la siguiente, enigmática llamada N, pero es opinión generalizada en la industria que Android no está preparado por funcionar en ordenadores. Este ha sido un motivo por el que algunos fabricantes (rebotados con Microsoft, todo hay que decirlo) comercializan portátiles Chromebook con moderado entusiasmo.
El futuro sistema operativo único, llámese como se llame, haría bien en adoptar el procedimiento de actualización de Chrome OS, pero la escala que ha cogido Android deja claro que será el cuerpo dominante en el que se insertará un corazón trasplantado de Chrome OS. Esta frase de Pichai es suficientemente clara: «los móviles nos dan oportunidades únicas para entender mejor a nuestros usuarios».
Cualquiera sea la proporción de uno y otro pariente, la futura plataforma unificada tendría un gran potencial para atraer hacia los portátiles un buen número de usuarios, siempre que Google consiga hacer con una tajada suficiente del pastel. Para esto, tendrá que convencer a algunos fabricantes de smartphones que no compiten en el mercado de PC –varias marcas de PC ya trabajan con Chrome OS.
La resistencia de Google a admitir la veracidad de la noticia de Wall Street Journal tiene un sentido: no desamparar a los fabricantes de Chromebook, que tienen inventarios, ni desalentar a los usuarios no gastar en una plataforma de la que se diga que está moribunda. Se trata, pues, de salvar Chromebook, o al menos de salvar las apariencias. Lockheimer tuvo el viernes pasado la ocurrencia de tuitear: There’s a ton of momentum for Chromebooks and we are very committed to Chrome OS. I just bought two for my kids for schoolwork!.
Es un mensaje tranquilizador: Chrome OS continuará, al menos de momento, pero no evolucionará, salvo hacia la unificación con Android. Una extraña hipótesis menciona la posibilidad de mantener tres plataformas a la vez: las actuales más una mixta, hasta ver cuál triunfa. De hecho, eso fue lo que ocurrió hace años, cuando Google propuso dos caminos: uno móvil basado en aplicaciones, y otro en el que el navegador ocupa el centro. De aquellos polvos, estos lodos.
Una parecida filosofía de unificación de plataformas está siendo impulsada por Microsoft con Windows 10 y su planteamiento de aplicaciones universales (PC, tabletas, smartphones). La interfaz de usuario cambia en función de si los comandos se ejecutan con un ratón y un teclado o con el dedo. Es pronto para saber si será un argumento que atraiga compradores de los nuevos smartphones Lumia, punto clave de la iniciativa de Microsoft.
En la otra acera, Apple sigue fiel a su derrotero de no mezclar iOS con Mac OSX. Lo ha dicho con claridad Tim Cook al responder a una pregunta sobre la eventual integración, comparando un frigorífico con una tostadora [una metáfora poco feliz, por cierto].
[informe de Pablo G. Bejarano]