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Con frecuencia, en mis conversaciones con directivos españoles del sector, aparece un lamento discreto: sus jefes en los cuarteles generales – incluso en las centrales europeas, que deberían conocer mejor la situación – se resisten a aceptar que el mercado español está como está, y esa incomprensión enrarece la definición de objetivos y presupuestos. No daré nombres, por supuesto, pero puedo asegurar que no ha sido una fuente ni dos ni tres. No es que las multinacionales carezcan de informes económicos solventes, pero algo tendrá que ver el hecho de que la crisis actual desmiente muchas ideas establecidas, y no puede ser analizada con fórmulas sacadas del librillo de las escuelas de negocios, donde la ciencia económica ha sido poco a poco marginada en favor de las técnicas de gestión y marketing.
Esta es la inspiración inicial de mi post de hoy, con el que procuro satisfacer el reclamo de algunos lectores, que después de casi dos años de publicación del blog, decían echar en falta esa contextualización.
Pero no por ello puedo dejar de señalar que la noticia del día es el anuncio de que Apple pagará a sus accionistas el primer dividendo desde 1995, una decisión que traza una divisoria sutil, por la que Tim Cook se desmarca de una filosofía heredada de Steve Jobs. Claro está que una tesorería de 100.000 millones de dólares desafía cualquier convicción “filosófica”. Y quizá no sea el único cambio que se puede esperar.
Los problemas de privacidad en el uso de los móviles han ganado presencia en las noticias. Apple, Twitter, Facebook y Google han sido los sospechosos de apropiación de datos personales, aprovechando la ingenuidad de sus usuarios. No es algo nuevo, pero van en aumento, y no parece haber solución a la vista. Por una razón: cualquier cortapisa a esas prácticas sería lesiva para el modelo de negocio imperante, y ya se sabe que todo modelo de negocio nuevo tiene, por el solo hecho de ser nuevo, la bendición de ciertos “creadores de opinión”.
GSMA, asociación que representa a la industria de la telefonía móvil, ha presentado unas directrices acerca de cómo dar a los usuarios garantías de transparencia y control sobre cómo se usan sus datos dentro de las aplicaciones. El documento propone medidas de protección que deberían integrarse por defecto en los procesos de desarrollo de aplicaciones y su distribución. Los grandes operadores han firmado, o van a firmar, pero será difícil que lo hagan los otros actores de la película.
Mark Little, analista de Ovum, cree que Apple, Google y Microsoft no van a instrumentar esa política en sus tiendas de aplicaciones, a menos que alguna autoridad les obligue. Explica Little que, se confiese o no, el negocio de las aplicaciones está montado en función de otro negocio, la publicidad. “Por razones de imagen, aceptarán aquello que se plantee como protección a los niños, pero resistirán todo lo que signifique una restricción a la recogida de información para luego usarla con fines publicitarios”. Por su lado, los desarrolladores saben que salvo contadas excepciones, su única posibilidad de rentabilizar sus creaciones es participar de esa recaudación, administrada por los dueños de las app stores.
No han pasado muchos meses desde que los CEO de Intel, Sony y Logitech compartieron escenario para respaldar la iniciativa de una plataforma llamada Google TV. Aquella audacia acabó en un fiasco fenomenal, y el actor principal, Google, aún sigue rumiando cómo podría entrar en un negocio en el que tampoco Apple puede presumir de éxito. ¿Por qué entonces Intel sale a decir que lleva meses desarrollando lo que podría llegar a ser un servicio de TV distribuido por Internet? ¿Por qué ahora?
Se han escrito textos sarcásticos al respecto: si no ha conseguido hacer pie con sus chips en los smartphones – se dice – un experimento como el que ahora plantea estaría todavía más lejos de sus competencias. Hipótesis psicológica: Intel se la juega porque, simplemente, no puede aceptar que una nueva ola tecnológica, que tarde o temprano emergerá, se eleve dejándola al margen. Si de tecnología hablamos, el reproche es injusto, porque Intel tiene capacidad para ello, mucha. Pero si fuera cierto que Apple prepara el lanzamiento de un combo (¿iTV?) con televisor incluído, basado en chips diseñados por ARM, ahí puede estar la motivación de Intel, una especie de rabieta porque su tecnología habría sido desdeñada por la casa de la manzana.
