Es un desafío a la razón imaginar que una empresa con activos valorados en 46.000 millones de dólares tenga una capitalización en bolsa de sólo 32.400 millones [al cierre del miércoles]. Lo que significa que sus accionistas le asignan un valor intrínseco inferior a cero. Hasta que se completa la frase: el 82% corresponde a participaciones en dos compañías asiáticas. Me refiero a Yahoo, que en los últimos días ha estado en el candelero a propósito de los rumores de destitución de su CEO, Marissa Mayer, tras el rechazo de su plan de enajenar el principal activo de la compañía, su 15% en Alibaba, debido a su elevado coste tributario.
Desde 2012, cuando dejó su puesto directivo en Google para convertirse en CEO de Yahoo, Mayer lo ha intentado casi todo para devolver a la compañía su papel en el mercado: hizo compras, atrajo amigos de Google (que pronto se marcharon), relanzó su tecnología de publicidad y renegó del contrato con Microsoft para usar el buscador Bing. Por último, recuperó la idea – concebida por su predecesora Carol Bartz – de vender la participación en Alibaba, y quizá también su participación minoritaria en Yahoo Japan. El plan Mayer se presentaba como una oportunidad de reforzar el core business, pero había en ello un componente fantasioso.
¿Core business, he dicho? Replegada en la práctica, a operar sólo en Estados Unidos, Yahoo tiene 210 millones de usuarios mensuales de sus distintos portales y servicios, según Comscore. Una audiencia sólo superada por las de Google y Facebook pero que no acierta a monetizar. La inviabilidad de vender sus activos asiáticos, presumiblemente aboca a la compañía a escindir un holding financiero que controle esas inversiones y, ahora o más adelante, poner en venta el negocio de Internet.
Esta será, probablemente, la recomendación de la consultora McKinsey, contratada para encontrar una solución al viejo dilema. Lo que no está claro es que esa solución pueda ser pilotada por Mayer tras la experiencia de los tres últimos años: la facturación del 2014 fue inferior a la del 2013, y volverá a contraerse cuando se publiquen las cifras del actual año fiscal. Los consejeros no disimulan su impaciencia, porque la acción ha bajado un 30% este año después de haberse duplicado en 2014.
Si finalmente el consejo optara por vender el negocio de Internet, el precio que podría obtener oscilaría entre 2.000 y 4.000 millones de dólares, y esto dependiendo del coste fiscal de la transacción para el comprador [no podría desgravar pérdidas porque Yahoo es rentable gracias a los beneficios de Alibaba]. Por tanto, no es indiferente quien sea el comprador.
Las alternativas que se manejan implican, casi todas, un despiece, y la lista de candidatos potenciales es generosa. Ha advertido Mayer que no será proactiva pero escuchará las ofertas que lleguen. El nombre favorito parece ser Verizon, que en tal caso procedería a combinar Yahoo con AOL, que compró por 4.400 millones de dólares a mediados de año. Habría redundancias menores entre las respectivas plataformas de vídeo, pero la operación tendría mucho sentido: el primer operador del mercado norteamericano quiere estar presente a lo grande en los servicios de contenidos y publicidad. El hecho es que, pese a su declive, Yahoo controla el 4,4% del mercado de publicidad digital en Estados Unidos.
Al acecho, para que Verizon no se les escape, están AT&T y Comcast, sin descartar a otro operador: Sprint, propiedad de Softbank (socio mayoritario de Yahoo Japan). Puestos a hacer quinielas, también se habla de Disney, para la que Internet es un instrumento de marketing de sus películas y parques temáticos. ¿Por qué no considerar la posibilidad de que Alibaba complete el círculo y adquiera Yahoo – en realidad, le bastaría con comprar un 15% de sí misma – para convertirle en plataforma de sus operaciones en Estados Unidos?
Si uno hace caso de los rumores, cualquier cosa puede pasar. Lo único que puede darse por (casi) seguro es que los 21 años de historia de Yahoo no tienen mucha cuerda, y los días de Marissa Mayer en su puesto están contados.