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  29/08/2022

Remedios Orrantia

Presidenta de la Fundación Vodafone España

Desde hace cuatro años, la actividad de la Fundación Vodafone en España ha recuperado una idea matriz de sus primeros tiempos: dedica la mayor parte de sus recursos presupuestados a un programa de refuerzo escolar para niños de 6 a 12 años, cuyo eje es la digitalización. Al exponer el programa DigiCraft, estrella de su actividad, Remedios Orrantia, presidenta de la entidad, subraya que el fundamento de este programa es una iniciativa institucional europea de la que procede el marco de referencia DigiComp 2.2. Porque – recuerda –pese a lo que puede sugerir la abundancia de dispositivos, uno de cada cinco jóvenes de la Unión Europea no alcanza un nivel básico de competencias digitales.

Remedios Onrraitia

Anterior directora de Recursos Humanos de Vodafone España, Orrantia ha sido promovida recientemente como responsable del llamado cluster de las filiales europeas de la corporación. A pesar de la extensión de sus nuevas funciones, conserva la posición al frente de una entidad no lucrativa que pronto cumplirá treinta años en España.

Separa discretamente ambos planos y apenas menciona a la operadora de la que emanan los activos que gestiona la fundación. Aun así, el papel de Vodafone aparece inevitablemente como trasfondo: “hemos tratado de aprovechar la experiencia acumulada por profesionales de la compañía. Quién mejor que ellos para contribuir al desarrollo de competencias digitales, metodologías de innovación y técnicas de aprendizaje basado en proyectos”.

Puede que me equivoque, pero tengo la impresión de que las empresas tecnológicas, obviamente Vodafone lo es, y las fundaciones respectivas han mutado sutilmente la idea de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) con varias décadas que se notan, por otra más elaborada: ESG (Medio Ambiente, Social y Gobernanza). Yendo al caso de la Fundación Vodafone, ¿en qué han cambiado su filosofía y su perspectiva?

Su enfoque me parece un enfoque interesante. No voy a decir que no hemos cambiado nada, pero creo que nuestro objetivo ha sido siempre muy claro desde el primer momento: poner la tecnología al servicio de la sociedad para ayudar, en la medida que lo permiten nuestras posibilidades, a las personas más vulnerables. Esto, repito, no ha cambiado en los casi 30 años de presencia de la fundación en España. Centrarnos en la educación ha sido parte consustancial de nuestro propósito; al principio porque eran tiempos de liberalización de la telefonía móvil, que para mucha gente aparecía como una incógnita y, por lo tanto, se consideró necesario apoyar la introducción de los nuevos conceptos que traía consigo la nueva conectividad.

He vivido aquellos años del siglo pasado [risas] pero ¿qué ha significado en la práctica la continuidad del propósito?

[…] Todos hemos pasado de ser abonados a ser clientes, una diferencia en apariencia nominal pero que imprime cambios radicales en la sociedad. Fue en ese contexto preciso que la fundación empezó a trabajar en el campo de la educación, colaborando con la apertura de cátedras universitarias en torno a la telefonía […] Hace ya cuatro años, hemos vuelto a reencontrarnos con aquella idea matriz, en una nueva atmósfera que impulsa el proceso de digitalización. Este, a la vez que acelera ante nuestros ojos, deja zonas grises en las que resultan necesarios ciertos apoyos. En particular la Fundación Vodafone España se ha focalizado en el modelo educativo, como premisa.

Parece oportuno preguntarle por la influencia que haya tenido la pandemia en el cumplimiento de esa premisa […]

Desde nuestra experiencia, la pandemia ha sido una confirmación de que seguíamos un camino adecuado. Afortunadamente, ya habíamos empezado el diseño del programa, de modo que pudimos lanzarlo cuando era más necesario. La educación sufrió durante aquellos meses difíciles unas presiones muy evidentes: todo en la vida cotidiana se volvió más digital y los ciudadanos nos hicimos más dependientes de la tecnología. Con los niños y los universitarios en casa, se puso dramáticamente de manifiesto la urgencia de encauzar procesos de mayor y mejor conocimiento digital desde la etapa formativa.

Esa es la premisa de DigiCraft […]

Llevamos muchos años escuchando advertencias de que en un plazo corto van a faltar profesionales en uno y otro campo que tienen desde ya la necesidad de adaptación de los currículos […] Sabemos que hay en España un elevado paro juvenil y que esto traduce en parte el hecho de que los indicadores educativos no están bien alineados con los laborales. En este marco, acordamos que el papel de la fundación debería ser el trabajo con los niños y niñas en edades tempranas, introduciendo metodologías de aprendizaje y acercándoles las tecnologías para que, cuando tengan 14 o 15 años, puedan decidir qué seguir estudiando con unos conocimientos que habrán adquirido de forma natural. Y decidimos hacerlo de tal manera que contribuyamos a atender las brechas sociales a través de la educación […] Con este planteamiento nos pusimos a trabajar, hablo de 2019, en el diseño de programas que ya están implantados en ocho comunidades.

