El próximo abril, Armind Krishna (57) y Jim Whitehurst (52) tomarán el relevo de Virginia Rometty (62) en el puesto de mando de IBM. No sólo es una jugada oportuna, sino que tiene largo alcance. La sucesión de quien ha sido CEO de la compañía desde 2012 estaba más que madura, pero esperaba el momento propicio en el que pudiera exhibir un año fiscal positivo para salvar la cara tras una larga racha de números rojos. Nadie objetará los méritos de los elegidos para sucederla. De Krishna, hasta ahora Senior VP de Cloud and Cognitive Software, se sabe que fue quien concibió la idea de adquisición de Red Hat. Y de Whitehurst, CEO de Red Hat, que negoció la oferta y convenció a sus accionistas.
Hay mucho que digerir en esta noticia ¿Se puede entender como una OPA informal de Red Hat sobre IBM?, preguntaba el otro día un analista. No lo es, pero tampoco sería una descripción descabellada. En el cuarto trimestre de 2019, los ingresos totales de IBM crecieron un 3% (en moneda constante) mientras que los generados por Red Hat crecían un 24%. Hipotéticamente, si esta fuera la tónica en adelante, los 34.000 millones de dólares que IBM ha pagado por Red Hat podrían haberse amortizado entre 2023 y 2024.
La prueba del algodón es que desde el anuncio de los nombramientos, la acción de IBM ha subido en bolsa un 12%, una obvia señal de bienvenida a Krishna, designado CEO, y Whitehurst, futuro presidente. Aquellos que durante meses sostuvieron que Whitehurst tenía madera para ocupar el primer puesto, lo ven ahora ascender al segundo. Aquí entra el factor humano: hubiera sido muy difícil vender internamente que un recién llegado fuera entronizado como CEO. Pero el hecho de que se viera como posible, pone sobre una pista del poco crédito que queda a la vieja guardia aún al frente de los negocios clásicos de IBM. Estos, muy asentados en la cultura corporativa, representan dos terceras partes de la facturación, pero su rentabilidad es nula o inestable. El futuro de IBM está en manos de la rama que ha dirigido Krishna, gracias al refuerzo que recibe con la incorporación de Red Hat.
A Krishna, con 30 años de carrera en IBM, le va a tocar la tarea de taponar las grietas tras el seísmo. Es la persona indicada porque en su carrera ha pulsado casi todas las teclas de un organigrama profuso; dicho de otro modo, representa la continuidad mientras Whitehurst llega investido de la calidad de gran transformador. Su trayectoria es muy distinta a la de Krishna: como consultor (Boston Consulting), luego COO de Delta Airlines (a la que rescató de la bancarrota) y fichado en 2007 como CEO de Red Hat. En esta, multiplicó por ocho la facturación y por diez la capitalización bursátil.
No es ocioso señalar que en su primera declaración tras el nombramiento, Whitehurst insiste en que su misión consistirá en “conjuntar IBMers y RedHatters para extraer lo mejor de cada compañía y cada cultura”. Es decir, reconoce la existencia de dos culturas, en cierto modo antagónicas.
Circula una tesis – razonable teniendo en cuenta sus edades – de que el mandato de Krishna será breve, unos tres años, hasta transmitir el cetro a Whitehurst. Mientras no se demuestre lo contrario, es una especulación. Sin embargo, indica la magnitud del movimiento de placas en una empresa que ha vivido otros en 104 años de existencia. Lo ha teorizado Krishna con estas palabras: “el mundo de las TI ha entrado en la era de los contenedores y ha abrazado fervientemente Linux [son dos atributos centrales de Red Hat, dicho sea de paso] y ha llegado la hora de construir una nueva arquitectura híbrida”.
Si acaso la frase no fuera bastante explícita, que lo es, el nuevo CEO había precisado su ideario en una entrevista antes de su elección. Una empresa “típica” – explicaba – contará pronto con un mínimo de 3.000 y un máximo de 15.000 aplicaciones, y en algún momento todas podrían ser reclamadas a la vez. Esta perspectiva “exige abordar la modernización de las empresas mediante una trama [fabric] común, basada en open source y en estándares abiertos. Será el camino más rápido para lograr que emerja el valor profundo del negocio”. El interés de esta apreciación reside en que proviene de alguien que durante tres décadas ha vivido internamente el péndulo de IBM entre su modelo centralizado original y el descentralizado al que se adaptó con los años. La conclusión de Krishna es que la nube híbrida se abre camino inexorablemente y este debe ser el eje de la estrategia futura de la compañía.
Como es bien sabido, no es la primera aproximación de IBM al cloud. La compra de SoftLayer (2.000 millones de dólares) a mediados de 2013, fue el mejor intento de Rometty de responder al fulgor alcanzado por Amazon Web Services y de Microsoft Azure, no sin sacudidas. Por un lado, reforzó a los partidarios de apostar por el modelo SaaS y añadió una docena de centros de datos a la red preexistente; por otro, nunca llegó a rozar siquiera las posiciones de los líderes del mercado. Fue muy comentado en su día que Lance Crosby, el reputado fundador de SoftLayer, se sintió asfixiado por la estructura y abandonó el barco azul nada más cumplir su contrato preceptivo.
Kathy Huberty, analista de Morgan Stanley a cargo del seguimiento de IBM, ha escrito a sus clientes – antes de conocerse el nuevo reparto de funciones – que para poder asegurar “una línea de crecimiento estable, será necesaria una transformación significativa del portfolio” de servicios de la compañía.
No sería justo con Rometty hacer en este momento un balance de sus años al frente de IBM, entre otras cosas porque habrá que apuntar en su haber los frutos de la valiente adquisición de Red Hat. Pero es oportuno recordar que su iniciativa transversal en torno a cinco “imperativos estratégicos” (cloud, seguridad, analytics, software social y móvil), que fue uno de sus eslóganes, ha ido decayendo hasta desaparecer discretamente: ya no aparece desglosada en el informe del año fiscal 2019
Virginia Rometty mantendrá durante algún tiempo el cargo de chairman de la compañía. Dadas las circunstancias, se le supone un papel arbitral en caso de que sus sucesores cayeran en la tentación de soltar lastre demasiado pronto. En cualquier caso, es inminente una intensa reestructuración que, según adelantara el CFO, Jim Kavanaugh, empezará por la transferencia de funciones entre las dos grandes divisiones, Global Business Services y Global Technology Services, que llegado el caso hasta podrían cambiar de nombre.
Se da otra circunstancia anecdótica que no es menor. Con la promoción de Krishna, ya son cuatro los CEO de empresas tecnológicas de primera línea en Estados Unidos comandadas por directivos nacidos en India: Microsoft (Satya Nadella), Google (Sundar Pichai), Adobe (Shantanu Narayen) y ahora IBM. Bromea el magnate Anand Mahindra: “a este paso, la próxima vez que Trump convoque una cumbre empresarial en la Casa Blanca, deberá invitarlos a samosas en lugar de hamburguesas”.