15/07/2015

15Jul

De aquellos polvos, estos lodos. La razón por la que Steve Ballmer decidió comprar la división de móviles de Nokia no fue otra que evitar que se pasara al campo de Google rompiendo el acuerdo de exclusividad firmado con Microsoft. En tal extremo, hubiera colapsado el débil tinglado de Windows Phone, porque Nokia era el único fabricante de smartphones afín a este  sistema operativo. Todos los demás, alineados con Android, eludían comprometerse con Microsoft, que tampoco podía confiar en los operadores: de palabra, estos anhelaban la existencia de un tercer sistema operativo, pero no que el tercero fuera Windows [no disimulaban su temor al daño que pudiera hacerles Skype integrado en Windows Phone].

Pues eso, amigos: de aquellos polvos, estos lodos. La semana pasada, Microsoft anunció que antes de cerrar su año fiscal amortizará 7.600 millones de dólares (400 millones más que el precio neto pagado por la división de móviles de Nokia). La integración de activos de la compañía finlandesa se cerró por un valor de 9.400 millones, pero su tesorería de 1.500 millones rebajaba de facto ese precio. Ha sido un  desastre incluso mayor que los 6.200 millones que Ballmer amortizó para borrar el error de la compra de aQuantive, con la que tenía pensado montar una estructura publicitaria [Nadella acaba de vender los restos a AOL].

A Kevin Turner – curiosamente el único directivo de la primera línea de Ballmer que sigue en su puesto – le ha tocado la papeleta de explicar que “las perspectivas del segmento de hardware móvil están por debajo de las expectativas originales”. ¿Eran razonables las expectativas? Ese segmento, que en las cuentas de la compañía aparece como Phone Hardware – aportó 1.400 millones de dólares en el tercer trimestre del actual año fiscal, y sus  costes de fabricación y comercialización ascendieron a 1.400 millones de dólares. En el mismo período, las ventas de móviles Lumia sumaron 8,6 millones de unidades frente a 24,7 millones de ´no Lumia` vendidos por diversos partners.

El problema viene de lejos. Entre 2011 y 2013, Nokia ya había perdido la mitad de su cuota del mercado mundial, y un CEO fichado como salvador, Stephen Elop (que había sido directivo de Microsoft) no encontró mejor salida que aparear la marca con el sistema operativo Windows Phone. Como el resultado fue necesariamente catastrófico, transformar el apareamiento en matrimonio no iba a cambiar las cosas.

Además de los 7.600 millones amortizados brutalmente, la decisión costará a Microsoft entre 750 y 850 millones de dólares adicionales en «costes de reestructuración» (léase finiquitos). Porque el impacto no será sólo financiero: casi todo el personal procedente de Nokia habrá perdido su empleo con el recorte de 7.800 puestos de trabajo, el 6% de la fuerza laboral de Microsoft. Con este paquete de despidos, la cuenta de Nadella desde que ocupa el puesto asciende a 26.000.

Fiel a un lenguaje peculiar que empieza a ser caricaturizado, Satya Nadella promete ´reinventar` el rol de Microsoft y su ´ecosistema` en el mercado de la movilidad. «Nuestra reinvención estará centrada en la creación de nuevas experiencias de movilidad a través de la familia de dispositivos de Microsoft, incluídos los teléfonos».

Consciente del efecto negativo que las noticias han tenido en sus propias filas, Nadella ha insistido en que, a corto plazo, Microsoft seguirá vendiendo móviles bajo su marca pero la verdadera meta son las ´experiencias de movilidad`. Si así fuera, carecerá de importancia de qué marca sean los dispositivos del usuario, y lo más probable es que esas ´experiencias` haya que vivirlas sobre smartphones Android. Por lo tanto, Microsoft acabará matando la marca Lumia pasado un tiempo prudencial y relegue Windows 10 a dispositivos de terceros, bajo marcas que en su día se echaron atrás, pero quizá se sumarían a esa estrategia, lo que no deja de ser una conjetura.


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