Demasiado subjetivo para mi gusto. El problema fundamental no es la tecnología, sino los contenidos. Apple ha heredado de Steve Jobs las mejores relaciones que se puedan tener con los amos de Hollywood, y las hará valer en su proyecto http://www.norbertogallego.com/apple-se-cuela-en-el-salon-digital/2010/09/14/. Intel no tiene nada comparable, pero es posible que con su anuncio esté sugiriendo una alianza con los operadores de cable – con mucho peso en EEUU – que no pueden ver con buenos ojos las intenciones de Apple. Esto es todo lo que se sabe, e ir más lejos sería especular.
No imaginaba que mi comentario sobre un comentario mío acerca del comentario del dueño de Mercadona, Juan Roig, sobre la cultura china del esfuerzo suscitaría tantos… comentarios [no muchos, cinco o seis, esto no es Twitter]. Un buen amigo que tiempo atrás trabajó en España para una empresa china, me escribe para apostillar “con la autoridad de quien habla con conocimiento de causa, creo necesario replicar que hay empresas chinas tipo bazar, y empresas chinas que están a años luz por delante, incluso en las relaciones laborales y derechos de los trabajadores”.
Otro lector, que ahora trabaja en China para una empresa española, opina que poner como modelo a los bazares chinos en España es desafortunado: “la economía china, en China y fuera de China, no se basa en ese modelo sino en la asimilación rapidísima de métodos de gestión avanzados, y en la repatriación de estudiantes formados en Occidente. Lo que no quita que una arcaica explotación subsiste, y quiero creer que no es lo que propone el exitoso señor Roig”.
Tercer mensaje, este de un lector de California. “Lo que he leído es que la industria china sufre fases periódicas de escasez de mano de obra, y estaría muy cerca de alcanzar lo que llaman Lewisian Turning Point [por el economista Arthur Lewis], o punto de inflexión en el que el excedente de población rural deja de ser una reserva migratoria y, en consecuencia, los salarios urbanos aumentan velozmente” http://www.norbertogallego.com/ojos-que-no-ven-corazon-que-no-siente/2010/11/04/. Doy gracias a los lectores por su contribución.
En los días previos a la presentación de la tercera generación del iPad, surgió en ese magma llamado blogosfera un debate inesperado. Todos daban por seguro que la novedad se llamaría iPad 3, hasta que alguien soltó una primicia: el nombre comercial sería iPad HD (lógico: ¡con esa pantalla!). El día de la verdad, Tim Cook tardó casi una hora en desvelarla: simplemente dijo “el nuevo iPad”. Los mismos que daban tantas vueltas con el nombre improvisaron una explicación: el nombre genérico, sin numeral, implica un cambio más profundo que la sucesión de generaciones. Lo que no han sabido explicar es qué sería de su argumento si la siguiente generación se llamara iPad 4, por decir algo. O si, como insisten algunos analistas, acabará presentando una tableta más pequeña (¿iPad Mini, acaso?)
No es un asunto banal. El siguiente episodio vendrá cuando toque lanzar el siguiente iPhone (¿será el 5, finalmente?). Apple parece haber decidido que en ese mundo que denomina post-PC, sus productos recibirán el mismo tratamiento que los que participan del mundo del PC. Porque, veamos. Las oleadas de Mac se han sucedido sin necesidad de números que los identifiquen: MacBook Air, MacBook Pro, iMac y Mac Mini han evolucionado con los años, modificando su diseño y subiendo en prestaciones, ocupando cada uno su sitio sin molestarse unos a otros con series numéricas que confundirían al usuario. Decididamente, esta gente piensa en todo.Apple, iPad, iPhone
Esta introducción de hoy será breve y (sólo aparentemente) ajena al sector de las TI. Voy a reproducir parcialmente la columna de Ramon Aymerich en La Vanguardia, a propósito de unas declaraciones de Juan Roig, fundador y presidente de Mercadona, quien al presentar las muy buenas cuentas de su empresa hizo un inesperado elogio de “la cultura del esfuerzo de los bazares chinos”.
