La californiana Qualcomm ha entrado de lleno en la carrera de la inteligencia artificial y no va por el carril de los smartphones. Acaba de anunciar el lanzamiento el año entrante de una familia de chips aceleradores con los que pretende rivalizar con Nvidia. Su primer exponente será el AI200 al que seguirá en 2027 el AI250. Promesas suficientes para avivar el interés de los inversores: nada más conocerse la noticia, la cotización subió un 20% que se quedaría en un 8% sobre su precio de enero. Esta acogida no se debería tanto a las expectativas tecnológicas como a que la compañía californiana se ha buscado un socio tras el que se encuentra PIF, uno de los fondos soberanos de la monarquía saudí.

Cristiano Amon con Tareq Ali
Que algo se estaba fraguando había trascendido en mayo, durante el periplo por Oriente Medio de Donald Trump y su nutrida comitiva empresarial. Cristiano Amon, CEO de Qualcomm, estaba entre los invitados y luego se sabría por qué. No fue motivo de comentario porque los grandes beneficiarios del viaje fueron Nvidia y AMD, que ya tenían negocios anteriores con los saudíes. Los contratos iniciales entre estas dos y la compañía saudí Humain prevén el suministro de 500 MW en chips de IA en 2026 [la potencia en megavatios en lugar del valor en dólares se ha convertido en la métrica corriente en esta industria]. Ha quedado clara la aspiración del príncipe heredero Mohamed Bin Salman (conocido mundialmente como MBS) de construir un gigantesco centro de datos dedicado a la inferencia y con capacidad de prestar servicio no sólo a su país sino a todo Oriente Medio… y más allá.
Amon aprovechó la conferencia de resultados [Qualcomm cerró su año fiscal con 44.300 millones de dólares de ingresos, un incremento del 14%] para preanunciar su nueva gesta, un SoC (system on a chip) dedicado a tareas de inferencia porque, según dijo, “los centros de datos para IA se están desplazando del entrenamiento a las cargas de inferencia, una tendencia que creemos se va a acelerar en los próximos años”. El mismo día, en su earnings call coincidente con la de Amon, el CEO de la británica Arm, Rene Haas, ha predicado que “estamos previendo el crecimiento de una demanda que favorece arquitecturas diferentes y soluciones de inferencia que, en nuestra opinión, irán alejándose de la nube para requerir centros de datos que consuman menos energía”.
Amon y Haas no son exactamente amigos , pero pueden compartir un objetivo tasado: que su tecnología gestione alrededor del 6% de las tareas de inferencia IA que serán necesarias en el mundo con centros de datos radicados en Arabia Saudí y así extender su influencia con la tecnología como presunto reemplazo del petróleo. Tareq Ali, ingeniero jordano fichado por MBS para montar Humain, quiere evitar que su plan dependa de un solo suministrador, Nvidia. Se ha propuesto invertir unos 5.000 millones de dólares en centros de datos el año que viene, dotándolos con soluciones a medida ajustadas a sus necesidades, magnitud esta que se desconoce. Para hacerlo posible, se está ampliando la red eléctrica del país, con el propósito de que genere hasta 6,6 GW de potencia en 2034, equivalentes a seis centrales nucleares de mediana potencia.
“Con los avanzados centros de datos para IA que utilizarán nuestras soluciones de inferencia, estamos ayudando al Reino [con mayúsculas] a crear un ecosistema tecnológico que acelerará sus ambiciones de convertirse en polo de computación inteligente”, prescribe una declaración que Qualcomm atribuye a Amon.
Los chips anunciados por Qualcomm estarán disponibles en formato rack para conectar varias unidades y contarán con refrigeración líquida, como los de sus competidores. Los AI200 y AI250 introducirán una nueva arquitectura de memoria que permitiría “un salto generacional en prestaciones y eficiencia energética”, ha dicho según Durga Malladi, vicepresidente senior de Qualcomm. Como es sabido, la memoria es el principal cuello de botella de muchos servidores, junto al aumento desmesurado de electricidad, que a su vez requiere más refrigeración.
