Uno de los programas informáticos más populares en todo el mundo, nada menos que Word, es la causa de una singular peripecia judicial que ha llegado hasta el mismísimo Tribunal Supremo de Estados Unidos. Enfrenta a Microsoft, que ha perdido en las instancias previas, y una pequeña compañía canadiense, i4i, titular de una patente cuya validez hace al fondo de la cuestión. La sentencia, que se dictará en junio, no tendrá efectos prácticos – Word ha sido modificado en 2009 como consecuencia de un fallo anterior – pero se discute un principio jurídico que, potencialmente, podría forzar un cambio profundo del controvertido sistema de patentes que ha estado en vigor durante décadas.
Para comprobar que el asunto no es una abstracción jurídica, no hay más que ver el grupo de empresas personadas como amicus curiae en apoyo de la posición de Microsoft: Apple, Cisco, Google y SAP, entre otros adversarios en muchos campos pero que comparten con aquella el interés en la reforma del sistema. La otra parte, i4i cuenta con el soporte de la industria farmacéutica (sus principales clientes) y del departamento de Justicia.
El remoto origen del litigio es una patente registrada por i4i en 1994, que describe “un método o sistema para manipular la arquitectura y contenido de un documento separándolo de otro”. Esencialmente, el procedimiento supone `deconstruir´ un documento con independencia de su estructura nativa, algo que XML hizo posteriormente. Y no hubiera pasado nada si no fuera porque, en 2007, i4i denunció a Microsoft por violación de su propiedad intelectual en ciertas funciones de Word.
En primera instancia, Microsoft argumentó que se trataba de una tecnología conocida, no de una invención patentable, y esgrimió como prueba el hecho de que i4i vendía un producto con esa función desde un año antes de registrar la patente. Microsoft fue condenada al pago de 290 millones de dólares y a dejar de comercializar Word 2007. En apelación, se suspendió esta segunda parte de la sentencia, en atención al caos que hubiera provocado en el mercado, tesis sostenida por HP y Dell, entre otros fabriantes de PC. Seis meses después, Word quedó despojado de la tecnología reivindicada por i4i.
Lo que ahora discute el Supremo es la revisión del criterio por el cual puede ser invalidada una patente. Bajo la práctica actual, el acusado de infracción deberá presentar “una evidencia clara y convincente” de que la patente es inválida, pero Microsoft y sus aliados sostienen que ese requisito debe ser rebajado al nivel de “preponderancia de la evidencia”. La sutileza del lenguaje escapa a los legos en derecho, pero en síntesis significa que, si el Supremo diera la razón a Microsoft, en adelante sería más fácil desafiar la validez de una patente oportunista.
La importancia de lo que decida el Supremo se proyectará sobre la discusión que ha iniciado el Congreso para modificar la ley vigente, que data de 1952 y, por tanto, necesita una actualización a la luz de los tiempos. En las sesiones de contradicción entre las partes, quedó definido el fondo de la cuestión: la ley debería equilibrar los incentivos a la innovación en el interés de que nadie pueda bloquear el uso del conocimiento previo. ¿Qué es peor para la economía: no proteger una invención que lo merece, o proteger una que no lo merece?. El juez Stephen Breyer expresó admirablemente la disyuntiva” se nos pide que diseñemos un instrumento para separar las ovejas de las cabras”