Francamente, no me parece verosímil la versión según la cual Nokia, a pocas semanas de integrarse efectivamente en Microsoft, sigue adelante con el desarrollo interno de un smartphone Android, que estaría destinado a ocupar en su catálogo el espacio que hoy ocupan los modelos Asha, de bajo precio, basados remotamente en el antiguo Sistema 40. No es la primera vez que se postula un acercamiento de Nokia a Android, pero la idea quedó descartada en 2010 y un año después, se produjo el gran giro estratégico con la adopción de Windows Phone y finalmente la capitulación ante Microsoft.
Es agua pasada, pero se diría que aún mueve molino. Para mi gusto, sería una enorme sorpresa que Microsoft avale un movimiento que reforzaría la imagen de su adversario.
Se dice que Microsoft no tendría que pasar por el trago de llamar a la puerta de Google. Le bastaría con hacer lo mismo que Amazon, cuyas tabletas Kindle usan una «bifurcación» de Android gracias a la cual elimina los servicios de Google y, por alguna razón, no genera la obligación de pagar como otros fabricantes un canon por las patentes de las que es titular Microsoft y que de hecho constituyen una subvención de Android a Windows Phone.
Aun en ese caso, Nokia/Microsoft debería poner sobre Android su propia capa de software para que fueran explotables servicios como Bing, Skype, Office, SkyDrive y otros que forman parte de la experiencia de usuario que preconiza Microsoft. Va de suyo que los datos sobre los usuarios no podrían caer en manos del enemigo, que los explotaría para sus propios fines.
La cuestión de las marcas es todavía una incógnita. Sólo se sabe que Lumia y Asha forman parte de los activos comprados por Microsoft, lo que significa que podrá usarlas o desactivarlas, mientras que ha acordado pagar una licencia a la antigua matriz finlandesa para seguir usando la marca Nokia.
La hipotética conexión entre Nokia y Android suscita serias objeciones, y me atrevo a decir que será vetada por Microsoft en cuanto tome el control de la primera. Veo como primera objeción que equivaldría a reconocer que Windows Phone no es capaz de acercar sus prestaciones a las necesidades de los mercados emergentes ni de bajar sus precios sin apoyarse en el sistema operativo de Google. Pésimo mensaje. Además, dejaría en tierra de nadie al Lumia 520, el modelo más económico de la última camada de Nokia basada en Windows Phone.
La supuesta facilidad para que los desarrolladores de aplicaciones Android adapten sus creaciones originales a una variante patrocinada por Microsoft, sería disuasiva para aquellos que estuvieran dispuestos a desarrollar para Windows Phone, justamente ahora, cuando su cuota de mercado repunta.
Aparte, circula otra versión más plausible. En un esfuerzo destinado a contrarrestar el dominio de Android, Micrososft estaría considerando la idea de ofrecer Windows Phone y Windows RT gratuitamente a los fabricantes de smartphones y tabletas. Si fueran gratuitos, las marcas que le han dado la espalda tal vez cambiarían de actitud [entre nosotros: lo dudo] lo que tendría la virtud de atraer el interés de más desarrolladores.
Exageran quienes dicen que esa iniciativa de gratuidad es una respuesta a la iniciativa de Apple de ofrecer gratis sus sistemas operativos. La verdad es que Windows, en todas sus vertientes, es demasiado rentable para renunciar a su precio. Quizá tendría sentido ofrecer la actualización gratuita desde Windows 7, para neutralizar el hecho de que es este, y no su sucesor, el que se está llevando al huerto la mayor parte de la base instalada de Windows XP. Si se unen los puntos de todas estas iniciativas, reales o no, uno puede trazar un mapa actualizado de las maniobras de unos y otros que van a alterar los equilibrios que durante años se han dado por estables.