1/10/2012

Qué sería de nosotros sin Wi-Fi

En 2008, un alto directivo de Ericsson se atrevió a predecir que los puntos de acceso público a Wi-Fi llegarían a ser “tan irrelevantes como las cabinas de teléfono callejeras”. Lo que pretendía ser una expresión de confianza en la tecnología móvil celular de Ericsson, resultaría ser una pifia memorable. Cuatro años después, la difusión de WiFi es esencial para la estrategia de los operadores móviles, hasta el punto que la propia Ericsson ha comprado la empresa especializada BelAir, para atender esa demanda de los operadores. Hoy, Ericsson es probablemente el más entusiasta promotor de Wi-Fi entre los fabricantes de equipos para operadores móviles, y así lo dice su CEO, Hans Vestberg.

Está convencido Vestberg de que Wi-Fi añadirá las dosis de capacidad que necesitan las redes celulares, pero advierte que es sólo uno más de los componentes de la futura arquitectura heterogénea (HetNet). Hay pocos países en el mundo que pueden permitirse despliegues de una gran densidad de redes Wi-Fi, dijo, “pero ni siquiera en esos países desarrollados, Wi-Fi podría suplantar a las redes celulares: si tal cosa fuera posible, ya hubiera ocurrido”.

No hay que ser muy observador para notar que Wi-Fi [el acrónimo ha adquirido vida propia, desprendiéndose del juego de palabras original, wireless fidelity] es de uso corriente para conectarse a internet, y pronto será “universal”. Es un notable acelerón, con despliegue de redes por doquier, en parte debido a que utilizan espectro radioeléctrico ´libre` y no están reguladas.

Entretanto, la vida cotidiana abunda en dispositivos itinerantes y las redes 3G se sobrecargan de tráfico; los operadores han encontrado en Wi-Fi una manera económica de desviar parte de ese tráfico a un coste menor que el de reforzar su infraestructura celular. Esto no cambiará, podría reforzarse, con la llegada de LTE, la próxima generación móvil, dependiendo del volumen de espectro disponible. En la situación actual de 3G, según los casos, como mínimo un 20% del tráfico de datos que los usuarios suponen que transitan por una red celular, en realidad ha sido desviado por los operadores a redes Wi-Fi.

Hablando de la situación actual, la mayoría de los puntos de acceso Wi-Fi están de puertas adentro, en domicilios u oficinas, pero crece rápidamente su integración en las redes empresariales. Y en espacios públicos abiertos: ¿quién no ha sabido de aquellos publicitados proyectos municipales para crear redes Wi-Fi de uso público [y gratuito] en sus territorios? La mayor parte fallaron por quedarse a medio camino entre un servicio público voluntarista y un modelo de negocio viable.

Las cosas han cambiado sustancialmente con la aparición de las tabletas. Una nueva generación de usuarios cree tener derecho a subir y bajar videos donde quiera que estén y en el momento que lo deseen. Y si no pueden, echan la culpa a los operadores en general. Por otro lado, la ubicuidad de puntos de acceso o hotspots, ha crecido mucho, pero por eso mismo provoca cierto desorden, y temores por la inseguridad de las conexiones. Además, los usuarios sufren abusos por parte de los hoteles – cuantas más estrellas, peor – por un servicio que suele ser deficiente y caro.

En este cuadro, la búsqueda de un hotspot gratuito para eludir el cargo por una transmisión de datos 3G, tiene ocupados a muchos usuarios. Los operadores no saben bien a qué carta quedarse: por un lado, ven Wi-Fi como un medio de aligerar la carga de sus redes móviles; por otro, temen que relaje el control que conservan sobre su clientela.

Al principio, hubo reticencias por parte de los operadores a facilitar accesos Wi-Fi a sus clientes, pero esto va cambiando. En Estados Unidos, AT&T ha anunciado su intención de integrarlo en su red móvil (la segunda del país) de manera que los usuarios no sabrán distinguir en qué momento una llamada de voz normal pasa a ser VoIP a través de Wi-Fi. En Francia, el controvertido cuarto operador, Free Mobile, ha construído su oferta sobre la base del offloading sistemático, y esta es una de las claves por las que ha podido reventar los precios del mercado.

Un caso interesante se ha producido durante los Juegos Olímpicos de Londres. El operador O2, filial británica de Telefónica, pudo atender la excepcional demanda temporal gracias a una combinación de Wi-Fi y small cells. Los hotspots fueron de Ruckus Wireless mientras que Alcatel Lucent suministró metroceldas de tecnología LightRadio para las áreas de mayor tráfico. No se ha informado si esta infraestructura transitoria será la base de un proyecto de más largo alcance.

Los operadores españoles han montado sus propias redes o han negociado con terceros (Movistar Zona WiFi, Vodafone/Kubi Wireless); en el extranjero, lo habitual es que tengan acuerdos con agregadores como Boingo o iPass, muy presentes en los aeropuertos de todo el mundo. Por cierto, estos agregadores, que en cierto momento parecieron asfixiados por el contexto, han rejuvenecido gracias a esos acuerdos; sólo unos pocos operadores han decidido invertir masivamente en Wi-Fi, en espera de que se aclare el horizonte tecnológico.

Según un informe reciente de Ovum, la mayoría de los suministradores de infraestructura están incluyendo el offload Wi-Fi en su oferta. Sin embargo, un buen número de operadores dicen esperar hasta la disponibilidad de soluciones que hagan desaparecer la sensación de discontinuidad cuando una sesión pasa de Wi-Fi a 3G y viceversa.

Entre medias, subsiste un problema que afecta al modelo de negocio. Para satisfacer plenamente a los operadores, la red celular debe poder decidir a qué red se conecta un dispositivo, pero existe el riesgo de que un usuario que disponga de varias suscripciones Wi-Fi elija por sí mismo, y este desacople entre redes es exactamente lo contrario de lo que conviene comercialmente a los operadores celulares.

La demanda explosiva ha facilitado la evolución constante de la tecnología Wi-Fi, desde que se definieron los primeros estándares, conocidos por la secuencia 802.11n, imprescindibles para asegurar la coherencia de las redes y la compatibilidad con los diversos dispositivos. Esa evolución continúa en varias direcciones. Por un lado, el nuevo estándar 802.11ac promete puntos de acceso con el mismo nivel de seguridad que las redes celulares, al incluir el reconocimiento directo de la tarjeta SIM del dispositivo – controlada por el operador – y el usuario no tendrá que escribir en cada ocasión su contraseña. Por otro, la industria proveedora de equipos e infraestructura va añadiendo prestaciones que mejoran la cobertura en edificios, hospitales y campus universitarios, etcétera . Ojalá que mejore también la de los hoteles y los fuerce a bajar las tarifas.

[publicado en La Vanguardia el 16/9]


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