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  14/04/2023

¿Quién le pone el cascabel a TikTok?

Donald Trump creyó haber encontrado una salida en 2020 con la ayuda de Larry Ellison y, confiado en que sería reelegido, acabó legando el problema a su sucesor. Joe Biden tenía herencias más chungas de las que ocuparse, por lo que tardó en ver la magnitud de esta cuestión. Y no sólo porque TikTok sea subsidiaria de una empresa china sino porque tiene más de 150 millones de usuarios en Estados Unidos, de los que una tercera parte son menores de 18 años. Al mismo tiempo, las encuestas revelan que la mitad de los estadounidenses adultos están a favor de prohibirla mientras el 22% se opone.

Shou Zi Chew

Esta es una de esas raras ocasiones en las que legisladores demócratas y republicanos coinciden en un asunto que para ellos afecta la seguridad nacional. Los miembros de una comisión del Congreso han interrogado durante cinco horas al CEO de TikTok, Shou Zi Chew. Algunos lanzando soflamas vinieran o no a cuento. Chew, que ha trabajado en Goldman Sachs y fue CFO de Xiaomi, venía bien preparado para resistir la andanada

Nombrado CEO en mayo de 2021, como secuela de un pacto provisional entre ByteDance y la administración estadounidense, quiso remarcar de entrada su condición de ciudadano singapurense. Rechazar que el partido Comunista Chino controle TikTok directa o indirectamente: les recordó que la empresa está registrada en Estados Unidos y es una filial de la china ByteDance, cuyo capital se distribuye entre inversores extranjeros (60%), empleados (20% y el fundador, Zhang Yiming.

En 2020, como respuesta a las presiones de Donald Trump, TikTok invitó a inversores estadounidenses a unirse a su capital; uno de los que accedió fue el fondo Carlyle, que conserva su paquete de acciones. Con este aval, la empresa presentó lo que llamó Proyecto Texas, que contemplaba la constitución de una sociedad en la que Oracle sería socia con atribuciones para supervisar la base de datos y evaluar los riesgos de seguridad. Por cierto, el mes pasado TikTok anunció un Proyecto Clover, que replicaría esa fórmula en Europa y contaría con sendos centros de datos en Irlanda y Noruega.

A todas luces, los miembros republicanos de la comisión fueron los más beligerantes, pero sus colegas demócratas no se quedaron atrás. Desde que Biden asumió la presidencia, muchos pensaban que sería posible llegar a un acuerdo en torno al Proyecto Texas, pero el contexto lo ha hecho imposible. Las únicas opciones que ofrecieron los congresistas son inaceptables para la otra parte: ByteDance debería ceder la propiedad o, en su defecto, la aplicación sería prohibida dentro de Estados Unidos.

El problema es que habría que replantearse el marco jurídico para que se pueda imponer una de esas condiciones. Y en todo caso debería quedar acreditado – más allá de los discursos – que TikTok infringe los intereses de seguridad nacional. Si se llegarse al extremo de impedir que los usuarios estadounidenses accedan a la aplicación, la impopularidad de la medida estaría garantizada. Por esta razón, algunos miembros de la comisión optaron por enfatizar los peligros de los contenidos de TikTok para la vulnerable audiencia adolescente.

El colectivo Electronic Frontier Foundation (EFF) no ve justificadas las amenazas contra TikTok y cuestiona el proyecto de ley conocido como RESTRICT Act, que tramita el Senado y podría sería el  instrumento jurídico para una sanción, que luego podría aplicarse a otras empresas extranjeras. Por consiguiente, opina la EFF, la rama legislativa del gobierno ha dado prioridad a las medidas coercitivas en lugar de abordar de manera integral una legislación que proteja la privacidad de los usuarios de redes sociales en general.

La prohibición de Tik Tok no sólo sería frustrante para muchos millones de usuarios – considera la entidad – sino que tampoco serviría contra el mercado negro de datos que se nutre de brechas de seguridad en sitios web cuya identidad no se pone en duda.

La otra opción propone que ByteDance ponga en venta la filial para que el algoritmo en que se basa deje de estar bajo sospecha de injerencia china. No es una postura viable, entre otras razones porque el algoritmo no es propiedad de TikTok sino de Douyin Information Technology, filial al 100% de ByteDance, con domicilio en Pekin y en cuyo consejo se sienta un representante del gobierno chino con atribuciones para aprobar o rehusar cualquier transacción concerniente a ese activo.

