Los analistas de Deutsche Bank y Barclays Capital califican al sector de las telecomunicaciones en Europa como “defensivo”, lo que en su jerga viene a decir que en esta crisis puede servir como parapeto para los inversores temerosos de la volatilidad bursátil. Recuerdan que la cotización de los operadores está teniendo un comportamiento mejor que el de otros sectores. “A primera vista – escribe Mathieu Robillard, de Barclays – la Covid-19 está siendo relativamente benigna con estas compañías. En todas partes se repite el mismo mensaje: la demanda se ha disparado y el tráfico de voz y datos, tanto fijos como móviles, se ha incrementado”. En España, el aumento medio ha sido del 40%.
La cuestión es saber qué impacto tendrá el aumento de la demanda sobre los resultados trimestrales que se conocerán en las próximas semanas: Orange (30/4), Telefónica (7/5) y Vodafone (12/5) en el caso de las telecos españolas.
Es interesante una observación firmada por Keval Khiroya y otros analistas de Deutsche Bank Research: “el apalancamiento ha dejado de ser un problema para los operadores, gracias a que su generación de caja hace posible cubrir los vencimientos de deuda de los dos próximos años sin acudir el mercado de crédito”. El mismo autor advierte que la liquidez de finales de 2019 no es un indicador definitivo, porque algunos operadores aún pueden tener necesidades relacionadas con las subastas de espectro o, en ciertos casos, de ampliar su capex.
De su lado, Robilliard (Barclays) apunta que la reacción de las bolsas peca de excesiva en relación con el descenso potencial de la calificación del sector. “El impacto sobre los ingresos del sector podría estar en torno al 2% y sobre el EBITDA en el 6% […] si bien existen importantes diferencias materiales entre unas compañías y otras”.
A Telefónica le encajan al dedillo estas descripciones, pero tiene un punto débil: su cotización se ha estabilizado en la línea de los 4 euros, cuando los analistas citados estiman el valor objetivo de la acción en 7,20. Afortunadamente para José María Álvarez-Pallete – acaba de cumplir cuatro años al frente – esta crisis ha pillado a la compañía con un plan ya aprobado y en ejecución. Este concentra la prioridad en cuatro mercados (España, Brasil, Reino Unido y Alemania) y se declara abierta a otras fórmulas en otros países menos relevantes. La nueva estructura se completa con la creación de dos filiales, Telefónica Tech y Telefónica Infra, ambas susceptibles de integrar otros socios en el futuro.
Los resultados trimestrales, que se publicarán la semana próxima, dirán hasta qué punto han llegado los efectos de la Covid-19 sobre el negocio de Telefónica. El modelo elaborado por Deutsche Bank para las telecos europeas contempla un retroceso del 2% en el conjunto del año que, como hipótesis para Telefónica, sería confortable o en todo caso se asume que en el primer trimestre habrá sido agudizado por el impacto brusco de la pandemia y la necesidad de hacerle frente.
Desde luego, hay factores que podrían atenuar el golpe, entre ellos el ahorro en costes comerciales, ya que están suspendidas las campañas de captación de clientes [la corrección gubernamental de la portabilidad será un freno para el churn que habitualmente afecta proporcionalmente más al operador dominante]. La certeza de un recorte en la inversión fija es otro elemento compensatorio: el despliegue de la nueva red 5G será ralentizado, a la vez que la subasta de nuevas frecuencias – inicialmente prevista en junio – se ha postergado sin fecha.
Entretanto, la deuda, que era de 37.700 millones de euros al finalizar el año, no es motivo de inquietud. Lo dijeron casi alimón el presidente y la directora financiera del grupo, Laura Abasolo. En primer lugar, porque la compañía cerró 2019 con una tesorería de 22.800 millones de euros y, en segundo, porque ha reducido un 8% su endeudamiento [15.000 millones menos desde 2016] además de estirar en casi cuatro años su vida media, que actualmente es de 10,5 años, con el consiguiente ajuste a la baja de los intereses.
En este contexto, el dividendo debería ser sostenible, según la tesis de la compañía. Circula en la sociedad – y no sólo en la española – una corriente de aire que presiona para que las grandes compañías cotizadas suspendan la remuneración a los accionistas como contribución a la recuperación. Es lo que ha hecho en Francia Orange. La incógnita que plantea en el caso de Telefónica es qué impacto podría tener sobre la cotización la ruptura de un compromiso para ahorrarse unos 2.000 millones.
En la práctica, los inversores parecen estar más pendientes de otros asuntos. Uno de ellos es la búsqueda de socios para los activos ahora agrupados en Telefónica Hispan. Ya en febrero, antes de la presentación de resultados anuales, la cotización se calentó tras correrse la voz de que se iba a anunciar una operación de calado, pero rápidamente volvió al terreno que frecuentaba al no concretarse esa suposición.
Por otro lado, algunos medios supuestamente enterados agitan la cuestión de las conversaciones que se mantendrían con fondos “amigos” a los que se podría dar entrada en el capital de la matriz a cambio de un acuerdo para actuar como escudo contra alguna emboscada hostil. Con una capitalización bursátil de sólo 22.000 millones, no se puede descartar nada.
[publicado en La Vanguardia el 26/4]