La absorción de Citrix por Tibco, sobre un valor de 16.500 millones de dólares, se ha consumado. Técnicamente, no puede decirse que Tibco sea la nueva propietaria de Citrix, sino que los accionistas – los fondos Vista y Evergreen (este propiedad de Elliott) – han llegado a un acuerdo para compartir activos, con la esperanza de que la boda de dos empresas ya maduras engendrará otra más vigorosa. Así lo sugiere la organización acordada. Citrix funcionará como Cloud Software Group, dividido en tres unidades de negocio: por un lado la Citrix de siempre (virtual desktop y digital workspaces) y por otro NetScaler y ShareFile, que adquirió en la década anterior.
Lo que hasta ahora ha sido Tibco, también se divide en tres unidades: su núcleo principal de aplicaciones e integración de datos seguirá separado de Jaspersoft e Information Builders, dos adquisiciones recientes. Fuera del esquema queda Wrike, proveedor de software de gestión de proyectos por el que Citrix pagó 2.250 millones en marzo del año pasado: será puesto en venta, con el propósito de aliviar la deuda y reordenar las cuotas de ambos socios en la propiedad común.
¿De qué se trata, materialmente? Tras combinar Citrix y Tibco, la nueva compañía tendrá nuevo potencial para vender a las empresas capacidades que unan la experiencia de trabajo híbrido con la gestión, análisis y disponibilidad de datos en tiempo real. Esto en teoría, porque aún no se ha explicitado cómo van a articular las sinergias posibles
El analista Andrew Hewitt, de Forrester Research, considera que la virtud más relevante será la asimilación de los 400.000 clientes de la plataforma DaaS (Desktop-as-a-Service) de Citrix y las herramientas analíticas que Tibco tiene en cartera. Se perfila así un cambio en la estrategia dictada por Vista, que poco antes de llegar a un acuerdo con Elliott renunció a la compra ya pactada de BluePrism, especialista en RPA. El nuevo objetivo pasa a ser, o eso parece, que Tibco funcione como ventanilla única para una gama de herramientas de gestión inteligente de datos alojadas en la nube.
Aparte de las connotaciones financieras que se verán más adelante, la fusión ha traído una sorpresa. El CEO de la nueva compañía no será ninguno de los candidatos imaginados: no será Dan Streetman, hasta ahora CEO de Tibco, ni el interino de Citrix, Bob Calderoni. En cambio, ha sido fichado Tom Krause, quien de la noche a la mañana ha abandonado Broadcom, donde había sido promotor y arquitecto de la adquisición de VMware, aún pendiente de autorización formal.
Ahora bien, si la operación fraguada en enero por Elliott y Vista no convencía a todos, al menos era entendida como un reajuste de las carteras de estos fondos en la industria del software. Observada con esta óptica, ofrece otra perspectiva sobre adquisiciones recientes (y venideras) en esta industria.
El contexto ha cambiado a peor desde que Bank of America, Credit Suisse y Goldman Sachs vieron un buen negocio en dar su respaldo a la operación, valorada en 16.500 millones de dólares. Al principio, la jugada parecía redonda por parte de Elliott y Vista: pese a la magnitud del trato, sus compromisos dinerarios no parecían exagerados.
No había estallado aún la guerra en Ucrania ni se preveía la inflación que ha trastornado el humor de los inversores. Con el nuevo escenario macro, ya no es tan sencillo colocar papeles que ahora tienen tratamiento de bonos basura. De hecho, los bancos invitados a participar han rebajado mucho sus pretensiones, aplicando un descuento que les ha provocado pérdidas por unos 700 millones de dólares. Y aún retienen en sus balances la friolera de 6.400 millones de deuda, cuyo valor es inferior al que los bonos tenían en enero.
Hay quienes, desde la óptica bancaria – distinta a la de los fondos – califican la operación como un fiasco que ilustra bien la situación en los mercados de deuda corporativa. Las pérdidas generadas por la operación ideada por Elliott para desentenderse de Citrix pueden influir endureciendo las condiciones en las que los condiciones en las que se transan los bonos basura.
La invasión de Ucrania y sus consecuencias han aumentado enormemente la volatilidad del mercado y, con el alza de los tipos de interés, operaciones como la de Citrix han pasado a considerarse de alto riesgo. Atendiendo a la petición de Elliott, los tres bancos mencionados vendieron a sus clientes un paquete de 4.550 millones de dólares a una tasa de interés anual de 450 puntos básicos sobre su referencia y con un descuento de 91 centavos por dólar; por otro, les vendieron un bono a tres años de 4.000 millones con un rendimiento superior al esperable.
Durante mucho tiempo, los bancos han utilizado las llamadas líneas de suscripción para apuntalar sus relaciones con fondos de capital privado, más que para lucrarse, porque el margen es muy bajo. Estos préstamos han sido esenciales para los fondos al permitirles inversiones rápidas sin recurrir a sus partícipes. En procesos de adquisición, el mecanismo puede resultar muy útil.
Ha de tenerse en cuenta que las adquisiciones de empresas de software o en sus salidas a bolsa, han tenido por norma atraer a inversores que de buena gana se dejan llevar por una emulación en cadena, pero sin un conocimiento profundo de la situación del mercado. Y por su lado, estas empresas han aprendido a contar la historia a su manera, con métricas como el TAM (mercado potencial total) o la ratio de retención de clientes, dos argumentos de moda que sugieren – pero de ningún modo garantizan – un flujo regular y constante de ganancias.
Bajando a la coyuntura. las perspectivas de crecimiento son vidriosas o no tan buenas como se creía. Las opiniones sobre una recesión en ciernes difieren, pero bastan para asustar a los inversores. Eaunque no hay consenso acerca de la profundidad de la recesión que se perfila. Por lo tanto, en Estados Unidos, el diferencial entre los rendimientos de la deuda corporativa y la deuda pública (de bajo riesgo) se ha ensanchado de manera preocupante. Crónicas de las últimas semanas mencionan una ruptura de la tendencia anterior de escasos impagos: los incumplimientos han llegado a 4.700 millones de dólares, la cifra más alta desde 2020.
En consecuencia, los bancos han comenzado a recortar sus compromisos y a elevar el coste de endeudarse con ellos. Uno de los más liberales, Citigroup, se ha curado en salud marcando un límite de 20.000 millones como tope a las operaciones en las que los fondos privados utilicen el aval de sus inversores como garantía.
El problema que ahora se plantea es qué sucederá con la deuda acumulada y cómo se van a abordar otras adquisiciones en el futuro próximo. Si se confirma la impresión de que viene una crisis crediticia y un aumento del coste del endeudamiento, aflorarán nuevas tensiones.
La liquidez no se ha enjugado, ni mucho menos, pero actuará de otra manera. Una parte de los grandes prestamistas, tal vez los más audaces, están lastrados por el volumen de la deuda de riesgo en sus balances; esto lo tendrán en cuenta los reguladores a la hora de valorar cualquier nueva operación que se sometan a su examen. En el caso de los préstamos ofrecidos por fondos bien apalancados (Blackstone y Apollo, por nombrar dos muy activos) están aplicando tipos de interés flotantes que dejan más expuestos a los prestatarios, pero no sería razonable esperar que los bancos acudan a su llamada en las actuales circunstancias.