3/02/2020

¿Veto europeo a Huawei? Pregunten a Boris

Boris Johnson, de quien se dice que es oportunista, veleta y mentiroso todo en uno, ha hecho un último favor a esos socios europeos con los que estaba a punto de romper amarras. Su decisión –que aún tiene que tomar forma legal – de permitir que Huawei participe del despliegue de redes 5G, ha trazado la línea que en los próximos meses van a seguir los  países de la Unión Europea, con Alemania en primera fila. Entre un riesgo de seguridad hipotético y otro económico inmediato y real, el primer ministro británico ha optado por enfadar a Donald Trump sin con ello afectar su famosa “relación especial”. Mientras, la Unión Europea ha tardado 48 horas en sumarse a la postura de su antiguo miembro.

Boris Johnson

La tregua comercial pactada entre Estados Unidos y China no ha calmado los atavismos contra Huawei; al contrario, los ha avivado. En estas semanas Trump necesita contar con la sumisión de su partido y el ala extrema le reclama dureza. Los medios, conscientes de que tienen entre manos un asunto de envergadura política, han interpretado la decisión británica como un desaire a Washington. No es que les falte razón, pero el mejor titular lo ha clavado el Financial Times a toda página: “The indispensable company”.

Obviamente, la Casa Blanca hizo saber su descontento y un coro de políticos airados ha clamado venganza por esta traición de un aliado. Incluso dentro del partido de Johnson hubo voces de reproche. Johnson, entre la espada y la pared, puede esgrimir dos circunstancias a favor de su postura. Primera: el NCSC (National Cyber Security Center) insiste en que no se han hallado pruebas para acusar a Huawei de complicidad con el espionaje chino. Y segunda: todos los operadores británicos han  advertido que prescindir de Huawei les causaría retrasos y aumentos de costes en previsiones de despliegue de 5G, tras desembolsar 1.400 millones de libras en la subasta de espectro.

A falta de evidencias, el NCSC – que desde 2010 supervisa un laboratorio creado expresamente para certificar los equipos de Huawei destinados a las redes británicas – sólo podía aconsejar a Johnson que definiera a la compañía como “suministrador de alto riesgo”, un estigma que suena muy fuerte pero carece de valor si no se la nombra.

Formalmente, el objetivo de la política gubernamental sigue siendo el mismo: mitigar los riesgos de interferencia del gobierno chino en las redes de comunicaciones británicas. En la práctica, se admite que los operadores compren a Huawei sus equipos de acceso a las redes 5G, hasta un límite del 35% de su infraestructura. Esta es aproximadamente la cuota que esta  compañía tiene en las redes 4G en Reino Unido. No obstante, quedará excluida de suministrar el core de las nuevas redes, donde están los datos que se valoran como susceptibles de espionaje. Asimismo, el innominado “suministrador de alto riesgo quedará excluido de la cobertura de bases militares y centrales nucleares, entre otros sitios sensibles”.

La compañía china se ha tomado tranquilamente la decisión, casi con ganas de celebrarla. Según su comunicado, la limitación del 35% era previsible e incluso puede ser razonable. Hubiera podido quejarse de que esta restricción no afecta a sus rivales Ericsson y Nokia, pero no es su pelea en este momento.

En todo caso, una cuota del 35% será golosa. Según un informe reciente de la GSMA, el 86% de las inversiones en redes 5G hasta 2025 se destinará al acceso radio, mientras que en 2018 esa proporción fue del 62%.  En Reino Unido, sólo BT ha tenido durante un tiempo equipos de Huawei en su core, que heredó con la compra de EE y luego desactivó. Three tendrá que hacer un reajuste, porque había adjudicado el 100% de su red a Huawei. Vodafone y O2 son clientes de Huawei, pero se verán poco afectados por la medida.

La dificultad para apreciar el impacto procede del hecho de que las fronteras entre el core y el acceso (RAN) van a diluirse en un futuro con  5G. Actualmente, la periferia de la red consiste en antenas y estaciones base – la parte del león, en términos de inversión – mientras el core son los servidores en los que se procesa y almacena la información de los clientes. Pero, a medida que se desarrolle 5G, una parte de la computación migrará desde el core hacia el edge, como condición para disponer de latencias muy bajas. Esto supone que las redes van a funcionar con un software que será común a todas sus funciones. Este ha sido, por cierto, uno de los argumentos favoritos de Estados Unidos para insistir en que Huawei debe ser bloqueada del todo.