Escribe Ramon, mi amigo y sin embargo jefe: “la cita de Roig tiene su aquél. Se puede hablar de la austeridad y la tecnología alemanas. Del diseño y la pasta italiana. De la capacidad comercial de los holandeses o de la creatividad de los nórdicos. Pero nunca nadie había puesto como modelo las prácticas laborales de la diáspora china, de las maneras de hacer de un país que ahora llamamos emergente y que antes era pobre. Pensábamos que los chinos nunca iban a jugar en la primera división en que nosotros creíamos estar. Los chinos, pensábamos, no son referencia porque no lo precisan: su ventaja es el precio, el bajo precio, y por eso hacen horas y más horas. ¿Es en esa dirección hacia donde vamos? La referencia de Roig al esfuerzo de los chinos dice mucho de nuestro estado de ánimo colectivo, de la profundidad de la crisis en la que vivimos. Y del estado de desorientación en que nos encontramos”. ¿Algo que añadir?
Que Google es el buscador más utilizado en Internet, no es novedad. Hay diversos métodos para medir su penetración, pero todos la sitúan por encima del 60% como poco, en casi cualquier país del planeta. En EEUU, el prestigioso informe Pew Internet & American Life revelaba ayer que el 84% de los americanos que hacen búsquedas online prefieran Google [recordemos que en 2004 eran el 47%]. El 74% opinan que la información que obtienen es fiable y útil. Pero no todo es positivo en los hallazgos de la investigación, porque al 65% de los encuestados no le gusta que Google almacene sus datos personales y los procese para ajustar los resultados “a su medida” para luego, en la práctica, segmentar los mensajes publicitarios que ¡inocentes! preferirían no recibir. Sólo el 23% dice que no le importa.
Esta es la gran contradicción – no exclusiva de Google, desde luego – que Kristen Purcell, directora del estudio, pone de relieve: “una clara mayoría está encantada con la existencia de los buscadores, pero lamenta que invadan su intimidad”. Una parte de esa mayoría – se supone que mejor informados – teme que los cambios introducidos recientemente por Google en su algoritmo, bajo el pomposo nombre de “nueva política de privacidad”, sea en realidad una manera de limitar los resultados, al clasificarlos para que correspondan a sus intereses y preferencias, tal como las interpreta el robot a partir de sus historias personales de búsquedas. Tengo una anécdota personal al respecto: hace unos dos años, por razones circunstanciales, un día hice en Google una búsqueda sobre Pakistán; desde entonces, recibo periódicamente spam relacionado con asuntos paquistaníes, que no me conciernen. He de decir que mis amigos en la dirección de Google se han declarado muy sorprendidos.
Dicen que en Europa somos más sensibles que en Estados Unidos a la llamada “privacidad”. Puede ser. La encuesta de Pew Research no permite comparar, pero es un indicador de nuestra incomprensión de las desconcertantes tendencias que genera un Leviatán que llamamos Internet.
Francamente, el titular de ayer de El País (La era del pospecé se llama iPad) me ha parecido y exagerado, pero no disparatado: está en el ambiente la convicción de que los usuarios se decantan por una larga coexistencia entre las tabletas y una nueva generación de PC; el mercado suma, en lugar de restar. El informe de Gartner, también conocido ayer, pronostica que este año se venderán 368 millones de PC, un incremento del 4,4%, y en 2013 la cuenta subirá a 400 millones. Con estas cifras, se hace difícil validar la idea de la “muerte del PC”. La misma consultora estima que este año se venderán 103,5 millones de tabletas, que en 2015 serán 326 millones.
