8/02/2022

Un giro no del todo inesperado en Orange

A nadie extrañará saber que el nombre de la próxima directora general del grupo Orange ha sido indicado, sin necesidad de disimulo, por el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, con el aval explicito de la presidencia de la República. Al fin y al cabo, el Estado es propietario del 23% de las acciones de la empresa heredera de France Télécom y controla una quinta parte de su consejo de administración. La escogida, Cristel Heydemann, era hasta ahora vicepresidenta de Schneider Electric a la vez que consejera independiente de Orange desde 2017. Asumirá su nuevo cargo a comienzos de abril y será la segunda mujer en dirigir una empresa cotizada del índice bursátil CAC-40.

Cristel Heydemann

La conveniencia de feminizar la cúpula del empresariado francés ha sido la principal razón esgrimida por las autoridades, pero – a diferencia de lo que es normal en las corporaciones francesas – Heydemann será directora general, mientras que sus antecesores eran PDG (presidente – director general). De hecho, se ha encomendado al headhunter Spencer Stuart una exploración de candidatos a la presidencia, que ha dado lugar a un sinfín de rumores.

La nueva directora general no es ajena al sector de telecomunicaciones: trabajó quince años en Alcatel Lucent, entre ellos dos como directora de recursos humanos, pero se encontrará con un panorama muy distinto en su nuevo destino.

Según se ha publicado, el proceso de selección no ha sido transparente. El comité de gobernanza del consejo delineó una lista de seis candidaturas – entre las que se encontraba Heynemann – pero se decantó por elevar dos nombres: Ramón Fernández, actual CFO (y ex director del Tesoro en el ministerio de Finanzas) y Frank Boulben, antiguo empleado de Orange que actualmente es chief revenue officer de Verizon Consumer. La Maire añadió el nombre de quien finalmente ganó la competición.

Heydemann sustituye a Stéphane Richard, PDG desde 2010, quien pasó de ser jefe de gabinete de la ministra Christine Lagarde, hoy presidente del Banco Central Europeo, a la difícil papeleta de normalizar una compañía traumatizada por la implacable supresión de miles de puestos de trabajo, cuyo rastro fueron 35 suicidios entre sus empleados. Richard curó las cicatrices y llevó adelante una gestión laboral que aún hoy es reconocida por los representantes sindicales en el consejo de la compañía.

A la postre, Richard ha pagado el pato de un turbio escándalo, el llamado affaire Tapie, relacionado con la venta de la empresa Adidas al Crédit Lyonnais. En su condición de jefe de gabinete de la ministra, le tocó consumar un arreglo extrajudicial que los tribunales han considerado contrario a derecho y lesivo para el patrimonio público. Por aquellos cargos de 2008, ha sido condenado a un año de prisión en suspenso y, tal como había prometido, dimitió de su cargo en Orange.

De no ser por este desdichado episodio, a los 61 años, tal vez hubiera renovado su mandato una vez más. Por cierto, según Le Monde, en 2021 llegó a sugerir el nombre de Heydemann para ocupar la dirección general, conservando para sí la presidencia.

En doce años al frente de la compañía, es posible encontrar aciertos y fallos en la gestión del PDG saliente. El valor bursátil se redujo un 45% hasta 28.000 millones de euros, pero esta desvalorización no es excepcional en Europa [salvo Deutsche Telekom, gracias a sus inversiones en Estados Unidos].

Tal como han hecho sus homólogos de otras compañías, Richard ha encontrado oídos sordos en Bruselas a su prédica en favor de una consolidación del número de operadores en Europa. No han pasado muchos meses desde que Orange acogía con simpatía la posibilidad de participar de una fusión en España.

En Francia, Orange no consiguió convencer de que el mercado se clarificaría si se rebajaba de cuatro a tres el número de competidores. Por consiguiente, fracasó en el intento de adquirir Bouygues Telecom, el más pequeño de los cuatro. Más éxito tuvo en la unificación de los activos de Orange en África, cuyo valor se ha duplicado.

Está de más decir que no basta designar una directora general para resolver los problemas de Orange. Pronto rebrotarán los rumores acerca de la composición del equipo directivo que la acompañará. Ya han empezado, en cierto modo: se da por segura la salida de Fernández, pero no hay hipótesis acerca de Marie-Noelle Jégo-Laveissiere, CEO adjunta para el negocio europeo.

Sigue sobre la mesa una eventual consolidación, ahora mejor vista, pero el Elíseo se reservará la última palabra. O su versión light, el dilema de ser propietaria de sus torres – a través de la filial Totem – o unificarlas con Vantage, la de Vodafone y potencialmente con las de Deutsche Telekom. En todo caso, cualquier decisión que tenga alcance político deberá esperar al resultado de las elecciones presidenciales y legislativas de este año.

Richard deja a su sucesora un plan estratégico, Engage 2025, del que no se esperan grandes sobresaltos pero pone el acento en la necesidad de bajar los costes operativos – entre ellos los salariales – en paralelo con las inversiones en infraestructura.


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