Para Intel, el año empezó con ánimos, pero se torció al final de enero. Tras despachar 8 millones de procesadores Core de segunda generación, la compañía ha reconocido un fallo de diseño en el chipset, internamente conocido como Cougar Point, que según la información facilitada, podría degradar la velocidad del sistema al cabo de tres años de funcionamiento. Es un problema de reputación y financiero para Intel, y un serio contratiempo para los fabricantes de hardware que ya habían empezado a montar el componente defectuoso en sus PC y placas base. Y esto ocurre en un momento en el que se esperaba que la novedad podría reanimar las ventas en un mercado tristón.
La rápida reacción de Intel revela el deseo de controlar los daños, a diferencia de lo que le ocurrió en 1994, cuando se empeñó durante meses en negar la evidencia de un fallo en Pentium, que acabaría cargando 475 millones en su cuenta de resultados del año siguiente. Esta vez, ha estimado de inmediato que la reparación y/o sustitución le costará 700 millones, más otros 300 millones de caída de ingresos en el primer trimestre. En total, 1.000 millones de dólares, que no es calerilla ni siquiera para una empresa que este año puede facturar unos 50.000 milones de dólares. En cambio, nadie se ha atrevido a calcular el impacto financiero sobre los fabricantes – que intentarán pasar la cuenta a Intel – ni las consecuencias sobre el canal de distribución, que sufrirá una bajada en sus ventas en el peor momento posible.
Estas circunstancias explican que fuera el director financiero, Stacy Smith, el encargado de dar la cara. Sin pretender minimizar la importancia del fallo, Smith quiso dejar claro que los ingresos del trimestre serán mejores que la cifra prevista: en lugar de 11.500 millones, podrían llegar a 11.700 millones, con la ritual coletilla de 400 millones más o menos. La razón de la subida es que ya se ha cerrado la incorporación de la división de productos inalámbricos de Infineon y, en las próximas semanas, ocurrirá los mismo con la compañía de seguridad McAfee, una vez que la Comisión Europea ha dado su visto bueno.
Los productos que contienen el chipset defectuoso empezaron a despacharse el 9 de enero, y aproximadamente medio millón de sistemas han sido fabricados desde entonces. Las marcas afectadas en distinta medida – Samsung, Asus, Acer, HP, Dell y Lenovo – han tomado medidas, que van desde el compromiso de reembolso a sus clientes, hasta la postergación de sus planes de lanzamiento. La industria taiwanesa, principal suministradora de placas base ha suspendido su producción. Según Intel, sus plantas ya están corrigiendo el problema en las nuevas partidas, lo que requiere reemplazar una capa metálica externa, una operación que puede hacerse con relativa prontitud.
Los primeros ejemplares estarán disponibles a finales de febrero, y el volumen de producción se recuperará en abril. Es obvio que el perjuicio para otros actores del mercado se reflejará en las ventas de este trimestre. En el mejor de los casos, dice el analista Shane Rau, de IDC, la normalización no será completa hasta esa fecha, y aun entonces, Intel dará prioridad a las marcas principales, postergando a las de segunda fila. Para colmo, la incorporación de Sandy Bridge a los nuevos MacBook Pro sufrirá un retraso sobre el que Apple no ha querido pronunciarse.
Corresponde advertir que el defecto identificado no afecta el funcionamiento de la CPU, pero supone un riesgo de degradación en los controladores SATA de dos puertos de 3 Gbps en las placas base identificadas como P67 y H67 (en negro en la foto); los otros cuatro controladores, de 6 bps (en azul), no presentan ese problema. A lo largo de tres años de vida, entre un 5% y un 15% de los sistemas podrían sufrir una pérdida media de velocidad del 6%, una ratio que es “inadmisible para nuestros estándares de calidad”, según Intel.
El experto Anand Lai Simp explica así la relevancia del factor estadístico: “en estas situaciones, el problema no aparece en cada chip y en cualquier situación, sino n veces en un número grande de chips. Cuando el fallo no se presenta trabajando con pequeñas cantidades, es difícil de identificar, y esta es la razón por la que no fue encontrado antes [a pesar de las pruebas intensivas tanto en los laboratorios de Intel como en los de sus clientes]”.
Lo hecho, hecho está, pero el prestigioso Anand se pregunta por qué Intel insistió en ese modelo de chipset, de una tecnología previa a la concepción de la nueva familia de procesadores, cuando tiene previsto sacar en abril uno nuevo, llamado Z68. “Es posible que algunos fabricantes de placas opten por esperar hasta entonces, y prefieran trastornar sus planes en lugar de atender peticiones de cambio del producto modificado.