Ahora bien, está a la vista que los fabricantes de PC fueron pillados a contrapié por Apple, y que Microsoft tiene como gran asignatura pendiente la transformación de Windows en un sistema operativo capaz de competir con el iPad (y con las tabletas Android, que algo tienen que decir). En esas estábamos cuando reaparece Ray Ozzie, aquel al que Gates nombró sucesor como arquitecto de software de Microsoft, y con el que Steve Ballmer nunca llegó a congeniar. ¿Qué dice Ozzie, catorce meses después de abandonar la compañía? Leamos: “si Windows 8 consigue despertar la confianza de la gente en que realmente se trata de algo diferente, Microsoft tiene por delante un gran futuro”.
Pero esta frase no da para un titular de impacto, y entonces va un colega y escribe: “Ray Ozzie says the PC is dead”. No es eso lo que dijo, pero tiene gancho. Por cierto, ¿en qué aventura anda ahora Ozzie, que se hizo rico tras vender las dos compañías que fundó años atrás? Ha fundado otra, sobre cuya actividad ha sido parco; sólo ha dicho que su núcleo será la movilidad y las comunicaciones, y que su definición de movilidad incluye la Web y los sistemas cloud: “es apasionante explorar nuevos escenarios sobre cómo la gente se conectará entre sí”. Tampoco aclara mucho, pero desde luego no parece estar pensando en Windows.
Ya está. Apple presentó anoche su esperado iPad 3. Durante semanas, los idólatras han contribuído a elevar las expectativas, y ahora tocará que unos presuman de aciertos y otros justifiquen patinazos. Es lo que pasa por querer anticiparse a los hechos, y todo por captar audiencia. He seguido con atención el lanzamiento, que aporta un montón de importantes novedades – y también me he fijado en la nueva aproximación paso a paso al mercado de la televisión – pero he creído mejor dejar el asunto hasta la semana próxima, para apartarme provisionalmente del ruido. Espero que se entienda.
Difícilmente podría ser mayor el contraste entre el glamur de los productos de Apple y el tema de mi post de hoy. Sin embargo, la experiencia me dice que el mercado de almacenamiento es un campo de interés para gran parte de mis lectores habituales. Seguro que hoy habrá miles de blogs que se ocupen de los detalles del iPad 2, de modo que nadie echará en falta mi opinión. En cambio, la tecnología de almacenamiento es fértil para hablar de quién y cómo se hace la innovación en esta industria, y de quién y por qué hace adquisiciones. A cada uno su rollo,
Prometí cambiar de tema, y cumplo. La historia de las turbulentas relaciones entre Intel y AMD merecería un libro que, según creo, no se ha escrito. La brecha es tan ancha hoy como lo ha sido durante tres décadas, pero AMD está dando signos de su disposición a no empeñarse más de la cuenta en la inútil persecución de un rival doce veces mayor.
Está en el post de hoy; lo que no está es la última noticia: AMD ha decidido desprenderse de la participación que conservaba en GlobalFoundries, la empresa que segregó en 2009 para hacerse cargo de su actividad de fabricación. Del 34% que retuvo entonces, bajó al 14%, que ahora se ha quedado en nada. El 100% pasa a ser propiedad del emirato de Abu Dhabi, que a su vez busca otras alianzas industriales. La salida de AMD no será gratuita: desembolsará más de 400 millones de dólares para liquidar una intrincada trama de contratos pendientes, pero quedará libre de fabricar donde le plazca.
Al parecer, AMD no estaba satisfecha con el rendimiento de los chips de 32 nm producidos por GlobalFoundries en la que fuera su factoría de Dresden. Por consiguiente, pasará el contrato de producción de obleas de 28nm al mayor fabricante del mundo, la compañía taiwanesa TSMC. Imagino que no a todos los lectores les interesan estos asuntos; a mí me parecen un signo de los tiempos que corren.