Un analista de Sandorf C. Bernstein aseguró al New York Times que, en ausencia de información fehaciente, ha evaluado el contrato entre Qualcomm y Humain en unos 2.000 millones de dólares. Este importe es claramente inferior al que suele citarse en otras órdenes de pedido de chips IA, pero sería un magnífico comienzo para que Qualcomm se adentre en una tecnología expansiva de la que nadie sabe cómo va a evolucionar en los planos financiero, bursátil y tecnológico.
La entrada de Qualcomm en un mercado al que ha sido ajena hasta ahora, presenta otra faceta. Los inversores parecen estar abocados a un doble juego: por un lado, jalean a Nvidia hasta elevar su valor bursátil a 5 billones de dólares, pero creen conveniente no poner todos los huevos en la misma cesta, lo que los lleva a desear que surjan competidores capaces de hacerle frente. AMD ya cumple ese requisito, a su escala, mientras Intel hace lo que puede por no mostrarse disponible. ¿Por qué no iba a intentarlo Qualcomm, siempre ansiosa por diversificar sus fuentes de ingresos ?
En el espacio de pocas semanas, Nvidia ha pasado de estar prácticamente sola en el mercado a tener tres o cuatro rivales potenciales el año que viene. Aunque la distancia que la separa del resto es abismal: se estima que controla como mínimo tres cuartas partes de la facturación y previsiblemente mantendrá una cuota por encima del 60% aunque sus competidores se afiancen como tales.
Mientras las inversiones en centros de datos para inteligencia artificial no dejan de aumentar en todo el mundo, con anuncios sensacionales casi cada semana, esto significa que crece la demanda de chips y que la oferta procura seguir el ritmo. Hasta ahora, Nvidia tenía un virtual monopolio, pero AMD se ha erigido en un segundo suministrador a tener en cuenta. Los pedidos de OpenAI y Humain van en esa dirección.
Como toda noticia, esta tiene su contexto: las monarquías petroleras del golfo se apuntan al boom de la inteligencia artificial. Según informes de PwC, su interés trasciende la mera inyección de capital: buscan sacar ventaja competitiva adoptando cuanto antes la IA. En el caso de Emiratos Árabes Unidos, se propone reducir a la mitad los costes de funcionamiento de sus instituciones emiratíes, habituadas al dispendio.
Hablando en plata, Abu Dabi quiere generar 9,9 dólares de crecimiento por cada dólar invertido: 29.300 millones de dólares en 2030. Crecimiento acelerado, pues. La empresa emiratí G42 , presidida por un miembro de la familia real y cuyo CEO es un ciudadano chino, Peng Xiao. Desde el 2019 desarrolla soluciones de nube soberana y tiene como socias de negocios a las estadounidenses Microsoft, Google, Cerebras y OpenAI, lo que no parece incompatible con su condición de gran accionista del grupo chino Bytenance, que incomoda a Donald Trump por ser propietaria de TikTok. Puede que lo relevante de G42 sea su esfuerzo por desarrollar sus propios LLM en lengua árabe.
Por su parte, Arabia Saudí articula sus movimientos en torno a su programa Vision 2030, diseñado para desarrollar una economía menos dependiente del petróleo. Un papel iniciático lo tuvo el gigante Aramco, que creó una filial al frente de la cual puso a Tareq Ali, quien para ello abandonó al operador japonés Rakuten cuya tecnología montara la década pasada. Poco duraría en Aramco Digital, ya que fue escogido para dirigir Humain la última iniciativa del príncipe heredero, quien controla todos los resortes del reino.
Como es sabido, la realeza saudí mantiene excelentes relaciones con los financieros que rodean al presidente Trump y con las luminarias del Silicon Valley, visitantes frecuentes de Riad. Una de las primeras decisiones de Ali fue firmar con Google la construcción y comercialización de un gran centro de datos financiado por PIF. Arabia Saudí dice estar interesada en construir fábricas de semiconductores y romper el oligopolio asiático. De modo que la iniciativa de Qualcomm no podría llegar con mejores auspicios.
