22/11/2012

Sin Otellini, lo impensable es posible

Suena extravagante, pero entre las explicaciones que se han escrito acerca de la jubilación anticipada de Paul Otellini, CEO de Intel, aparece la posibilidad de un eventual acuerdo por el cual la compañía podría adoptar la arquitectura de su rival, ARM Holdings, como base para una futura generación de procesadores. La fuente no es anónima ni fantasiosa: se trata de Kevin Krewell, editor de Microprocessor Report. De la conjetura de Krewell se puede deducir que Otellini habría rechazado las sugerencias del consejo para plegarse a una estrategia contra la que él ha luchado sin descanso. La verdad es que ningún indicio material avala la frase de Krewell, pero no por eso es descabellada.

Paul Otellini

Paul Otellini

En realidad, Intel ya tuvo en sus activos una licencia para fabricar procesadores sobre la base de la arquitectura ARM, pero la transfirió en 2006 a Marvell, como parte de una transacción por la que esta se hizo cargo de contratos para suministrar chips a los móviles BlackBerry 8700, Palm Treo y Motorola Q, que hoy casi nadie recuerda. La decisión – tomada por Otellini, CEO desde un año antes – fue argumentada como una apuesta firme por llevar la arquitectura x86 a la entonces ascendente, y hoy dominante, categoría de los smartphones. Intel lo ha intentado, pero no ha podido evitar que otros fabricantes de procesadores, gracias a las licencias de ARM, se hicieran con ese mercado, en el que la presencia de Intel es irrelevante.

La alusión de Krewell es imprecisa, y la prudencia obliga a no tomarla al pie de la letra mientras su autor no la desarrolle. Dicho esto, con Otellini al frente sería impensable negociar un acuerdo con ARM, y el hecho de que se marche tres años antes de lo esperado, da mucha tela que cortar a los comentaristas.

La potencia industrial de Intel no tiene parangón en el sector de los semiconductores: es la única compañía que domina integralmente todo el proceso [sólo Samsung se le acerca, en cierta medida] incluyendo la producción de obleas, que los demás subcontratan a especialistas como TSMC o GlobalFoundries. Nunca ha fabricado para terceros, pero últimamente se lo está pensando. Lleva al menos un par de años de ventaja al resto de la industria en procesos como la densidad (22 nanometros, que pronto aumentará a 14nm) y tecnologías como los transistores tridimensionales. Esa rotunda superioridad, que durante décadas le permitió arrinconar a AMD, no le ha valido contra la flexibilidad de una boutique como ARM, conjugada con la de ´fabricantes sin fábrica` (Qualcomm y Nvidia, principalmente) y las foundries asiáticas.

En varias de las ecuaciones que se barajan estos días se cuela el nombre de Apple. ¿Por qué? En 2005, Otellini convenció a Steve Jobs para que los ordenadores Mac dejaran de llevar el procesador Power PC, para pasarse a la arquitectura x86. Han pasado los años y, con la experiencia de diseñar (y externalizar la fabricación) de sus recientes chips para el iPhone y el iPad, basados en licencias de ARM, Apple acaricia la idea de hacer lo mismo para la familia Mac. A medio plazo, esto podría contribuir a esa homogeneidad entre plataformas que tanto se predica. Si Apple tomara ese camino, como se dice, Intel quedaría descabalgada como suministrador… a menos que estuviera en condiciones de ofrecer su propia variante de la arquitectura ARM.

En este punto, habría que considerar tres puntos de vista. Para Intel, se abriría la posibilidad de retener el contrato de suministro a los Mac, y la de penetrar en el mercado de los smartphones por la puerta grande. Para Apple, la potencia industrial de Intel la liberaría de tener que arbitrar entre terceros [Qualcomm + TSMC, por decir algo]. Para ARM, es obvio, la extraña combinación equivaldría a alcanzar la mayoría de edad como socio irreemplazable de dos gigantes.

¿Que esto es especulativo? Desde luego, pero verosímil. «Nadie espere que Intel se eche en brazos de ARM [el juego de palabras es de Krewell], advierte, sino que continuaría desarrollando su familia Atom de bajo consumo». El reto está en que los márgenes que pueden obtenerse de la venta de chips para smartphones o tabletas son muy inferiores a los que Intel recoge de los fabricantes de PC. Esta realidad condiciona sus movimientos.

Suscita perplejidad imaginar cómo podrían combinarse el modelo de integración vertical, que es propio de Intel, con el ecosistema horizontal que es la impronta de ARM. En septiembre, durante la conferencia ARM TechCon [casualmente, en Santa Clara, muy cerca de la sede de Intel], Warren East, CEO de ARM, explicó así la dicotomía entre los dos modelos: «desde los años 80, el modelo vertical ha sido fantástico para Intel, y también para Microsoft, pero no para otros actores en escena. La mayoría de los fabricantes de PC están agobiados por los bajos márgenes […] Nosotros tenemos un modelo diferente, colegiado y más equitativo».

En el curso de una entrevista con East durante la conferencia, el colega Dan Takahashi sugirió: «no veo a Intel adoptando la arquitectura ARM a corto plazo». A lo que el CEO de ARM respondió: «never say never«.


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