Apple es muy dueña de no publicar las cifras de venta de su Watch, en el mercado desde hace ya un año. Lo que obliga a confiar en la estimación de IDC, según la cual en 2015 se despacharon 11,6 millones de unidades del reloj ´inteligente` de Apple. Puede que sea un cálculo tímido, comparado con los de varios analistas bursátiles, pero no es mal dato si se considera que duplica el número de iPhones que Apple despachó en el primer año de vida de su producto estrella. Todas las fuentes, quizá para no pillarse los dedos, vaticinan que en en 2016 venderá aún menos, pese a – o a causa de – la espera de un nuevo modelo. KGI Securities, por citar un ejemplo, no pasa de 7,5 millones de unidades.
No faltan argumentos para justificar esta inclinación al pesimismo, que acecha a Apple en todos los flancos. Estos son algunos de los juicio publicados: que el mercado para esta categoría es todavía joven, que no ha madurado, que carece de aplicaciones revulsivas, que el diseño del Watch necesita mejorar, que la duración de la batería no es suficiente, que la dependencia del iPhone es un fallo… en fin, que habría motivos para una demanda cautelosa.
El Watch es la primera categoría nueva tras el iPad y la primera bajo el mandato de Tim Cook. O sea que esta vez no vale preguntarse qué hubiera hecho Steve Jobs en su lugar. Pero, pese a las expectativas que había despertado, Apple – es decir, Cook – decidió incluirlo en la categoría ´otros productos`, un cajón de sastre en el que convive con el iPod, Apple TV, auriculares, routers, carcasas y cualquier otro accesorio no individualizado.
Lo que parece evidente a estas alturas es que el reloj ´inteligente` de la marca de la manzana no tiene gancho por sí mismo como para atraer una demanda masiva. Depende en demasía del iPhone – sus funciones autónomas son las tópicas – y la marca ha apostado por un formato cuadrado voluminoso en lugar de la esfera de toda la vida. De hecho, la mayoría de los fabricantes de smartwaches bajo Android han abandonado el diseño cuadrado. Los propios usuarios de Apple, que fueron los primeros en comprar el accesorio, parece que tampoco acaban de estar tan convencidos como lo están con respecto a otros productos de la casa.
Por otro lado, la industria relojera ha reaccionado a la ofensiva de Apple, y no es que venda muchos relojes ´inteligentes` pero ha conseguido parar la invasión de su territorio.
Más de la mitad de los consultados para una encuesta reciente considera que el reloj de Apple es un fracaso. Pero si la muestra se concentra en los usuarios reales, que poseen un Watch, el 77% lo califica como un éxito, y dos de cada tres prevé pasarse a la próxima versión. De manera que hay mucho subjetivismo en juego. Lógico tratándose de un accesorio de lujo, que es la premisa de la encuesta.
Su relación entre precio y utilidad está lejos de la de cualquier otro producto de Apple. Serían necesarias un par de generaciones del producto antes de que pueda asegurarse que los ciclos de reemplazo y los precios se alinean con los intereses de Apple a largo plazo. Pero si se considera lo ocurrido en el primer año, desde ya puede decirse que la sustitución de un reloj por su hermano de la siguiente generación será muy inferior a la que se ha observado históricamente para el iPhone [cuyo ciclo de vida se está estirando precisamente ahora].
¿Para qué se usa el Apple Watch? La pregunta es muy pertinente. Sus dos usos dominantes son el seguimiento de la actividad y la recepción de notificaciones (el 79% de los usuarios), seguidos de la música (75%) y la consulta del correo electrónico o el chat (66%). Estas son las funciones más utilizadas. Los usuarios de este reloj señalan muy mayoritariamente que la comodidad de ver un aviso de calendario con una mirada o una notificación de texto rápido, en ambos casos sin necesidad de sacar el iPhone del bolsillo, es la principal razón de su adhesión.
El grupo de investigación de mercado que pregunta cada semana a unos 2.500 propietarios de smartwatches y pulseras de fitness, discrepa de quienes dicen que es «una novedad mediocre»: por el contrario, constata que goza de un nivel de satisfaccíón «sorprendentemente alto».
Los malos augurios están fuera de lugar con la primera versión del dispositivo de una marca abonada al éxito. Los que no opinan a humo de paja advierten que el trabajo más importante que debe acometer Apple en la segunda versión – que, se supone, saldrá en la segunda mitad del año – es mejorar el hardware interno. Aunque, claro está, su tamaño no deja espacio para añadir nada.
Las aplicaciones de terceros, en cualquier caso, son una piedra angular del esfuerzo de marketing de Apple a través de todas sus plataformas. Son un argumento de venta esencial, pero las verdaderamente indispensables en opinión de una mayoría de usuarios, no se ha materializado. El SDK inicial WatchKit era bastante limitado para un gadget a cuyo desarrollo se dedicó tanto tiempo. La versón ´nativa` introducida en WatchOS 2, ya era una mejora, pero insuficiente para atraer en masa a los desarrolladores.
Muchas de las aplicaciones para el iPhone, ampliamente utilizadas, no tienen su versión optimizada para el Watch, lo que circunscribe bastante la motivación de compra. Además, no parece que el hardware sea muy rápido, lo que desalienta el uso de las pocas aplicaciones decentes.
Hay más problemas: añadir LTE y GPS haría crecer las dimensiones del aparato y podría dar un consumo alocado de la batería. Estos y otros cambios sugeridos serían lo mínimo a incluir para que este dispositivo fuera absolutamente autónomo del iPhone. Precisamente ahí puede residir el principal escollo a salvar. Así como otros wearables pueden sacar partido del smartphone si están conectados a él pero no le necesitan para funcionar, el Apple Watch carece de utilidad (aparte de dar la hora) si no tiene cerca un iPhone. En definitiva, se confirma que no llega a ser una categoría nueva sino sólo un accesorio del teléfono. A los fans de Apple les toca decidir si es demasiado caro y poco útil. Tiempo al tiempo.
[informe de Arantxa Herranz]