La pasada ha sido una semana trascendental para Microsoft: presentaba y ponía en circulación una versión beta para consumo de su nuevo sistema operativo Windows 8, que cambia radicalmente el enfoque seguido durante décadas. Entre otras cosas, por la adopción de la arquitectura ARM, la consiguiente pluralidad de procesadores, y un interfaz que converge con el usado en Windows Phone. Un tránsito importante, que se ha escenificado con extraña discreción, casi de tapadillo, en un salón del hotel Cataluña Plaza, de Barcelona. Justo enfrente, en el recinto de la Fira, el stand de Microsoft en el pabellón 1, lucía desangelado, muy diferente al de otros años en la misma ubicación central.
Una interpretación plausible diría que Microsoft prefirió dejar el primer plano a Nokia, prácticamente el único adalid de Windows Phone, cuyo stand, aunque excéntrico, resultó ser uno de los más animados de la feria. Una cosa no quita la otra: Windows 8 está llamado a encarnar el ingreso (tardío, y por tanto esperado) de Microsoft al mercado de las tabletas, por lo que la ocasión merecía una presencia más activa en el MWC. Por no estar, no estuvo Steve Ballmer, que año tras año ha protagonizado este evento.
Esta suma de circunstancias ha suscitado comentarios acerca del alcance de la transición iniciada por Microsoft en un año crucial. Uno de esos comentarios reaviva los rumores acerca de la próxima retirada de Ballmer. Con todo mi recelo hacia los rumores – a menudo interesados y no pocas veces falsos – el hecho de que la prensa seria se hiciera eco me ha animado a pensar que convenía explorar su fundamento. Es el tema de mi post de hoy: está visto que no me será fácil desprenderme del síndrome post-MWC.
Ya se conocen las cuentas oficiales: el Mobile World Congress de este año ha recibido 67.000 visitantes, procedentes de 205 países, etcétera. Los números hablan solos, pero no todo está en ellos. En los próximos días y semanas, con la serenidad que me ha faltado en Barcelona, voy a repasar mis notas. Pero si hoy mismo alguien me preguntara cuál ha sido la impresión dominante, diría que dos confrontaciones dialécticas han reaparecido con tal agudeza que anuncia hostilidades en los próximos meses. Una, enfrenta a los operadores con los reguladores; otra, entre los operadores y los agentes over-the-top, en el que los reguladores, si llegara el caso, jugarán un papel arbitra l.
Vittorio Colao, CEO de Vodafone, fue el más duro verbalmente en los dos planos, trazando un vínculo entre la reforma – que él considera inaplazable – de la regulación vigente en Europa, y las decisiones de inversión que la industria tiene que tomar de inmediato para hacer frente a la explosión de tráfico originada, en buena medida, por el uso de sus infraestructuras por las OTT. En la misma línea se pronunció Franco Bernabé, CEO de Telecom Italia, a la sazón, portavoz de los operadores europeos. Obviamente, es una posición compartida.
Precisamente, en una entrevista con el CEO de France Télécom, Stéphane Richard – que publicaré en pocos días – el directivo francés fue especialmente contundente sobre ambos asuntos. Y para mostrar que no se trata de una obsesión europea, Sunil Mittal, chairman del grupo indio Bharti, que opera en varios países de África, reclamó un nuevo régimen, por el cual Google, YouTube y Facebook pagarían alguna forma de peaje por la sobrecarga a que someten a las redes o, de otro modo, la penalización recaería sobre los usuarios.
Esta polémica aparece en algunos momentos de la entrevista con Luis Miguel Gilpérez, presidente de Telefónica España, que publico hoy.
Ya he escrito aquí que el Mobile World Congress 2012 sería más un registro de tendencias que una feria de gadgets (que también, claro). Lamento repetirme, pero el anuncio, ayer en Barcelona, de un acuerdo entre Telefónica Digital y la Fundación Mozilla puede entenderse como reflejo de una tendencia subyacente. El acuerdo –que para tener perspectivas reales necesitaría otros operadores a bordo – contempla la creación de una nueva arquitectura de dispositivos móviles residente en la Web, que “habilitaría aplicaciones HTML5 con acceso absoluto a interfaces de programación de aplicaciones básicas de teléfono”.