Para que quede claro: DigiCraft se acoge a un marco institucional, no es una iniciativa privada ni la Fundación Vodafone va por libre […]

Exactamente. Todo lo estamos haciendo a través de las respectivas consejerías y con el ministerio de Educación, con el punto de vista de ayudar a la comunidad educativa en su propia evolución […] En las sociedades actuales, todos los colectivos están evolucionando, entre ellos los periodistas [risas]   y, por consiguiente, no tendría sentido olvidarnos de los educadores que están formando a los ciudadanos del futuro.

¿Cuál es el impacto esperado de DigiCraft?

Queremos que tenga un impacto real, ayudando a niños y niñas a partir de los 6 años de edad, tal como se hizo con la introducción del bilingüismo en su día, para que empiecen a conocer la tecnología, que pasen de ser usuarios de pantallitas a involucrarse de manera tal que el día de mañana puedan hacer usos productivos de la tecnología que vaya apareciendo. Con esto creo que podría resumirse la filosofía del programa.

A propósito de filosofía: me queda claro que la educación es un componente esencial para esta fundación. Pero, también me consta que en materia educativa se ha cometido a veces el error de creer que lo que hacía falta era dotar de equipamiento a los colegios, a los profesores y, con distintas fórmulas, a los alumnos […] A esto se han dedicado recursos públicos y siendo una práctica bien establecida, se hace inimaginable recortarla. ¿Se corre el riesgo de insistir en el error?

Estoy totalmente de acuerdo, pero no es nuestro planteamiento. No es la primera vez que se aprueban partidas presupuestarias para llenar los colegios de ordenadores, de tecnología sin contenidos y sin prestar gran atención a la metodología […] No hay duda de la importancia de esas dotaciones, pero creemos que, si no se acompañan de propuestas educativas – que es lo que hace DigiCraft – y si no se modifican los supuestos del aprendizaje, esas inversiones se quedarían huérfanas […] Por eso combinamos tres aspectos en el programa, que son los siguientes. Los componentes tecnológicos y de conectividad, el impulso a contenidos de formación que sean suficientemente atractivos y, en tercer lugar, tener bien en cuenta el desarrollo de otro tipo de habilidades que ya están claramente identificadas por el modelo europeo: trabajo en equipo, capacidad de exposición y comunicación, pensamiento crítico. Esta es la orientación de DigiCraft: no se trata de aportar más pantallas, equipamiento y mobiliario a las escuelas; son aspectos que están cubiertos por otros programas.

Partiendo, como ha dicho, del modelo europeo, ¿cómo y con qué criterios se ha diseñado DigiCraft en España?

Lo que hicimos fue trabajar con la Universidad de Salamanca, que tiene un área de innovación tecnológica desde el punto de vista pedagógico. Lo que de entrada pusimos sobre la mesa fue el conocimiento que la fundación y su patrono tenemos de las tecnologías que vienen, de cómo se va configurando la demanda de profesionales. Les manifestamos nuestra voluntad de trabajar con alumnos de entre 6 y 12 años con una metodología diferente de aprendizaje […] Por esto, desarrollamos en común unos itinerarios formativos en dos fases: para niños de entre 6 y 9 años y de entre 9 y 12 años.

Itinerarios, una expresión muy acertada […]

En ambos casos, determinan una serie de actividades, partiendo de una definición del conocimiento que se pretende que adquieran, de habilidades que deberían desarrollar. Esto, como es natural, se hace por consenso con las autoridades educativas: cada consejería de las ocho CCAA que se han adherido hace una convocatoria para que los colegios se apunten [nota: el curso pasado fueron 400 colegios para un total de 32.000 alumnos]. Lo que hacemos nosotros es la selección, tratando de asegurar que haya colegios urbanos del centro de las ciudades junto con otros de áreas rurales y que en todos se combinen distintas edades y estratos sociales.

[…] ¿Cómo se corrige el riesgo de elitismo que, de forma no deseada, puede colarse en la convocatoria?

Si una convocatoria recibiera, como ha ocurrido, más solicitudes de las que permite la capacidad asignada, intentamos que haya representatividad, que nadie quede fuera y que se garantice el cumplimiento de los criterios de inclusión, porque si algo ayuda a romper las brechas es la educación […]

¿Hay otras iniciativas conexas, aparte de las institucionales con las CCAA?

