La salida al mercado del smartphone plegable de Samsung ha marcado, con demora, la apertura de una nueva categoría. No era lo que pensaba este blog hace meses, cuando canceló una crónica que calificaba al Galaxy Fold – y al Mate X de Huawei – como algo prematuro. Hoy, las dudas persisten acerca del tirón que puedan tener entre los consumidores, pero no se puede negar su arrastre en el resto de los fabricantes. Varios de estos dicen tener planes de lanzamiento de terminales con estas características. Para empezar, rompen el techo de precio: los dos que se conocen rondan o sobrepasan los 2.000 euros, de modo que se hace difícil creer que revitalicen la alicaída demanda de smartphones.
Aun así, un informe de la consultora IHS Markit estima que las ventas en 2025 alcanzarán una horquilla de entre 31 y 104 millones de unidades. Puede parecer poco o mucho, pero el desfase se debe a que la consultora contempla tres hipótesis: los extremos citados corresponden a 1) los futuros plegables tendrían poca diferencia con los actuales, o 2) serían radicalmente diferentes. Entre medias, ni una cosa ni la otra, 53 millones de unidades.
¿Tiene sentido este ejercicio prospectivo? Sí, porque es el anzuelo de un documento que pone el acento en el coste de una pantalla AMOLED plegable, muy superior al de las actuales curvadas, con el resultado previsible de una espera de varios años. He aquí una de las claves del dilema: cuándo se abaratará la tecnología y a qué ritmo. No es la única pega, porque al Galaxy Fold se le ha reprochado ser demasiado grueso y una pantalla demasiado estrecha cuando no está plegado. Por consiguiente, al no haberse encontrado un diseño generalizado, su durabilidad y resistencia generan más dudas aún.
Recuérdese que Samsung tuvo que posponer la comercialización del Galaxy Fold después de que una primera tanda de dispositivos de prueba distribuidos a la prensa no aguantó el tratamiento al que fueron sometidos. Pasados los meses, el fabricante coreano hizo los cambios que entendió necesarios y el dispositivo modificado ya está en las tiendas a 2.000 dólares. La compañía dice haber corregido las deficiencias, curiosamente relacionadas con la pantalla, que se supone es una especialidad de la casa, añadiendo elementos para que no se cuele polvo entre la pantalla y para que la lámina protectora no pueda retirarse por error. Asegura Samsung que el Galaxy Fold ha sido desdoblado en fábrica 200.000 veces, equivalentes a 100 veces por día durante cinco años.
La parte plegable de la pantalla se compone del cristal que tiende a una posición extendida, mientras que la capa que lo cubre se tensa al desplegarse. Los dos materiales tienen comportamientos antagónicos, a lo que se suma el hecho de que, para que el cristal sea más resistente hay que aumentar su grosor. Esta es la razón por la que Corning, el gran especialista estadounidense, se afana por desarrollar una solución de cristal ultrafino que pueda doblarse en ángulo estrecho. Su rival AGC, del grupo Mitsubishi, también busca la flexibilidad como condición para suministrar cristal a la industria de los smartphones plegables. La delgadez del material es un requisito esencial, pues los sensores táctiles de la pantalla se basan en óxido de indio y estaño, que pierde propiedades al insertarse bajo capas de otro material. De ahí que la búsqueda de alternativas sea otra de las líneas de investigación que sigue la industria.
Tampoco se sabe qué versión del formato será definitiva. Los terminales que se pliegan hacia dentro requieren una tercera pantalla y más batería, por lo que son necesariamente más gruesos. Por su parte, los que se doblan hacia fuera se ahorran un panel táctil, pero la pantalla queda expuesta y puede dañarse más fácilmente. En todo caso, quede claro que la producción dista mucho de haber alcanzado la escala masiva. Samsung Display, su compatriota LG Display o las chinas BOE y Royole tienen por delante mucho trabajo antes de garantizar un suministro adecuado de paneles.