El algoritmo de TikTok figura en una lista de exportaciones restringidas que las autoridades chinas aprobaron en 2020 como respuesta a las actuaciones de la administración Trump. Por tanto, su eventual venta requeriría aprobación gubernamental, inimaginable en cualquier caso.

Una diferencia entre TikTok y otras aplicaciones chinas de éxito en Estados Unido consiste en que estas han sabido maquillar su nacionalidad fijando domicilio fiscal en Delaware e implantando plataformas logísticas en Singapur (Shein) o en Boston (Temu). Por su lado, el negocio publicitario de TikTok en Estados Unidos no ha dejado de crecer: de 1.400 millones de dólares en 2020 a 4.000 millones en 2021. Oficiosamente, se ha estimado que estos ingresos podrían llegar a 12.000 millones este año, pero el mes pasado la audiencia en la cámara de representantes provocó una retirada masiva de anunciantes.

¿Tiene visos de concretarse el Proyecto Texas con el que TikTok pretende se le reconozca voluntad de transparencia? No parece probable en el ambiente actual. Oracle sigue tan dispuesta hoy como en 2020 a prestar soporte tecnológico y Chew defendió el papel de la compañía californiana como anfitrión de los datos de usuarios estadounidenses protegidos por un cortafuegos.

El planteamiento [“datos estadounidenses almacenados en suelo estadounidense por una compañía estadounidense y supervisados por personal estadounidense”] no satisfizo a los congresistas: varios afirmaron que no hay manera alguna de garantizar que el partido Comunista Chino no acceda a esa base de datos personales.

Más allá del diálogo de sordos, queda en evidencia que la Casa Blanca – la anterior y la actual – ha dado palos de ciego desde que en 2019 se puso en marcha la investigación sobre TikTok, por entonces una presencia minúscula en el país. A sus competidores no les ha quedado más remedio que imitarla lanzando servicios cortados por el mismo patrón.

El daño económico que TikTok está provocando a sus rivales no es de poca monta. Un ejemplo: los 17,6 millones de horas que los usuarios de Instagram pasan viendo Reels (Meta) cada día son menos de una décima parte de los 197,8 millones de horas que se dedican a TikTok. Algo parecido (o peor) pasa con YouTube Shots (Alphabet) o con Spotlight (Snap).

En caso de que prosperase la prohibición, Estados Unidos no sería el primer país en tomar esa medida. Ya lo hizo India en 2020 al vetar un centenar de aplicaciones chinas por considerar que influir en el conflicto fronterizo entre los dos países.

El problema subyacente es que incluso llegando a ese extremo, las aplicaciones chinas no desaparecerían de los móviles estadounidenses del mismo modo que Google o Facebook están prohibidas en China. De hecho, cuatro de las cinco más populares en el país son de origen chino.  Con sólo siete meses de vida, Temu fue en marzo la más descargada de las tiendas de Apple y Google, informa Sensor Tower. Le siguió CapCut, que viene a ser la herramienta de TikTok para editar vídeos. Habría que bajar al quinto puesto de la lista para encontrarse con Facebook.

La historia de TikTok es un exponente más del proceder de las compañías tecnológicas chinas. Más de 1.000 millones de usuarios de Internet en su propio país son un sustancial banco de pruebas para optimizar modelos de inteligencia artificial antes de exportarlos al extranjero. Cuando – en 2016 – la red Musical.ly causaba furor entre los adolescentes de Estados Unidos, ByteDance la compró por 1.000 millones de dólares y se valió de su tecnología para lanzar TikTok poco después de su versión china Douyin.

Un argumento de los partidarios de la prohibición es la influencia perniciosa de TikTok sobre los adolescentes. Según un estudio del Pew Research Center, esta app es utilizada por el 67% de quienes tienen menos de 18 años, habiendo sido objeto de críticas por su carácter adictivo y sus contenidos desaconsejables para este tramo de edad. Durante su comparecencia, Chew se explayó en reseñar las medidas tomadas para mitigar el riesgo, tales como limitar la repetición de videos que pueden inducir a ejercicios extremos, autolesiones y trastornos alimentarios. Asimismo, subrayó la decisión de restringir el tiempo de pantalla a los menores de 12 años.

Nadie piense que ByteDance se paraliza ante la complejidad de esta situación: ya está preparando una nueva red social, Lemon8, para la que procura atraer creadores de contenidos antes de su lanzamiento oficial en Estados Unidos.

[informe de David Bollero]


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