El episodio del sobrecalentamiento del iPhone 5 – para el que parece ya se ha encontrado solución – no es una anécdota trivial, ya que pudiera dañar las ventas y la reputación del célebre smartphone en el período más relevante de un año que no está siendo bueno para Apple. En tal caso, sufriría la cuenta de resultados y quizá se rompería la racha de la acción en bolsa. Lo que ha alarmado a la industria es algo más estructural: Apple ha reconocido que un año más, y hasta al menos 2026, su producto fetiche seguirá llevando un módem diseñado por Qualcomm, con lo que certifica el fracaso de sus esfuerzos de años por contar con otro diseñado y desarrollado por sus propios ingenieros.
Naturalmente, cada smartphone lleva un módem y prácticamente todas las marcas lo compran a Qualcomm, sin darle muchas vueltas a la cuestión. En el caso del iPhone, con cada cambio de generación – normalmente en septiembre – los forofos de la marca miran mucho la evolución de los procesadores (y la nueva versión del sistema operativo), obviamente vitales para el funcionamiento de un smartphone. Con estos ingredientes, más algún otro variable, juzgan periódicamente la capacidad de innovación de la compañía californiana y acudirán con mayor o menor prisa a adquirir el último modelo de la saga.
En lo que no suelen reparan muchos aficionados – salvo los techies más fervorosos – es en el módem, esa diminuta pero compleja pieza de silicio que hace posible que el iPhone, como sus competidores, pueda comunicarse con el exterior, una cuestión que se da por resuelta. La verdad es que no lo está tanto: lleva años tratando de desarrollar su propio módem para reemplazar el que le suministra Qualcomm y que los sucesivos iphones han llevado en sus entrañas toda la vida. Ciertamente es importante, no sólo porque la autosuficiencia eleva la imagen de marca, sino porque, en principio, la compañía se ahorraría un buen dinero y podría proporcionar a los usuarios lo que en la jerga del sector se llama una experiencia única. Como lo hace, por cierto, con sus propios procesadores, diseñados en casa y fabricados por la TSMC. En tal caso, el margen de beneficio se lo quedaría Apple, en lugar de pagar a Qualcomm una factura que no puede ser leve.
Precisamente por esto es más importante que cualquier anécdota la renovación del contrato con Qualcomm para seguir suministrando el módem de las tres próximas generaciones del iPhone. Qualcomm suministra a Apple otros componentes indispensables para enviar y recibir las señales entre el dispositivo y la infraestructura celular. El fabricante entrega las diminutas antenas 5G y los frontends de radiofrecuencia, que se ocupan de filtrar interferencias y de ampliar las señales.
Además, Qualcomm cede a Apple licencias acerca de una colección de patentes, que son consustanciales a la conectividad de sus móviles. Según un cálculo de UBS, Apple pagaría a Qualcomm unos 1.900 millones de dólares anuales en regalías. Esto ya fue motivo de una batalla legal entre ambas compañías que se cerró por un acuerdo con forceps en 2019, vigente durante los seis años siguientes (hasta 2025) con una extensión opcional de dos años. Pero las patentes son, con perdón, otra materia.
Hay en todo esto una historia ejemplarizante. A partir de 2010, Apple se convenció de que podría diseñar internamente la microelectrónica de sus iPhones: montó un equipo de especialistas y se pusieron a la tarea más o menos paralela a la tarea, aproximadamente al mismo tiempo que el desarrollo de los procesadores que hoy llevan los Mac. Nada parecía imposible para una empresa que ha heredado la omnipotencia de su fundador. Pero un módem plantea problemas específicos que la compañía no conseguía. De hecho, Apple tiene hace años sus propios procesadores, pero no se ha liberado de Qualcomm como suministrador del módem.
El proyecto de diseño y desarrollo de su propio módem empezó a tomar forma en 2019 y a su frente estaba el israelí Johny Srouji, vicepresidente de hardware con quince años de antigüedad en Cupertino. Srouji recibió el encargo de Tim Cook, CEO de Apple, para encontrar la fórmula que acabara con esa incómoda dependencia.