Puesto en lenguaje llano, la frase implicaría rebajar una de las barreras de entrada que limitan la extensión hacia abajo de los smartphones. Sólo con dispositivos inteligentes pero baratos se puede atraer a esa mayoría de la población mundial que no tiene un smartphone ni cree necesitarlo. En la noticia creo entrever otra intención, concurrente con la anterior: impulsar resueltamente un tercer ´ecosistema´.
El duopolio que ejercen Apple y Google despierta más recelos que entusiasmo. Es normal la incomodidad de los operadores con Apple, atados como están por contratos que marcan un alto nivel de subvenciones. Pero varios fabricantes de primera línea que adhieren a Android no se recatan en reconocer su fastidio con el creciente control de Google. Para los operadores, el problema es diferente: quién factura las aplicaciones que descargan y usan sus clientes, y que contribuyen a saturar sus redes. La verdad es que distintas variantes de Linux no han cuajado en el mercado, y poca gente se dice convencida de que Windows Phone pueda consolidarse como alternativa (Nokia no se bastaría por sí sola) y así romper el duopolio.
Un buen amigo recordará, si me sigue leyendo, aquella anécdota que él mismo me contó «de buena fuente». Allá por 2008. Bill Gates, de paso por España, visitó en La Moncloa a José Luis Rodríguez Zapatero. A los pocos días, metido en campaña electoral, el entonces presidente del gobierno presumía en un acto en Extremadura: “el otro día estuve con Bill Gates, vosotros ya sabéis quien es; pues Bill Gates me dijo que está muy bien lo que hacéis aquí los extremeños, que usáis Linux en las escuelas”. Vamos a dejarlo en que fue un error de traducción.
Pues bien, la semana pasada, nuevamente de paso por España, el empresario retirado y filántropo en activo no visitó esta vez La Moncloa, pero concedió una entrevista a El País en la que soltó esta perla: “¿por qué no han bajado los sueldos en España?”. Como mínimo, algún asesor debería haberle susurrado que sí, que han bajado. Y que seguirán bajando.
Las preguntas son previsibles: ¿vas a estar en el Mobile World Congress?, ¿qué pasará este año?, ¿qué móviles verás? Suelo responder que el evento de Barcelona no es una feria de móviles, o no es sólo una feria de móviles. Y, sin embargo, habrá destacadas novedades que darán la pauta de un mercado para el que aparentemente (sólo aparentemente) no hay crisis. Ausente Apple por definición, ¿qué hará Samsung? No anunciará el sucesor de su gran éxito, Galaxy SII pero sí otros modelos, y pondrá énfasis en su estrategia de contenidos Media Hub. Esta discreción debería dar relevancia a sus rivales HTC y LG. Del taiwanés – que viene de un decepcionante cuarto trimestre – se sabe que va a cambiar radicalmente su catálogo, incluido un smartphone con procesador Tegra de cuatro núcleos. El otro coreano ha sido más explícito: quiere elevar el tiro, y sus emblemas serán el Optimus 4X HD, también de cuatro núcleos, y el nuevo Max 3D.
De Nokia, que vuelve a los pabellones de la Fira tras dos años de exilio, se espera una versión europea del Lumia 900, y otro modelo no tan caro, que supuestamente se llamará 610, además del mentado Asha para los mercados emergentes. Los dos fabricantes chinos mantienen un pulso aparte: ZTE ha cogido la delantera a Huawei en el mercado, por lo que ambos se empeñarán en demostrar que compiten en la gama alta.
Volviendo a la pregunta inicial, los móviles son sólo una parte – no sé si la más importante – del evento anual de la industria. En el MWC se pondrán de manifiesto tendencias tecnológicas y económicas, que trataré de reflejar en este blog a partir del post del lunes.
