Bastaría con decir que los CEO de cuatro gigantes de Internet han salido indemnes tras cinco horas de interrogatorio al que fueron sometidos por una comisión del Congreso estadounidense. A lo que hay que añadir que al día siguiente los cuatro fueron confortados por el veredicto de un jurado que les importa más, los inversores. El ejercicio de combinar Alphabet, Amazon, Apple y Facebook [sólo faltaría Microsoft para completar el Olimpo] sus ganancias sumarían 28.000 millones de dólares trimestrales. Como recompensa, la capitalización bursátil de las cuatro ha aumentado 250.000 millones, hasta más de 5 billones de dólares. O, si se prefiere otra comparación, aproximadamente el PIB de Japón.
Sundar Pichai, Mark Zuckerberg, Tim Cook y Jeff Bezos
Si algo ha puesto de relieve la videoconferencia múltiple del miércoles ha sido que – a diferencia de las sanciones individuales aprobadas por la Comisión Europea – los legisladores estadounidenses se encuentran todavía en la fase de formarse una opinión que tenga suficiente sustento jurídico, pero no están todavía en condiciones de acusarlas. La retórica sobre los “emperadores online” (sic) no enmascara lo lejos que están de alterar los nervios de Sundar Pichai, Jeff Bezos, Tim Cook y Mark Zuckerberg o de tres centenares de lobistas que tienen a sueldo en Washington DC.
El asunto que se dirime es si las actuaciones de estas empresas infringen una legislación antitrust envejecida, que no conoce la realidad del mundo. Los investigadores llevan más de un año recopilando documentos [han rastreado hasta mensajes del difunto Steve Jobs] pero la sesión telemática no acreditó que el Congreso esté preparado para iniciar un procedimiento formal. Del impacto mediático que se buscaba con una comparecencia colectiva, sólo ha quedado la convicción de que las cuatro investigadas tienen negocios distintos y no parece que haya colusión entre ellas.
Toda interpretación moderna de la legislación sobre competencia gira en torno al perjuicio que una empresa (o varias) puede causar a los consumidores. De ello se derivarían serias perturbaciones para todo el sistema económico. Un primer criterio aconseja corregir las prácticas anticompetitivas mediante sanciones económicas o, en su caso, forzando la segregación de los negocios que generan esas prácticas. Otra fórmula prescribe que la escisión sólo tendría sentido si introducir artificialmente más competencia produce beneficios tangibles a los consumidores, ya sea en poder adquisitivo o en la calidad y diversidad de productos y servicios de que se trate. La comisión parlamentaria no está ni mucho menos cerca de esa meta, ni lo estará mientras persiga un espectáculo colectivo como el de la semana pasada.
Cinco horas – con interrupciones técnicas – dieron tiempo para diversas alusiones al papel relevante de las empresas tecnológicas en la batalla por la hegemonía económica y militar que Estados Unidos no quiere perder. En varios pasajes se habló del riesgo de que una regulación reforzada pueda favorecer la penetración china. Mark Zuckerberg – impasible ante las críticas y las multas – recordó a los congresistas que hace una década las mayores compañías tecnológicas del mundo eran estadounidenses y hoy la mitad son chinas. Sundar Pichai dejó caer que es un error poner cortapisas a los contratos con el Pentágono [se refería a un proyecto de IA cancelado ante la presión ejercida por los empleados de Google].
Salieron a relucir asuntos como desinformación, privacidad, preferencia a los sitios propios, trampas con algoritmos, control de mercado, tarifas abusivas, etcétera. Todo ello preocupante y tal vez sancionable, pero que cada palo aguante su vela. Meter todos los pecados en un bloque sólo puede tener sentido propagandístico o quizá para impulsar una modernización legal, pero no como soporte para una acusación formal. Los comparecientes supieron desmarcarse unos de otros. Jeff Bezos – que casualmente es propietario del Washington Post – calificó a las redes sociales de “máquinas de supresión de matices, malsana para la democracia”. Fue una pena que la cámara no enfocara a Zuckerberg en ese instante.
Un rasgo que les permitió salir indemnes fue que las preguntas de republicanos y demócratas confirmaron que estos tienen prioridades divergentes. En este año de campaña electoral, los epígonos de Donald Trump están convencidos de que las plataformas de Internet quieren impedir a toda costa su reelección. Mientras, el programa demócrata pone el acento en los abusos de poder de las compañías de internet. A la hora de la verdad, ambos tropiezan con un mismo problema, la indiferencia de los usuarios. De hecho, como se comprobaría al día siguiente, Alphabet, Amazon, Google, Facebook y Apple sólo tienen algo en común: están en el cénit de su riqueza e influencia.
Alphabet registró – por primera vez en quince años – un declive en sus ingresos trimestrales, pero sus beneficios de 7.000 millones de dólares han sido muy superiores a todo pronóstico independiente, gracias a que su facturación publicitaria decreció mucho menos que el resto del sector. Ah, por cierto: Pichai legó esta frase a las hemerotecas: “me parece evidente que operamos desde hace tiempo bajo una vigilancia constante y, a nuestra escala, nos parece apropiada”.
Amazon, pese a haber incurrido en gastos superiores a los esperados por culpa de la Covid-19, mejoró sus ingresos en 8.000 millones más de lo previsto por los analistas y duplicó su beneficio neto con respecto al del año pasado por estas fechas. Los congresistas republicanos se metieron con Bezos – presuntamente anticonservador – a propósito de las condiciones que Amazon impone a los vendedores independientes. A lo que el interpelado replicó de hecho con un crecimiento excepcional de las ventas de esos vendedores a través de su plataforma online. En cuanto a su filial de servicios cloud, su facturación anualizada se acerca a los 40.000 millones de dólares y vuelve a hablarse de una posible separación (voluntaria) de ambos negocios.
Apple, ante la sorpresa general, ganó más de 11.000 millones en el trimestre, en buena medida gracias a su catálogo de servicios mediante la App Store, criticada durante la sesión. Tim Cook refutó a quienes le acusan de lucrarse con la crisis sanitaria: “en tiempos como estos, nuestra primera preocupación es hacer crecer la tarta, y los servicios de Apple son un ejemplo perfecto de cómo hemos ayudado a mantener viva la actividad de restaurantes, pequeño comercio y emprendedores”. En ayuda de Apple, las ventas de iPhone aumentaron un 25% en un trimestre que vio caer un 16% el mercado mundial.
Facebook duplicó sus beneficios y el número de usuarios activos creció otro 12%, superando los 2.700 millones de individuos. La iniciativa de boicot publicitaria acogida por un millar de grandes anunciantes no llegó a tiempo para reflejarse en los resultados, pero Zuckerberg advirtió que su impacto será mínimo porque “la mayor parte de nuestro negocio publicitario sigue operando normalmente con los pequeños anunciantes”.
[informe de Mario Kotler, desde San Francisco]