Según ha relatado días atrás el Wall Street Journal, Rubén Caballero, a la sazón vicepresidente de ingeniería y parece que mejor especialista de la compañía en comunicaciones por radio, discrepaba de Srouji en un punto crucial. Era partidario de llegar a un acuerdo con Intel, que por entonces tenía la misma intención, como mejor atajo hasta tener asegurado el diseño de un módem propio.
Al principio, Cook decidió que ambos enfoques podían ser compatibles: dio alas al proyecto interno de Srouji y a la vez acordó que apoyaría el diseño de un módem de Intel. Las cosas se torcieron porque los prototipos de Intel no fueron convincentes y, finalmente, Caballero acabó marchándose [ahora trabaja para Microsoft]. No es que Srouji resolviera el enigma, pero al menos ha conservado el puesto.
Más o menos por la época en la que Apple y Qualcomm firmaban una paz de conveniencia, Intel tiró la toalla y aceptó 1.000 millones de dólares por transferir a Apple los activos que había destinado al desarrollo del módem. Como consecuencia, Qualcomm planificó que 2023 sería el último año en el que sus módems equiparían un iPhone.
En realidad, las relaciones entre Apple y Qualcomm han pasado por malos momentos. Se han acusado mutuamente de apropiarse de patentes del otro, de mentir al mercado y hasta de aplicar prácticas monopólisticas. El punto más caliente fue cuando Apple anunció la instalación de un centro de ingeniería en San Diego, en la cercanía de Qualcomm y prometió crear 1.200 puestos de trabajo con la notoria intención de seducir a empleados de Qualcomm para cambiar de empresa.
Aparentemente, Apple se pasó de lista. Las comunicaciones inalámbricas son un mundo singular, en el que la compañía no tenía experiencia, mientras que Qualcomm nació en los años 80 con esa especialización, al desarrollar los protocolos CDMA. En fin, que una cosa es desarrollar un procesador, con toda la complejidad que se quiera pero que gestiona las comunicaciones dentro del dispositivo, y otra distinta son las comunicaciones por radio entre el dispositivo y la antena más próxima.
Aparte de la observación anterior, las señales deben ser compatibles, ahora con 5G pero también con las generaciones precedentes y asimismo tomar en cuenta que hay distintos suministradores de equipos de telefonía móvil y operadores que, potencialmente, multiplican los protocolos a respetar. Intel, con toda su sapiencia en una arquitectura propia inventada por ella, intentó dar satisfacción a Apple para recuperarla como cliente, pero al final capituló. Tenía otros problemas que atender.
Según el prolijo relato del Wall Street Journal, Apple decidió que los módems propios empezarían a equipar los iPhone de 2024, ya que no se llegaría a tiempo a los de 2023. Pero sin mucha convicción, por lo que se ve: para evitar más disgustos, en 2019 Apple y Qualcomm habían negociado una ampliación condicional del suministro hasta 2025, con una posible extensión de dos años. En pocas palabras, Qualcomm tenia la sartén por el mago: de aplicarse esa ampliación, los iPhone 16 y 17 llevarían módems de Qualcomm. Así será y, provisionalmente, al tercer año el suministro se limitaría a un 20% de las unidades necesarias.
Los procedimientos internos de las empresas dan mucho que pensar. Puede que la compra los activos de Intel llevara a Tim Cook – confiado en el prestigio de Srouji – a creer que podría prescindir de Qualcomm. Que, por otra parte, nunca ha sido un proveedor acomodaticio. En 2021, Cristiano Amon, su CEO, dijo a los analistas lo siguiente: “en nuestra planificación no contamos suministrar módems a Apple en 2024”. Un baile de expectativas que retrata las noticias actuales: ambas partes aceptan otra vez un divorcio inevitable, pero se dan un tiempo adicional de convivencia.
Tampoco es un caso aislado. Es conocido que Apple se ha marcado como objetivo la mayor autonomía posible en la electrónica de sus productos. Superado con nota ese objetivo en el microprocesador, sigue dependiendo de otro componente de silicio que compra a un proveedor del que no ha podido desprenderse: un módulo de de Broadcom para que sus iPhones gestionen WiFi y Bluetooth. Se ha dado a entender que el contrato, vigente hasta 2025, no sería renovado porque para entonces Apple habría desarrollado su propio módulo. A saber.
[informe de Lluis Alonso]