Aunque algunos titulares hacen creer otra cosa, Google no es todavía propietaria de Motorola Mobility. La operación ha sido aprobada por Estados Unidos y la Comisión Europea, y falta que den su luz verde China, Taiwan e Israel. Pero la sombra de Google es inocultable en la interminable guerra de patentes, porque esta es uno de los motivos de la compra: controlar un lote de 17.000 patentes. El comisario europeo Joaquín Almunia, a cargo de Competencia, ha advertido que la Comisión seguirá vigilando que el comprador no haga uso abusivo de las patentes estratégicas que adquiere.
Este es el punto en el que se apoyan sendas demandas contra Motorola Mobility – y por elevación contra Google – presentadas en Bruselas por Microsoft y Apple. La primera es la más sustanciosa: la acusa de romper con la práctica de licenciar patentes de su propiedad en términos que la industria conoce por la sigla FRAND (fair, reasonable and nondiscriminatory). Según Microsoft, la demandada pretende 22,50 dólares en royalties por dispositivo vendido, como pago por 50 “patentes esenciales” relacionadas con estándares de vídeo. “Imaginemos – escribe el letrado demandante – si todos actuaran como Motorola. Windows implementa 60 estándares y un PC soporta 200 […] Comparemos: Microsoft paga 2 centavos por unidad a un consorcio de 20 compañías que comparten 2.300 patentes sobre H.264”.
La demanda de Apple también cita las “patentes esenciales” y alega incumplimiento de la regla FRAND, que las dos partes dicen respetar. Según el documento, una vez que absorba Motorola, Google exigiría “un máximo del 2,25% del precio de cada iPhone”. Hace un par de semanas, Apple obtuvo de un tribunal alemán el reconocimiento de que no infringe una de esas patentes, contra lo que sostenía Motorola. Por lo que se ve, Microsoft y Apple tendrán muchas razones para detestarse, pero a la hora de la confrontación con Google, sus tácticas son paralelas.
Un colega francés ha hablado de “surprise espagnole”: los ingresos de la filial de France Télécom en España crecieron un 4,5% en 2011, resultado inesperado para un mercado en recesión. Sin embargo, esta contribución no ha sido suficiente para compensar las dificultades del grupo en Francia, su primer mercado. Las cuentas de la empresa semipública francesa cerraron el año con una leve caída del 1,6% en los ingresos (45.300 millones de euros) y sin cambios en los beneficios (3.800 millones).
Hay que fijarse en dos aspectos colaterales. Uno es la decisión de recortar el dividendo un 14% con respecto al pagado en el ejercicio pasado, como recurso para hacer frente a los compromisos de inversión sin acudir al mercado de deuda. Es una actitud que ya anunció tiempo atrás Telefónica, y probablemente hoy haga lo mismo Deutsche Telekom. Ahí tenemos, una tendencia que se extiende por Europa. Mantener el ritmo de inversión exige medidas financieras y, probablemente, regulatorias.
Este es el otro aspecto: precisamente ahora, el negocio de FT en su país de origen ha sido puesto en jaque por la entrada de un cuarto operador móvil, Free, cuya agresiva política de precios repite la que aplicó en su día como proveedor de Internet. Como, en virtud de los acuerdos de itinerancia – apadrinados por el regulador – el 90% del tráfico de Free pasa por la red de FT, esta denuncia el riesgo de colapso provocado por las ofertas “irresponsables” de su rival. En una nota publicada por separado, Orange France estima en 210.000 el número de clientes que ha perdido en el primer mes de operaciones de su nuevo competidor.
La consultora británica Ovum ha publicado un informe que evalúa en “más de 13.000 millones de dólares” la merma de ingresos sufrida por los operadores móviles debido a la sustitución de sus servicios de SMS por otros notorios, como What´sApp.
Basándose en estadísticas externas sobre el tráfico generado por 250 millones de usuarios, el estudio certifica que la mensajería se escapa de los dueños de las redes móviles hacia otros proveedores. La cuantía indicada equivaldría, según Ovum, al 9% de los ingresos totales por mensajería, por lo que aconseja a los operadores replantearse las aplicaciones propias y adoptar modelos de red social para hacer frente a la amenaza creciente.