Hay también una consideración de costes que los operadores se ocupan de ventilar. La primera oleada de 5G necesita como soporte la actual infraestructura 4G. Por lo tanto, prohibir el acceso a Huawei equivaldría a extirpar sus equipos de las instalaciones en funcionamiento. Esto, desde luego, sin olvidar que los precios de Huawei (y su financiación) son más favorables que los de sus rivales europeos. Mientras no haya una real pluralidad de suministro, si acaso se generaliza OpenRAN, sería difícil a los operadores erradicar a Huawei de sus redes. De hecho, a día de hoy la compañía declara tener 60 contratos para desplegar 5G.

Hasta ahora, la Comisión Europea había tratado de nadar entre dos aguas publicando sucesivos dictámenes sobre la seguridad de las redes, siempre genéricos pero eludiendo el conflicto geopolítico entre Estados Unidos y China, que es de lo que se trata cuando se habla de Huawei.

La semana pasada, la posición del gobierno británico puso en bandeja a Bruselas un catálogo de argumentos. El 29 de enero, la CE dio a publicidad su toolbox (sic) de medidas para mitigar los riesgos de las redes 5G. Los estándares de seguridad – dice el documento – deberán ser reforzados para evitar que estados “no comunitarios”  intenten infiltrarse en las redes europeas. Por supuesto, no se identifica por su nombre a ningún país ni a ningún suministrador.

Lo más específico del texto  de la Comisión recomienda que las autoridades de los estados miembros evalúen los perfiles de riesgo de cada vendedor e impongan restricciones a los que merezcan ser calificados como de alto riesgo. Sobre tales bases, deberá excluirse a determinadas compañías de suministrar “elementos sensibles” a las redes 5G. Asimismo, se aconseja a los operadores que eviten depender de un proveedor dominante. En fin, las coincidencias con la posición británica son abrumadoras.

Por lo visto, el lobby de la administración Trump no ha tenido más éxito en el continente que en la isla británica. Ni tampoco se ha quedado corta la diplomacia china, que puede ser muy sutil o muy abrasiva: el embajador de Pekín en Londres había avisado de que un eventual veto a Huawei  dañaría las inversiones chinas en Reino Unido precisamente en el momento en que más necesita nuevos amigos en el mundo tras abandonar la UE. Promemoria: el bufete Baker McKenzie ha estimado que en 2019, Reino Unido ha sido el segundo receptor mundial de capital chino.

El otro gran mercado europeo, Alemania, ha postergado su decisión final sobre 5G hasta marzo, tras la cumbre que reunirá a los líderes de los 27. La canciller Angela Merkel se ha manifestado contra cualquier sanción a Huawei, mientras los operadores de su país le advertían que descartarla como proveedor sería catastrófico para sus planes de despliegue. La CSU, partido federado con la CDU de Merkel, está claramente a favor del veto. Todos los argumentos valen: Trump ha amenazado con imponer aranceles de importación de coches alemanes, lo que sin duda duele; como duele el recordatorio de que China es el mayor mercado extranjero para marcas como Mercedes y BMW

En esta asignatura de lobby,  poco tiene que aprender Huawei. En Reino Unido, cuenta desde hace años con un consejo asesor de notables, presidido por Lord Browne – ex chairman de British Petroleum – quien  en diciembre exhortó a desafiar las amenazas de Trump. En Bruselas, funciona desde el año pasado un llamado Cyber Security Transparency Center, cuya obvia intención es contrarrestar las sospechas que se vierten contra la compañía.

Otros países de la UE, casi todos, han recibido presiones estadounidenses. En Italia se dio el caso de que el primer ministro Conte tuviera que aprovechar una cumbre de la OTAN para abordar a Trump y pedirle que su embajada rebaje la tensión que ejerce sobre los operadores. Por su lado, Francia tiene a gala afirmar su independencia con respecto a las tesis de la administración Trump, pero internamente ha encargado a su agencia nacional de ciberserguridad un informe antes de adoptar una posición firme acerca de 5G. Moraleja: en ninguna parte se está a salvo y en ninguna se encontrará la fórmula del equilibrio.

[informe de Pablo G. Bejerano]


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