No es una contradicción: la anemia del mercado de smartphones está siendo favorable para la salud de Samsung: el segundo trimestre ha sido el mejor en dos años para la compañía. La facturación creció el 1,7% [hasta 5.200 millones de dólares], con un aumento del 18% en el beneficio operativo. En ambas variables, no sólo ha superado las expectativas de los analistas financieros, sino que la previsión oficial apunta a una mejoría en la segunda mitad de 2016. La clave del fenómeno está en la buena acogida encontrada por el Galaxy S7 Edge: la división de móviles ha dado un salto del 57% en su beneficio operativo, comparado con igual período de 2015. Entretanto, el beneficio de Apple caía un 27%.
Es un momento para disfrutar. Desde enero, la acción de Samsung se ha revalorizado un 30%, con lo que su capitalización bursátil alcanza por primera vez los 260 billones de won (235.000 millones de dólares). O sea que vale más que Intel [aunque se queda muy lejos de Apple, claro] y un empujón le bastaría para dar caza a Alibaba y Tencent en el ranking de compañías asiáticas de tecnología.
La explicación del éxito es sólo parcialmente tecnológica. En un mercado enrarecido, que amenaza con dejar de crecer un día de estos, el S7 Edge, cosecha del 2016, no es sustancialmente diferente al S6 Edge, pero tiene el mérito de corregir una debilidad de planteamiento. En 2015, Samsung cometió el error de suponer que los consumidores se inclinarían más por el S6 de pantalla normal y más económico, pero descubrió tarde que la demanda del S6 Edge desbordaba su capacidad de producir pantallas curvadas, con lo que deprimió el total de unidades vendidas y ya no pudo aspirar a la corona de la gama alta. Con el S7 Edge, en cambio, ha cerrado una excelente mitad de año.
El panel de la consultora Kantar constata que la pareja S7/S7Edge ha derrotado en el mercado estadounidense a la última generación de iPhones durante el segundo trimestre; lo mismo dice GfK sobre el mercado español. El acierto ha llegado tras una purga de directivos de la división de móviles, empezando por J.K. Shin, reemplazado por D.J. Koh [Koh Dong-Jin, en la foto] protagonista de los lanzamientos de este año.
Además de mejorar las prestaciones del chipset y de la cámara, Samsung construyó un S7 estanco y con una ranura para añadir una tarjeta de memoria; simplificó los iconos y el manejo general del dispositivo, a la vez que promocionaba el uso de la huella digital y el cifrado de datos, sentando así las condiciones para el lanzamiento global de su sistema Samsung Pay. Este rasgo se refuerza con el Galaxy Note 7, presentado en plenos calores de agosto.
Tiene más similitudes que diferencias con el S7 Edge, por lo que puede decirse que es otro miembro de la familia, pero con un rol particular: algún analista ha escrito que el Note 7 está concebido para una función de hub, susceptible de conectarse con otros dispositivos de la marca, como el smartwatch Gear 3 [que se presentará a finales de este mes en Berlín], o con el sistema de realidad virtual Gear VR. Puede que esta opinión sea excesiva: el papel del Note 7 parece estar más ligado a la captura del mercado empresarial y al reforzamiento del servicio Samsung Pay.
El Note 7 [Samsung ha saltado del 5 al 7 para unificar la numeración de la gama de smartphones] es prácticamente idéntico al S7 Edge, sólo que con una pantalla medio centímetro más grande en diagonal (5,7 pulgadas en lugar de 5,5). Alguna diferencia es sutil: la redondez del borde es menos pronunciada, para evitar inputs accidentales. Otra es estructural: permite escribir a mano sobre la pantalla con un puntero que mejora las funciones del modelo anterior.
