12/09/2024

Por qué Apple necesita explorar la robótica

Con sospechosa regularidad, ciertas crónicas hablan de un “superciclo” de Apple, ritual que se ha repetido este año tras la presentación del iPhone 16. Puede discutirse, pero el pleonasmo está instalado y su implicación es que millones de adictos a la marca van a acudir en masa a actualizar sus modelos, lo que provocará un reemplazo acelerado de la base instalada. La inteligencia artificial [perdón: Apple Intelligence] se ocupará de darles lo que desean: diferenciación. El consumidor sentirá que ha pagado el mismo precio relativo –que ya tiene bien asumido – por un hardware renovado, a la vez que recibe gratuito, en su imaginario un software que impulsará un salto en su experiencia.

Kevin Lynch

En esto consiste, en esencia, el modelo de negocio del iPhone – sin  equivalencia en ningún otro de sus dispositivos – y en él se basa la muy saneada economía de Apple, que cerró el pasado trimestre con 50.600 millones de dólares de ingresos y 10.500 millones de beneficio. Aquí hay que añadir que en las cuentas de la compañía los beneficios aportados por los servicios van ganando terreno sobre los que generan los productos (básicamente el iPhone) y matizar que la facturación por servicios no existiría sin el iPhone: se ha calculado que en los últimos nueve años el principal producto de la marca ha contribuido con 600.000 millones a los ingresos y con 250.000 millones al  beneficio bruto. ¿Alguien en su sano juicio piensa que ese chorro se va a cortar próximamente?

La preeminencia de Apple Intelligence en la presentación del lunes estaba cantada; lo había avanzado la compañía en su conferencia de desarrolladores en junio y desde hace tiempo se barrunta el valor que podría tener en el impulso de las ventas de sus dispositivos, en un contexto de mercado más bien apático. La introducción transversal de la inteligencia artificial [aunque en ningún momento se usó esta expresión] en el iPhone tendría la virtud de transformar la estrategia de software de Apple.

Hasta ahora, lo habitual era que el usuario visitara cada aplicación para un propósito determinado, pero Apple Intelligence permitirá múltiples tareas cruzadas, sin necesidad de acceder a cada app individual. A esto se suma que las actualizaciones del software exigirán más frecuencia, para competir con el ritmo al que avanza la IA. Si este modelo se asentara – lo que aún no es seguro – daría pie a un ciclo alcista de ventas del iPhone, puesto que los poseedores de modelos anteriores quedarían pronto fuera de onda.

¿Ocurrirá con el iPhone 16, el producto que toca vender esta temporada? No necesariamente, pero la IA tiene capacidad para gestar una nueva generación de dispositivos. De eso trata esta crónica en adelante. Desde hace años, en el cuartel general de Apple – y en otras compañías, desde luego – se discute la posibilidad de desarrollar robots humanoides “de servicio” de nuevo tipo. Poco que ver con los simpáticos autómatas que ha popularizado la industria japonesa como  subproductos de su robótica industrial.

La idea original era integrar una pantalla en un artefacto capaz de imitar gestos humanos de la cabeza, como asentir – algo nada sencillo para una máquina – como modo de enriquecer las videoconferencias con FaceTime. Pero el departamento de marketing impuso su criterio de que los usuarios no estarían dispuestos a trocar sus dólares por un accesorio insulso como los prototipos imaginados en laboratorio.

¿Podría Apple, en algún momento y en alguna circunstancia, encontrar una nueva fuente de riqueza? ¿Tiene en vista algún producto o servicio (o una combinación de ambos) que pueda sustituir al iPhone si se diera esa imprevisible necesidad? Quizá la urgencia para Tim Cook sea personal – no tardará mucho en nombrar un sucesor – o quizá sienta una obsesión de lanzar the next big thing: una vez cancelado el proyecto de coche autónomo y con unas gafas Vision Pro que no acaban de cuajar, es aconsejable buscar alternativas; para eso tiene en nómina una legión de ingenieros.

No lejos del Auditorio Steve Jobs, donde el lunes 9 se ha presentado con la liturgia habitual los nuevos iPhone 16 – y otros productos eclipsados por la estrella – Apple mantiene aisladas unas instalaciones que imitan el interior de un hogar. ¿Por qué de algo tan banal se hace un secreto? Porque el remedo de hogar es un campo de pruebas para ensayar sus ideas acerca de la robótica doméstica.

Los ingenieros de Cupertino han explorado diversas opciones en esta línea y supuestamente el primer resultado habría sido un brazo robótico rematado por una pantalla al estilo iPad, con cámaras y sensores, capaz de moverse en distintas direcciones y girar 360 grados. Entre sus capacidades estarían la de controlar la domótica o desplegar videoconferencias en situaciones a priori poco propicias o la de vigilar la seguridad de un domicilio.

No hay la menor comunicación formal sobre el proyecto, pero Cook habría confiado el liderazgo del proyecto a Kevin Lynch, vicepresidente de Tecnología, quien durante años ha estado involucrado en la evolución de la familia Apple Watch y otros proyectos de wearables. Lynch, quien en 2013 saltó de Adobe a Apple, tendría ahora como jefe directo a John Giannandrea, responsable de la IA de la compañía. Su grupo de trabajo incorpora ingenieros que han sido trasladados desde su anterior dedicación al proyecto de coche autónomo, abandonado tras años de frustración (y dudas sobre la viabilidad del mercado).

Habladurías de cierta credibilidad apuntan la intención de Apple de lanzar un producto de robótica en 2026 o 2027 con un precio supuesto de alrededor del millar de dólares. Por el momento, estaría en una fase primigenia y no hay garantías de que salga a la luz en ese plazo. De hecho, la robótica ha entrado y salido de la hoja de ruta de Apple en varias ocasiones.

El momento parece adecuado. Tras el cierre del proyecto de coche autónomo y los avances en IA, es notorio el interés por dar al equipo de ingenieros liberado un destino acorde a su talento. A esto se añade la necesidad de ratificar las credenciales innovadoras de la compañía. Es lo que esperan los accionistas.

Las hipótesis más atrevidas prevén robots capaces de hacer tareas domésticas físicas (la colada o fregar los platos) pero no hace falta buscar tareas de complejidad mecánica difícil de abordar: Apple está más interesada en contar con un interfaz, distinta a Siri, capaz de interactuar de forma “más humana” y con el objetivo de que los robots futuros puedan ser reconocidos como familiares.

No es un camino sencillo. Lo sabe bien Samsung, que en el CES de este año presentó su propio robot-balón llamado Ballie, que proyecta una imagen de video en una pared, controla la domótica y se mueve por el hogar autónomamente. Es, por así decir, una exhibición de habilidad de la compañía coreana que un dispositivo útil y no tiene aspiraciones comerciales. Por su lado, Amazon ha dejado de fabricar su Astro Bot, de 1.600 dólares y gobernado por Alexa, cuya mayor virtud era la de desplazarse por la casa: todo indica que tendrá un sucesor dotado de IA generativa. Recuérdese que hasta la fecha el robot más conseguido y éxito de ventas es una creación muy pragmática: la aspiradora Roomba.

Desde luego, no es fácil crear robots que navegen adecuadamente por el interior de una casa y menos aún si esta tiene varios niveles. Cuantas más capacidades mecánicas haya de incorporar el producto, más cara será la tecnología, de manera que el desarrollo y la fabricación de un robot tendrán un coste elevado que luego será difícil repercutir sobre el público. Suponiendo, que es mucho suponer, que este acepte un autómota pululando por su casa.

[informe de Pablo G. Bejerano]


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