De cara al público, la postura de Apple en torno a la privacidad consiste en aparecer como un paladín de los intereses del usuario. Pero cuando tiene que pasar del discurso a los hechos, hace lobby de tapadillo en contra de las normativas que se proponen en Estados Unidos. Tim Cook ha asumido personalmente el protagonismo en la materia – prueba de la trascendencia que otorga al asunto – con un objetivo evidente: marcar distancias con respecto a Facebook y Google. Estos, a diferencia de Apple, basan lo esencial de sus modelos de negocio en el uso de los datos, despertando el temor al fantasma de unas restricciones que Apple no quiere para sí.
Estos pronunciamientos, oportunamente repercutidos por los medios, han creado expectativas. Apple proclama el derecho de los usuarios a la limitación de sus datos que se recogen – o incluso a que no se recojan – así como a saber qué información se obtiene y para qué, a reclamar una copia de esos datos para corregirlos o eliminarlos y, la consumación de tan buenos deseos, que se garantice la seguridad de su almacenamiento. El apoyo formal a la privacidad choca con el rechazo de la compañía a apoyar ninguno de los proyectos de ley que, en teoría, coinciden con su actitud.
En los estados de California, Washington e Illinois ya se han aprobado leyes sobre privacidad, con la curiosidad de que Apple se ha valido de entes afines, como TechNet o CompTIA, para hacer campañas en contra. Son acciones incómodas para la compañía, porque siempre habrá alguien que recuerde la fobia de Steve Jobs hacia las acciones de lobby. Cook, su heredero, ha dejado claro que tiene ideas propias.
Las diferencias con Facebook, Google y Amazon son notorias: estas se han opuesto activamente a las leyes sobre privacidad y son hostiles a toda restricción que perturbe su negocio. En 2017, el holding Alphabet gastó 22 millones de dólares en lobby, mientras Facebook consignaba 13 millones bajo el eufemismo “asuntos públicos”; Apple, pese a facturar más, dedicó sólo 7 millones a ese capítulo. Sin cifras conocidas, se interpreta que las tres han incrementado su presupuesto para responder a las críticas que reciben tanto en Estados Unidos como en Europa.
La normativa californiana, que entrará en vigor en 2020, es representativa del ambiente. Facebook y Google siguen presionando para que se corrijan ciertos aspectos lesivos para sus intereses. Las asociaciones que lograron de la legislatura estatal una norma de defensa de la privacidad mantienen su vigilancia ante su eventual desnaturalización. Mientras tanto, Apple trata de no verse salpicada: su situación es más cómoda porque su negocio no se centra en la recogida de datos para revenderlos.
Al respecto es interesante la polémica despertada por una carta dirigida a Tim Cook por siete empresas desarrolladoras de aplicaciones para el iPhone. Lo que tienen de común estas empresas es que sus productos se valen de la localización de los usuarios como base para servicios de seguimiento de dispositivos, medición de riesgos en la conducción, citas ´románticas` o búsqueda de amigos cercanos. Temen, con fundamento, que el sistema operativo iOS 13 – actualmente disponible en beta y que será anunciada en septiembre – reviente su negocio al restringir datos que son esenciales para su negocio.
Como es de suponer, argumentan la legitimidad de esas prácticas, a lo que Apple ha respondido que los cambios sólo pretenden que los usuarios del iPhone estén debidamente informados acerca del grado de acceso a sus datos que ceden a terceros cuando hacen uso de esas aplicaciones. Durante la instalación de iOS 13, cada usuario podrán definir sus límites propios a la posibilidad de seguimiento permanente aun cuando la aplicación no esté activa.
Con la llegada de iOS 13, Apple proclama que los usuarios se beneficiarán de más transparencia y control sobre sus datos personales. Sin embargo, ha llamado poderosamente la atención que incluya una nueva función, ´Sign in with Apple`como réplica de las que Google y Facebook ofrecen para iniciar sesión en aplicaciones de terceros. Aunque hay una diferencia: la información personal no se comparte con estos, que ni siquiera tendrán acceso al mail del firmante. Para Apple, supone una oportunidad de atraer más usuarios y, sobre todo, de erosionar la dependencia que muchas aplicaciones tienen de Facebook y Google.
En la práctica – reprochan los autores de la carta a Cook – Apple tiene una aplicación propia, FindMy, que rastrea la localización de otros usuarios de iPhone, pero no requiere autorización expresa. La información así obtenida reside exclusivamente en los sistemas de la compañía – replica esta – y en ningún caso se facilita a terceros.
Lo que vendría a confirmar que la gestión por Apple de la privacidad está condicionada por la táctica de privilegiar sus propias aplicaciones, de manera que apuntalen la estrategia de aumentar el peso de los servicios – categorías como música, juegos y video en streaming – y así compensar el declive de los ingresos por venta de hardware.
De todos modos, el activismo verbal de Cook se ha puesto en jaque con las revelaciones del Washington Post, según las cuales los subcontratistas que controlan la calidad de su software Siri escuchan regularmente información de los usuarios en distintas circunstancias, claro que con el declarado propósito de mejorar la inteligencia ´artificial` del asistente: el resultado de esta suerte de machine learning chapucero ha sido una siembra de desconfianza.
Sólo los ingenuos podrían pensar que se trata de opciones tecnológicas. El contexto político es relevante. Apple, en la misma medida que Facebook o Google, ha emergido como parte involucrada en las acusaciones que – tanto en Washington como en Bruselas – se elevan contra un sector que se conoce universalmente como Big Tech. Que el castigo haya recaído sobre Facebook no implica que sus rivales estén a salvo.
La campaña electoral en Estados Unidos está cogiendo vuelo, mientras en Europa el proceso de designación de la nueva Comisión no ha frenado los trabajos de los equipos profesionales en varios expedientes que podrían desembocar en sanciones contra estos gigantes tecnológicos. Aunque Cook argumente que “Apple no tiene una posición dominante en ningún mercado”, todos han tomado nota de la sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos que abre la posibilidad de que algún juez procese a la compañía por prácticas monopólicas en la venta de aplicaciones y de que, análogamente, la denuncia de Spotify contra la AppStore podría salir airosa.
Como apostilla final, cabe añadir que Apple se ha plegado a las exigencias del gobierno y ahora almacena las claves de seguridad de iCloud en suelo chino, una excepción notable pero que podría no ser la única si Rusia diera con la misma fórmula para quebrar la resistencia de la compañía. No es una situación confortable para una abanderada de la privacidad.
[informe de Pablo G. Bejerano]