El puntero, ha sido mejorado con el añadido de la función screen-off memo. que permite tomar notas aun sin estar activada la pantalla y guardarlas. Esta versión del S-Pen también deja crear un fichero GIF a partir de un vídeo y compartirlo inmediatamente. Además, lleva un software para traducir textos en conexión con el traductor de Google en 70 idiomas. Comparado con el Note 5, el nuevo phablet proporciona más memoria – extensible a 256 gigas, un guiño a los usuarios corporativos – una batería de vida más larga y un conector USB-C (con su adaptador incluído).
El hecho de que entre el Note 5 y el Note 7 se haya mantenido el tamaño de pantalla, y su escasa diferencia con el S7 Edge sugieren que Samsung cree haber llegado al formato óptimo para promover la escritura a mano con una correcta visualización del texto y los mensajes. No obstante esta aparente preferencia, mantiene viva una gama de tabletas con pantallas de entre 9,7 y 12 pulgadas, que a su vez se solapan con una familia de portátiles ultraligeros. Los analistas creen que el mercado de tabletas, en fuerte declive por el abuso de las marcas low cost, no colapsará sino que seguirá cumpliendo ese papel intermedio.
Cubrir tal variedad de usos con dispositivos de tamaños diferentes pero con componentes comunes, es una estrategia muy pensada. En el caso del Note 7, supone que hay un hueco en el mercado para usuarios [¿cuántos?] que quieran pasar de tomar notas a mano sobre papel a escribirlas sobre pantalla. Pero las dos pulgadas de más no parecen justificar por sí mismas que se prefiera al S7 Edge, si no se usa para la escritura electrónica a mano. En cambio, parece muy indicado el uso del Note 7 en reuniones de empresa, para tener delante un smartphone y un bloc de notas manuales en una sola pieza, sin necesidad de papeles, tableta o portátil. No es caprichoso imaginar que se trata de una alternativa más para usuarios empresariales, porque es entre estos donde se valora más la seguridad de los datos.
Por esto mismo, la más importante de las diferencias entre el Note 7 y el S7 Edge es el reconocimiento biométrico del usuario a través del escaneado del iris. Es una característica que no tiene ningún otro smartphone actual. Habilita el uso del dispositivo mediante la lectura del iris y lo bloquea con la operación inversa: Samsung sostiene que es un método más rápido y más seguro que el sensor de huella dactilar. Aun así, prudentemente, ha dejado claro que se trata de una capa de seguridad adicional; en otras palabras, el escaneado del iris es opcional para el usuario, que probablemente empezará por elegir la huella dactilar.
Es imposible decir a priori si esta innovación merece su coste, pero es la que ha captado la atención mediática. El iris es el único órgano interno que puede ser visto desde fuera del cuerpo. Es más seguro como interfaz porque a) su lectura verifica más puntos, b) no cambia con la edad del individuo y c) no puede ser afectado por alteraciones fortuitas de la piel. Sólo se le puede poner una pega menor: si el rostro se expusiera a una radiación solar intensa, esta podría interferir con el sensor infrarrojo del sensor que lee la estructura única del iris.
Esta innovación – la más relevante, pero no necesariamente decisiva – está ligada a otra que Samsung llama «zona de confianza», donde se almacena la información personal en una carpeta segura. Según fuentes de la compañía, espera cerrar acuerdos con entidades financieras con el fin de que habiliten el Note 5 para la validación de transacciones financieras.
Samsung, líder del mercado mundial con una cuota del 22,4%, sabe que no puede dejar de mirar por el retrovisor. Aunque su perseguidor más próximo es Apple (11,8%), sólo es peligroso en la franja más alta del mercado. Otro adversario se acerca gradualmente, Huawei. El cruce de demandas judiciales por (presuntas) violaciones de patentes revela una competición que va a mayores. Si se toma como testigo el mercado español, la suma de ambas marcas representaría el 45% de los smartphones vendidos. Pero… según los datos de Kantar, la cuota de Samsung se habría recortado del 32,5% en mayo de 2015 al 25,4% un año después La diferencia se la ha arrebatado Huawei.
[informe de Lluis Alonso]