Una endiablada situación jurídica, enrarecida por la política, ha acabado con la paciencia de Telecom Italia, que tiene decidido abandonar Argentina, vendiendo su participación en la empresa Telecom Argentina, pese a que su deseo original era el contrario: ejercer la opción de compra pactada previamente por el porcentaje que no controla. Desde 1990, Telecom Argentina es la operadora de telefonía fija concesionaria de la mitad norte del territorio – la otra mitad fue adjudicada a Telefónica – y actualmente presta servicio a un 30% de los usuarios de móviles. El año pasado facturó unos 2.800 millones de euros, un crecimiento del 18%, y prácticamente no tiene deuda financiera.
Lo anterior define a Telecom Argentina como una empresa saneada, sin otros problema que los derivados de su estructura accionarial. Fue creada como sociedad conjunta entre France Télécom y Telecom Italia; cuando, en 2003, el socio francés decidió replegarse de América Latina, la operadora italiana creyó oportuno, en lugar de comprarle su participación, promover – o resignarse, no está claro – la entrada de un grupo empresarial local, propiedad de la acaudalada familia Werthein. El nuevo socio, mientras desembolsaba con una mano 165 millones de dólares, con la otra recibía de Telecom Italia 60 millones como pago por el derecho a recomprarlas en un plazo de cinco años.
Al cumplirse el plazo, a mediados de 2008, Telecom Italia pretendió hacer uso de su opción, ofreciendo 400 millones de dólares por el paquete en poder de los Werthein, pero estos se negaron a vender. Entretanto, había ocurrido algo que nadie había previsto, la entrada de Telefónica en el consorcio Telco, que controla el 12% de la operadora italiana, ahora presidida por Franco Bernabé. Esta circunstancia fue esgrimida para echar a rodar la sospecha de que Telefónica tendría una agenda oculta con intención de conseguir la hegemonía de las telecomunicaciones en el país sudamericano.
Con este telón de fondo, el gobierno argentino, entonces presidido por Néstor Kirchner, dictó una resolución que bloqueaba la opción contractual de Telecom Italia y, al mismo tiempo, le prohibía enajenar las acciones de su propiedad. La prensa argentina interpretó que los italianos sólo podrían vender a un comprador que fuera “aceptable para Kirchner”.
El enredo se complicó más tras el triunfo electoral de Cristina Fernández, esposa y sucesora de Kirchner: una nueva resolución ministerial prohibió a los consejeros designados por el accionista italiano tomar decisiones sobre el futuro de la empresa; aunque los tribunales quitaron la razón al gobierno, el daño ya estaba hecho: la porción de acciones de Telecom Argentina que cotizan en bolsa se derrumbó. Al final, Bernabé ha tirado la toalla: Credit Suisse ha sido designado para buscar un comprador idóneo.
La idoneidad no es un concepto fácil de definir en la política argentina. Al parecer, habría dos candidaturas dispuestas a tomar el control de la operadora. Uno es el grupo Clarín, que además del diario del mismo nombre posee la principal red de TV por cable.y está interesado en explotar los negocios de triple play y televisión móvil. La segunda oferta provendría de un consorcio encabezado por el empresario Eduardo Eurnekian. La diferencia, relevante en el contexto anterior, consiste en que a Eurnekian se le tiene por afín a los Kirchner, mientras que la política informativa de Clarin casi nunca coincide con los intereses gubernamentales.