Las opiniones de mi newsletter del 31/10 sobre Windows Phone 8 han sido mejoradas por Alfonso R. que envía sus propias reflexiones. Las resumo: “aun siendo importantes los aspectos de usabilidad, precio y apoyo de los operadores, la verdadera batalla donde se decidirá si puede convertirse en un jugador de este mercado es el de las aplicaciones” […] “En la guerra de los smartphones, apuntar al ecosistema de aplicaciones de iOS, AppStore y Android Market, es apuntar a un objetivo en movimiento: cada una de las plataformas cuenta en torno a 700.000 aplicaciones, cuando en abril de 2011 Android contaba 200.000”.
Como si imaginara mi respuesta, admite que no todas las aplicaciones tienen valor, y me informa de que 400.000 de la AppStore son zombies ( no se descargan), y de que hay 1.899 apps para hacer que un iPhone se convierta en linterna [¡!]. Así alimenta mi natural escepticismo: la existencia de millones de aplicaciones no es fundamento para sostener que estamos en presencia de un mercado genuino. En la práctica, muy pocos desarrolladores ganan dinero con sus creaciones, pero las plataformas sí que recaudan por su intermediación.
A lo que mi corresponsal parece replicar así: “Las aplicaciones móviles están en sus comienzos, con la posibilidad de que las posiciones de salida cambien […] aspectos de integración con los sistemas corporativos, seguridad y privacidad serán más relevantes”. Así es, sobran aplicaciones bobas y repetitivas, faltan aplicaciones “serias”. Para que las aplicaciones configuren un mercado sostenible, habrán de pasar por una evolución cualitativa y cuantitativa, no muy distinto a la que vivió el software para PC, un proceso de depuración y consolidación.
La conclusión del lector es evocadora: “Hace 25 años, Microsoft ganó a IBM la batalla gracias a la variedad de aplicaciones desde el lado del consumidor y del usuario departamental. Ahora toca a Microsoft dar la vuelta al tablero jugando esta vez con las negras, y habiendo perdido un par de peones, mientras Apple y Google juegan con las blancas”. Muchas gracias, Alfonso.