13/03/2023

Cae el banco de las startups californianas

A simple vista, el Silicon Valley Bank (SVB) reunía atributos envidiables: una marca reconocible, unos clientes ricos y modernos, un entorno social en el que prosperan los proyectos empresariales y abundan inversores prestos a financiarlos. Condiciones ideales para un banco “de nicho” cuyos activos sumaban 212.000 millones de dólares en diciembre de 2022. El pasado viernes fue intervenido por el regulador competente, tras fracasar en su intento de emitir deuda convertible para mejorar su ratio de capital y evitar la insolvencia. Si esta noticia ha alcanzado relieve más allá de California, se debe a que el SVB puede considerarse una víctima de los altos tipos de interés en Estados Unidos.

Antes de colapsar, este banco favorito de las startups californianas, lucía un valor bursátil de 16.800 millones de dólares: no mucho en la escena global, pero idóneo para su ámbito protegido. Tratando de salir del atolladero, se vio en la necesidad de vender 21.000 millones de su cartera de bonos del Tesoro sacrificando 1.800 millones de pérdidas, un gesto que sólo valió para poner en evidencia su debilidad intrínseca: sus acciones cayeron a plomo un 60% y seguirían cayendo hasta la orden de ponerse en manos del FDIC, organismo federal de garantía de depósitos, que ya han tomado posesión de la sede en Santa Clara.

Estaría fuera de lugar comparar este derrumbe con la crisis de Lehman Brothers en 2008 o con la burbuja de las puntocom que reventó ocho años antes. Lo que no impide que pueda arrastrar en su caída a otras entidades. En este caso se daba una circunstancia excepcional: como consecuencia de prestar servicios bancarios a empresas respaldadas por venture capital, una clientela que presume de estar exenta de problemas de liquidez, el balance del SVB rebosaba de dinero aparcado por sus clientes (pasivo) que no encontraba demanda suficiente de préstamos (activo). Se creaba así una distorsión del estereotipo bancario, en el que se gana dinero a cambio de asumir riesgos.

No sólo de las empresas vive el SVB. Los fundadores compran casas y otras propiedades (los viñedos ya no están de moda) y se diversifican. Sus empleados, súbitamente enriquecidos, necesitan gestores de sus carteras bursátiles. Etcétera. Esta clientela ha prosperado en un contexto de tipos de interés mínimos o nulos, incluso negativos, para muchos lo único que han conocido. Entonces, ¿qué ha de hacer la entidad con el dinero que le confían los depositantes si, como ha ocurrido, no encuentra una demanda de crédito compensatoria, forma natural que toma el riesgo para un banco? El SVB optó por una fórmula segura: comprar títulos públicos (o paquetes de hipotecas) de rendimiento fijo y maduración larga, con lo que acabó exponiéndose a un riesgo no convencional para el que no estaba preparado.

Como es norma en el negocio bancario, este banco mantiene disponible sólo una pequeña parte de los depósitos de sus clientes por si estos piden su reembolso; el resto, la mayor parte, está aparcado para ser prestado o invertido en búsqueda de retorno financiero. En la fórmula del SVB ha sido consustancial el tejido de empresas innovadoras de su zona de influencia, a las que presta servicios bancarios con una agilidad poco habitual en los grandes bancos. Según Bloomberg, el 44% del capital invertido en empresas tecnológicas que salieron a bolsa en 2022 pasó por las manos del SVB.

Pero los tiempos se han complicado en esta California acomodada: la actividad de venture capital se ha contraído un 30% el año pasado, bajando a 238.000 millones de dólares [fuente: Pitchbook]. Es una cifra que sigue siendo importante, pero inferior a las de 2020 y 2021. Y que, combinada con la sequía de salidas a bolsa y el descenso de las valoraciones en las rondas de financiación, deja prever nuevas dificultades este año.

La clave de esta situación remite a las decisiones de la Reserva Federal, que preanuncian más sobresaltos económicos, a cambio de poner freno al alza de precios estimulada por la prodigalidad presupuestaria. En condiciones normales, los tipos altos deberían ser una bendición para la banca mientras los bajos les traen un problema al que no están habituados: ¿cómo extraer beneficio de la masa de liquidez que les confían sus clientes si, al mismo tiempo, no pueden aumentar el precio del dinero que prestan? Esta es la anomalía del SVB, un banco inusualmente expuesto del riesgo de tipos de interés altos.

Cuando Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, inició el ascenso de los tipos con el objetivo de combatir la inflación, el  SVB se encontró ante la imposibilidad de remunerar debidamente a los depositantes debido a la rigidez de su propia cartera de activos: aquellos 212.000 millones que sus libros registraban en diciembre, tenían una composición peligrosa: 92.000 millones en préstamos y 120.000 millones invertidos en títulos de largo plazo (y rendimiento negativo).

¿Qué tiene de cuestionable la mezcla? Que los bonos que en su día compró el banco, implican interés fijo, por lo que con el aumento de tipos han perdido valor [motivo por el que el sacrificio de 21.000 millones ha producido pérdidas de 1.800 millones]

En su postrera conferencia con analistas, Greg Baker, CEO del SVB, admitió que los inversores del Silicon Valley invertían cada vez menos, mientras las startups seguían quemando efectivo sin saber contenerse. Baker encontró una forma elegante de describir esta anomalía: “desequilibrio del flujo de fondos”.

El siguiente paso de Baker fue patético: salió en la televisión local para rogar a los clientes que no retirasen dinero del banco, como reconocimiento de los servicios que el SVB ha prestado durante cuarenta años a la comunidad de la bahía de San Francisco. Como cualquiera podía prever, el ruego no sólo fue desoído, sino que dio otro empujón a la temida insolvencia del banco. No habrá escenas desesperadas como aquellas fotos de 1929, pero una parte de los 6.500 empleados del SVB recibirán un mail de despido y una caja de cartón.

Para colmo, la desgracia del SVB ha coincidido con el cese de actividades de otro banco, Silvergate, especialista en transacciones con criptomonedas. Al parecer, sus clientes entraron en pánico tras la implosión de FTX, el tinglado de Sam Bankman-Fried.

Entretanto, más bancos están sufriendo dificultades parecidas a las de SVB: el First Republlic Bank y el Signature Bank, con severas caídas bursátiles, encabezan las quinielas de esta crisis: subiendo de nivel, el índice KBW, que aglutina el valor de 24 grandes bancos estadounidenses, ha caído un 8% en la última sesión de la semana pasada.

Consumada la caída del SVB, un desenlace lógico sería que fuera comprado por un banco de mayor talla interesado en afianzar su negocio existente con las empresas tecnológicas jóvenes. Goldman Sachs es un nombre que en estos casos se repite como candidato potencial y pocas veces da un paso al frente.

[infome de Mario Kotler desde San Francisco]


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