Supongo que habrá quien aún se regocije con aquel video de Steve Ballmer en 2006 en el que el hombretón, empapado en sudor, saltaba de un lado al otro del escenario, gritando «developers, developers, developers…». Pues mira por dónde, va a ser que Ballmer tenía razón. Los desarrolladores tienen la clave – o buena parte de ella – del éxito de las estrategias que pregona la industria.
Las conferencias de desarrolladores se suceden año tras año, como liturgias de gran interés mediático. Con pocas semanas de diferencia, San Francisco ha sido escenario de eventos convocados por Microsoft, Google y Apple, tres que no se pierden pisada. Sus objetivos, en lo que tienen de común, pueden resumirse en la necesidad de seducir a los desarrolladores para que trabajen sobre sus tecnologías, anunciadas en cada caso con gran fanfarria.
Ha habida diferencias reveladoras. Build, el evento de Microsoft a finales de abril, sirvió para presumir de una nueva actitud de apertura, que los desarrolladores afines a la compañía reclamaban y servía de argumento a los no afines. Para ensanchar su horizonte, Microsoft busca la complicidad de desarrolladores que hasta ahora habían esquivado Windows, prefiriendo colaborar con Google o con Apple. Y para lograrlo ha cambiado de táctica: su software de productividad puede correr sobre las plataformas iOS o Android, además del nuevo Windows 10.
Como corresponde al estilo de la compañía, Google I/O (en los últimos días de mayo) ha tenido pretensiones futuristas: mostrar a una legión de desarrolladores que con Google sobran las oportunidades para innovar. Android M no tiene todavía nombre de golosina, pero viene a corregir problemas observados en la versión L (de Lollipop, piruleta) en medio de la sospecha de que en los mercados donde el uso de smartphones crece – no vegetativamente – Android está perdiendo terreno frente a iOS.
Este lunes, también en el Moscone Center de San Francisco, entre muchas y muy variadas novedades, Apple dejó caer un avance de lo que será iOS 9: la adición de funciones predictivas a Siri y las mejoras de búsqueda revelarían que Apple es consciente de que tiene puntos flacos en la comparación con Android. Por otro lado, esa rivalidad es manifiesta en cada casilla del mercado: Apple Pay se va transformando en una especie de walletm y es curioso que se anuncie pocos días después de que Google anunciara Android Pay, una forma de admitir que Google Wallet, del 2011, no ha aprovechado la ventaja de salir antes al mercado. Pero, a lo que iba, los respectivos sistemas de pago electrónico serán propicios para que los desarrolladores de cada cual inventen nuevas aplicaciones.