El 30 de diciembre, Pivotal perdió su escasa independencia bursátil y pasó a ser subsidiaria de VMware, ambas formando parte del entramado corporativo de Michael Dell. Alguien podría suponer que ha cambiado poco, pero se equivocaría. En realidad, la absorción final de Pivotal ha sido diseñada de tal forma que impactará en la industria de las TI. Las dos compañías llevan años trabajando – juntas y separadas – en la hipótesis de fusionar la arquitectura de virtualización (vSphere) con la tecnología de contenedores (Kubernetes). Al final de su historia común, han alumbrado una plataforma que dice ser la más rica para desarrollar aplicaciones modernas (ojo al adjetivo) coherentes con distintos entornos.
Cuando ya era pública que tal sería el desenlace, Pat Gelsinger, CEO de VMware, declaraba a esta blog: “Pivotal ha demostrado estar muy por delante de cualquiera que se propusiera lo mismo. Hoy podemos presentar casos de empresas que son 100 veces más rápidas moviendo aplicaciones a producción […] No 10 veces sino 100 veces más rápidas”.
Para quien aprecie las piruetas del sector, Pivotal nació en 2013 fruto de dos progenitores, EMC y VMware, que tres años después caerían en la esfera de Dell. El por qué entonces se decidió que no viviera bajo el mismo techo es materia que Gelsinger sabrá pero no cuenta. Lo cierto es que Pivotal salió parcialmente a bolsa y en mayo de 2019 llegó a tocar el cielo (5.800 millones de capitalización) para caer tres meses después a 2.200 millones. Este fue el momento en que ya fue ineludible su integración en VMware.
Una prueba de la importancia de esta fusión es la elección de Ray O´Farrell, antes CTO de VMware, para poner en marcha la nueva unidad de negocio resultante, Modern Applications Platform. En este marco, VMware acumula la experiencia de Pivotal a la propia en cuando a la tecnología de contenedores. Y Kubernetes viene a ser la pieza maestra de esa estrategia.
El objetivo explícito de Gelsinger es que VMware se convierta en dueña de la plataforma estándar en materia de contenedores de aplicaciones. Es un desafío directo a RedHat, que entretanto ha sido adquirida por IBM para ser la llave de un relanzamiento de su estrategia cloud (necesariamente) híbrida. “IBM ha desembolsado 34.000 millones de dólares por Red Hat, nosotros algo menos de 3.000 millones si sumo la compra de Pivotal y la previa de Heptio. Estoy persuadido de que hemos pagado mucho menos por activos mucho mejores”, decía Gelsinger en noviembre en Barcelona. Poco antes, había presentado Tanzu, cartera de productos y servicios dirigidos a optimizar la plataforma PKS [desarrollada por Pivotal] con el fin de construir y desplegar aplicaciones open source sobre Kubernetes.
No es Pivotal la única arma de VMware para librar esta batalla, que fue concebida antes de que IBM comprase Red Hat. “Tras completar la digestión de Heptio debida a su conocimiento profundo de Kubernetes, el paso siguiente fue la compra de Bitnami, cuyo catálogo permite desplegar velozmente software open source en cualquier plataforma cloud conocida así como en máquinas on-premise”, recalca O´Farrell.
Una de las iniciativas inmediatas, tras la integración de Pivotal en su seno, será el esfuerzo de VMware para que su base instalada de unos 600.000 clientes de virtualización combinen la tecnología de contenedores (en una palabra, Kubernetes) con la de servidores virtuales (vSphere). Su integración, que implica dar una nueva arquitectura a vSphere – lo que se ha llamado Proyecto Pacífico – es la jugada más ambiciosa que haya emprendido la empresa.
Ha dicho Michael Dell, avalista de la estrategia de Gelsinger: “El fenómeno Kubernetes tiene sentido por el hecho de que nadie quiere verse atrapado en una determinada forma de infraestructura; por tanto, Kubernetes es esencial para cualquiera que desea contar con una arquitectura multicloud”. Es natural que el propósito de VMware sea defender el dominio que, gracias a su hipervisor, ejerce desde hace años sobre los entornos on-premise, y trasladarlo a ese nuevo mundo donde han aflorado los contenedores, una tecnología que años atrás muchos vieron como amenaza a su hegemonía.
Según O´Farrell, su misión es desarrollar Pivotal como un stack completo – desde la infraestructura a la aplicación – basado en tecnologías open source como Kubernetes (nacida dentro de Google) y Spring, acunada por Pivotal.
En la reciente conferencia KubeCon de San Diego se congregaron más de 12.000 asistentes, la mayoría desarrolladores. Lo que da una idea de la dimensión que ha alcanzado el asunto. Un informe que se presentó en el evento indicaba que en Estados Unidos los empleos relacionados con esta plataforma se han cuadruplicado en seis meses, llegando a un total provisional de 12.500.
Hace sólo cinco años, Kubernetes era una novedad enigmática (al menos lo era para el autor de este blog), surgida como extensión de Docker, que fue la primera expresión del concepto y aún colea. Originalmente, se trataba de una plataforma idónea, pero endiabladamente compleja, para el desarrollo de aplicaciones en modo nativo para la nube. Sigue siendo ambas cosas, en buena medida, pero ha tenido la virtud de que los propios proveedores de servicios de cloud pública llegaran a la conclusión de que necesitan tender un puente con el otro hemisferio del mercado. Mientras tanto, los vendedores de software han hallado en la hibridez una oportunidad de seguir siendo relevantes.
IBM y Red Hat, dos potencias reconocidas en el datacenter, aunque por distintas trayectorias, se afanan desde que consumaron su fusión en armonizar el contenedor de la primera con OpenShift de la segunda, con capacidad para funcionar tanto on-premise como en la cloud pública
Por su lado, VMware tiene un valioso acuerdo con AWS para que vSphere resida en la nube de esta; sobre bases similares ha reformulado sus relaciones con Microsoft y Google. Tiene entonces poco sentido práctico perseverar en la clásica distinción entre cloud privada y cloud pública: ambas son susceptibles de formar parte de un ecosistema, siempre que se asuma que las aplicaciones son lo que realmente importa.