No obstante, la consultora advierte contra la tentación de querer hacerlo solos – sin nombrarlo, parece referirse al tortuoso proceso de lanzamiento de los servicios basados en RCS-e, en los que han invertido dos años para definir un estándar común – y, en cambio, confiar en los desarrolladores de aplicaciones para conseguir una integración con las conexiones sociales de millones de usuarios. Si no lo hicieran, la ventaja intrínseca que tienen gracias al control sobre la facturación a sus clientes, se perdería en pocos años. Atención: este asunto puede parecer menor, pero tiene calado, como se verá con el tiempo.
Un directivo de Dell me ha reprochado simpáticamente que hago poco caso de su empresa; y ha documentado el reproche: el último post dedicado a Dell en este blog se publicó en mayo de 2011. Touché. Podría replicar que su empresa aparece frecuentemente en mis crónicas sobre los mercados en los que compite, desde el PC a los servidores y el almacenamiento, como no podía ser de otra manera. No obstante, reconozco no haber prestado suficiente atención al esfuerzo de esta compañía por convertirse en actor principal del datacenter, lo que requiere trascender su debilidad en la oferta de software. Pese a que ha hecho varias adquisiciones interesantes en los últimos tiempos (Scalent, Boomi, etc).
El fichaje de John Swainson como presidente de una nueva división que aglutinará esos activos, llamada Dell Software Group, es un paso en la dirección trazada por Michael Dell: rebajar drásticamente el peso del hardware en su cifra de negocio. Las credenciales de Swainson son muy respetables: pasó la mayor parte de su carrera en IBM, donde llegó a dirigir la unidad de negocio Websphere y, sobre todo, es conocido como ex CEO de CA [antes Computer Associates], durante los años 2006 a 2009, en los que la rescató del borde del abismo.
La creación del Software Group, y la personalidad del directivo, se pueden interpretar como un anticipo de que la reinvención de Dell, emprendida por su fundador. Probablemente entre los próximos movimientos habrá algunas compras de empresas susceptibles de completar su cartera de software para el datacenter. En principio, puede permitírselo, gracias a la holgura de su tesorería, un rasgo que se pondrá de manifiesto esta noche, cuando Dell presente resultados trimestrales.
La semana pasada, un entrevistado hizo en voz alta una reflexión, que pidió no atribuirle: “¿quién puede asegurar que Apple y Google, cuya potencia es innegable, no tendrán tropiezos debidos a un exceso de ambición?”. El comentario tiene miga: las dos empresas son imbatibles en los campos que dominan, pero han cometido errores de juicio cuando se han apartado de ellos para diversificar su negocio nuclear. Ya sé que pasan por un excelente momento financiero y bursátil, por lo que sería una temeridad invocar la palabra fracaso. Aun así, no son infalibles. Curiosamente, las dos han fallado – provisionalmente – en sus intentos de invadir el mercado de la televisión. Volverán a intentarlo pronto, y entonces ya veremos.
Las dudas sobre la infalibilidad de empresas tan exitosas –como de cualquier otra, dicho sea de paso – han reaparecido a propósito de dos informaciones de los últimos días. Google ha suspendido temporalmente la conexión entre tarjetas de crédito y su plataforma de pagos móviles Wallet, tras descubrir en el software un agujero de seguridad que, “en ciertas circunstancias” podría facilitar el acceso no autorizado a datos de los usuarios. Es evidente que las implicaciones de cualquier patinazo en este asunto serían muy serias.
Por su lado, Apple se ha resignado a rebajar dos veces el precio [algo insólito para sus costumbres] y a relajar las condiciones de contratación de anuncios a través de su plataforma publicitaria iAd, que lanzó en 2010 para competir con Google. He leído que hay otro obstáculo sobre el que Apple difícilmente va a transigir: su exigencia de control creativo sobre los anuncios, con el argumento de preservar la calidad de la experiencia de usuario. Y, por cierto, empieza a encontrar las mismas resistencias que Google en el delicado terreno de la privacidad.