La tecnología no está suficientemente madura, es la pura verdad. Lo que no ha impedido a los fabricantes lanzarse a una carrera propagandística. Suele olvidarse que el primer smartphone plegable en aparecer fue el FlexPai, de Royole: a unos ´moderados` 1.300 dólares, parecía más bien un dispositivo ´ficticio`, en el sentido de que su destino no era otro que mostrar la capacidad de este fabricante chino para producir pantallas flexibles, con el fin de venderlas a terceros. Casi simultáneamente al de Samsung, se conoció el Mate X de Huawei, pero si la coreana tuvo la mala suerte de que alguien descubriera un fallo estructural del Galaxy Fold, su competidor chino ya tenía los conocidos problemas de raíz política que han hecho aconsejable postergar la aparición de este modelo tras una fugaz (y muy comentada) demostración.
Otras compañías chinas, como TCL (que posee la marca Alcatel), Oppo, Vivo, Xiaomi y Lenovo (en este caso con la marca Motorola) tienen planes para presentar sus dispositivos plegables en los próximos meses. Si hasta Microsoft se ha echado al ruedo anticipando que en la segunda mitad de 2020 presentará el Surface Duo, que supone retornar al mercado de los móviles con un modelo plegable con dos pantallas, esquema que ya sigue LG con su G8X ThinQ. Se trataría en estos casos de dispositivos más fáciles de producir – puede, por tanto, que más baratos – y pensados para que cada pantalla se pueda dedicar a una tarea diferente. De Apple se esperan muchas apuestas en 2020, una de ellas fruto de las patentes que tiene registradas en relación con dispositivos plegables. Por lo pronto, ha invertido 250 millones de dólares en la empresa Corning, adicionales a otros 200 millones inyectados en 2017.
Aparte de su Galaxy Fold, Samsung ya tendría en camino otros dos modelos plegables y ha registrado un conjunto de patentes relacionadas con esta categoría pero con un concepto más enrevesado, nunca mejor dicho: los terminales enrollables. Dejando de lado la dosis de ciencia ficción que suelen contener las patentes, los movimientos comerciales reflejan la desesperación por sacar al mercado un revulsivo del mercado. IDC ha calculado en el 2,3% la caída de ventas de smartphones al cierre del segundo trimestre y pronostica que la tendencia se agravará en el resto de 2019.
Hasta la fecha, los plegables se posicionan más como un producto para presumir de riqueza (los consumidores) y de tecnología (los fabricantes), por lo que venderlos masivamente se antoja imposible. La fase actual – provisional – servirá a la industria para recabar el feedback de los usuarios para luego refinar los dispositivos futuros y optimizar las cadenas de producción.
Los movimientos para situarse en carrera se suceden; las compañías sacan pecho cuando hablan de sus inversiones en I+D, pero la cuestión clave no consiste en si estos dispositivos son innovadores, que lo son. Tampoco importa realmente cuánto tiene de innovación el conocimiento que se reserva internamente hasta que las circunstancias sean propicias. Al fin y al cabo, la calidad de las pantallas, la sutileza de las bisagras o la solidez del cristal no harán que la gente corra a las tiendas.
Convendría reflexionar más sobre este aspecto de la cuestión. Más que la innovación como concepto manido, para vender smartphones (que en sí ya tienen poco de sorprendentes) se necesita una mezcla de utilidad y conveniencia, de necesidad y precio. En realidad, la utilidad de los dispositivos dependerá sobre todo de las aplicaciones que se desarrollen específicamente para el formato: para empezar, deberán soportar los dos tipos de pantalla. En el Galaxy Fold, sin ir más lejos, algunas aplicaciones – Google Maps – pasan de la pantalla pequeña a la grande al instante. Por cierto y muy importante: Google está adaptando todas sus aplicaciones y optimizando Android para plegables.
La gran duda en estos momentos es si van a ser ese revulsivo que el mercado tanto necesita, si tienen cualidades como para generar demanda fresca. Por ahora, la mejor carta que pueden jugar es la capacidad intrínseca de funcionar como tabletas que se doblan. El problema es que hoy por hoy todos los dispositivos personales tienden a la baja. Si algún día los smartphones (plegables) sustituyeran a las tabletas, no necesariamente estarían generando demanda nueva.
Hay argumentos para todos los gustos, entre ellos uno muy sencillo: un plegable es más caro que comprar por separado un smartphone y una tableta.
[informe de Pablo G. Bejerano]