Hace bien en preguntarlo [risas] Hemos firmado un acuerdo con Save the Children y otro con Cruz Roja. Ambas entidades tutelan niños que, al final del horario escolar, ni pueden ir a sus casas, por lo que se plantea el reto de formar educadores y tutores que se encargan de esos niños […] Una de las experiencias más bonitas y que más me han impactado ha sido la visita al centro de Save the Chidren en Vallecas y que los niños te cuenten lo que hacen y cómo lo hacen. Experiencias como esta me han hecho partidaria apasionada del programa.

Se le nota ¿El mismo programa se aplica en las ocho CCAA?

Exactamente el mismo. En todas hemos presentado el programa y ha sido acogido muy positivamente. Ya son ocho, casi la mitad, las que han insertado DigiCraft en sus horarios lectivos. Este es un punto relevante: que no sea una actividad extraescolar. En todas hemos seguido un criterio básico, formar a los educadores y que ellos enseñen a los niños. La base común es DigiComp 2.2, marco de referencia que se inspira en el modelo europeo DigiCompEdu; así lo ha aprobado el gobierno de España en relación con el impulso a las competencias digitales. Misma metodología, mismo enfoque, mismo acuerdo, idéntica puesta en práctica […] el papel de Fundación Vodafone es facilitar el consenso; tengo que añadir que lo estamos consiguiendo […]

Los recursos son finitos, ya se sabe. En definitiva, dependen de cómo vaya el negocio de la compañía que respalda la fundación y sus programas. Como el mercado está como está, ¿han tenido que hacer recortes que limiten el alcance de este programa?

Para ser completamente transparente, he de reconocer que hemos tenido que reajustar objetivos y recursos. Históricamente, la fundación ha estado involucrada en otros programas realmente muy interesantes hasta que, en determinado momento, hemos tenido que escoger y destinar la mayor parte del presupuesto a DigiCraft. Si quieres tener un impacto real en la sociedad, tienes que asegurar el mejor uso posible de los recursos de que dispones: si los fragmentas, el impacto será limitado.

Vodafone es una compañía global y parece lógico que este programa, o al menos su planteamiento, no se limite a España

Puedo decir con satisfacción que hemos exportado el programa a siete países europeos donde el grupo tiene fundaciones locales; ahora mismo estamos en contacto con otros tres en África, donde están planteados objetivos formativos más básicos.

¿Qué significa exportar el programa?

Que ellos cogen el programa, lo traducen y lo llevan a la práctica dentro de sus respectivos contextos. Ahora, debido a mis nuevas responsabilidades europeas, ya se verá la que voy a montar [risas]. Todos los países tienen, con los matices que se quiera, el mismo problema. A partir de lo que hemos hecho en España, se ha conseguido que la corporación asignara recursos globales para seguir un modelo competencial europeo, el que se expresa en DigiCompEdu  de manera que, cuando voy a Alemania y hablo de nuestro programa, me entienden perfectamente porque responde a un marco de referencia de la Comisión Europea.

¿Hasta qué punto DigiCraft absorbe recursos de otras actividades de la fundación?

Usted lo ha dicho: los recursos son finitos. Lo son siempre. DigiCraft está absorbiendo más del 90% del presupuesto que manejamos desde la fundación; una partida muy importante, aunque siempre insuficiente. Al mismo tiempo, seguimos manteniendo otras iniciativas como las que promovemos con Cruz Roja, en la que cada parte contribuye con el 50% y que ahora mismo está centrada en proyectos relacionados con los usos de las redes 5G.

Obviamente, DigiCraft es un programa plurianual. ¿Tiene asegurada su continuidad en los años venideros?

Llevamos con este programa tres años y desde el primer momento, DigiCraft ha sido concebido con trazabilidad. Medimos el impacto sobre los colectivos involucrados, antes y después de su implementación. Una de las cosas que queríamos hacer con el ministerio de Educación era que se encuentre la manera de convalidar a los profesores que pasen por este programa, en virtud de las habilidades digitales que hayan adquirido. Todos los años vamos lanzando actividades que no son excepcionales, que son susceptibles de recurrencia. Ahora mismo, tenemos una plataforma abierta en la que hay más de noventa actividades. Si los padres o los docentes quieren hacer cosas en casa fuera del horario lectivo, esa plataforma lo hace posible. De hecho, durante la pandemia se disparó el número de usuarios: llegamos a tener 200.000 usuarios únicos, una cifra impresionante.


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