Hace un año, comentando el CES de 2016, este blog titulaba «El televisor ya no manda». ¿Podría decirse lo mismo doce meses después? Sí y no. Sí: porque toda la repercusión mediática en 2017 ha girado en torno a otros productos electrónicos investidos de la etiqueta de ´disruptivos` [una condición que no garantiza la supervivencia]. No: porque el televisor continúa sosteniendo las cifras de la industria de electrónica de consumo, por más que los coches semiautónomos y los dispositivos que hablan, caminan y responden a la voz de su amo, han atraído a multitudes de curiosos sin que su realidad comercial sea tangible como lo es la de ese aparato al que muchos daban por agonizante antes de hora.
Las grandes marcas, en primer lugar las coreanas y en segundo las chinas, contribuyen a hacer que el televisor sea más deseable y asequible para los consumidores de más de la mitad del mundo. La receta es bien conocida: mejorar año tras año la imagen que se presenta en la pantalla, y aumentar su versatilidad como monitor, que pueda mostrar no sólo contenidos de antena sino, cada vez más, los que le llegan por la señal de Internet de los smartphones.
El sector de la electrónica de consumo, del que el CES es la feria mayor, factura 167.000 millones de dólares, equivalentes al 18% del consumo total de productos tecnológicos. Su producto clave es el televisor, que supone casi dos tercios del total del sector: la previsión de ventas en 2017 se eleva a 105.00 millones, según los datos expuestos en Las Vegas por Steve Koenig, director de investigación de mercado de la Consumer Technology Association (CTA) organizadora del CES. A la electrónica de consumo no le faltan otros productos que se venden bien, como altavoces inalámbricos, auriculares o equipos de sonido, pero el televisor sigue ahí, como sostén del negocio.
Para ser precisos con aquello que se nombra. Por consumo mundial de productos tecnológicos se entiende la suna de smartphones, ordenadores, televisores, cámaras fotográficas, aparatos de sonido, relojes inteligentes, etc., por un valor total de 929.000 millones de dólares. Se prevé que en 2017 caerá un 2%, según dijo Koenig. Una bajada que se suma a la de los tres años anteriores, especialmente la de 2015, cuando los ingresos cayeron el 8%. O sea que de los 1,04 billones facturados en 2013, se habrá bajado un 11% cuando acabe 2017. Al igual que el televisor es la base de la electrónica de consumo, el smartphone es determinante par el resto de los productos tecnológicos, ya que representa nada menos que el 47% del conjunto.
El estancamiento en los últimos meses de los smartphones, y su previsible bajada de facturación global en 2017 explica la bajada global del 2%, así como su auge en la pasada década hizo que el sector pareciera inmune a la crisis. Sin afectar tanto a su sector, el televisor ha sufrido un descenso constante a lo largo de los años.
¿Qué tendencias se han puesto de manifiesto en el CES? Las únicas marcas que se han mantenido incólumes frente a los cambios del mercado, hasta se diría que fortalecidos, han sido Samsung y LG. Las compañías coreanas cuentan con una característica crucial, que las diferencia del resto: han invertido durante tres décadas miles de millones de dólares en desarrollo y fabricación de todos los componentes del televisor, especialmente de las pantallas, que venden a las marcas competidoras. Sólo la china TCL, según aseguró en Las Vegas, ha conseguido fabricar el televisor completo.
Aunque compatriotas (o quizá por serlo) una frontera tecnológica separa a Samsung y LG. En materia de pantallas de gran tamaño, sus estrategias difieren. Desde hace más de tres años, LG ha apostado con fuerza por la tecnología OLED, mientras Samsung se ha mantenido fiel a la TFT-LED aunque mejorándola continuamente: tiene una participación en Nanosys – que ha conseguido mejorar la luminosidad y contraste de las pantallas TFT – y acaba de comprar QDivision. Gracias a ello, en el CES, la marca dio a conocer el último desarrollo de TFT-LED, que ha bautizado como QLED, pero no se espera que esté comercialmente disponible antes de 2019.
Mientras tanto, lo que ha hecho Samsung es volver a mejorar la actual tecnología Quantum Dot, haciendo que los colores sean aún más fiables y tengan mayor contraste y luminosidad, con la inclusión de nanocristales mejorados. Por su parte, LG ha deslumbrado con su pantalla OLED sumamente delgada, de 2,54 mm. Esta carrera tecnológica en pos de la mejor pantalla no cesa, ni puede cesar: hay más de una docena de fabricantes asiáticos de pantallas que, aunque no están en la cúspide de la tecnología, pueden ofrecer excelentes relaciones entre tamaño, precio y prestaciones.
Aunque las pantallas son la clave de la competición , todas las compañías de primera línea presentes en el CES han exhibido tecnologías propias que usan diferentes estándares para mostrar las mejores y más fieles imágenes en una pantalla dada. Hablar ahora de un televisor UHD o 4K – lo que no hace mucho era revolucionario – es quedarse a medias, porque la industria ha entrado en el tercer año desde que aparecieron versiones mejoradas de HDR (ampliación del margen dinámico) y WCG (gamut de colores).
Lo que ahora se lleva es la versión HDR 10, compatible con las anteriores. Pero hay que añadir otras tecnologías para el tratamiento de la imagen y el sonido, ya sean Dolby Vision HDR, HLG, Technical Advanced HDR, Dolby Atmos o Technicolor Advanced HDT. Sin contar con los diferentes sistemas operativos para manejar la banda ancha [Android, WebOS, Roku, Fire y muchos otros], todo lo cual ensancha el campo de argumentos de venta, con el resultado de que el consumidor tiene dos posibilidades: pasar de todo o comprar a ojos cerrados.
Una de las conclusiones del CES es que esta primavera se podrá comprar por 1.000 euros o menos un televisor UHD y HDR de 58 o incluso 65 pulgadas. Para una economía mínimamente acomodada, una familia podrá darse el capricho de comprar un televisor que apenas cabrá en su salón de clase media. Con esto cuentan los fabricantes, y las tiendas, para animar las ventas del año que ahora comienza.
Las cifras expuestas por Koenig y originadas en información de GfK indican que las ventas de televisores han vuelto a caer un 11% en 2016, y este año se contempla un descenso atenuado, del 3%, lo que significa unos 100.000 millones de dólares de facturación global. No se esperan grande cambios en años sucesivos, mientras no aparezca alguna innovación extraordinaria, como los televisores enrrollables (sic) o la resolución 8K, que duplicaría la más alta en la actualidad.
Esto, en valor, porque la evolución en unidades ha sido y seguirá siendo más estable: 229 millones de televisores en 2017, prácticamente los mismos que el año pasado y unos 15 millones menos que cinco años atrás. Es, sin embargo, una estabilidad engañosa, porque el tamaño medio del televisor vendido en 2016 ha sido de 42 pulgadas, cuando en 2011 era de 35 pulgadas. Por otra parte, la resolución emergente a principios de esta década era 1080p (o 2K) y ahora es el doble tanto en horizontal como en vertical, la llamada 4K o, como se dice con más propiedad en Europa, UHD.
Esta combinación de bajada drástica del precio, aumento del tamaño de pantalla y dopaje de calidad de imagen, ha provocado que varias marcas históricas quedaran fuera de juego. Philips y Toshiba son dos víctimas bien conocidas, pero el año pasado Sharp, orgullo de la industria japonesa, fue vendida a Hon Hai Precision, más conocida como Foxconn. Vizio, muy exitosa en Estados Unidos, no ha podido soportar los cambios y se entregó en brazos de la china LeEcho. Mal pintan las cosas para la industria japonesa. Panasonic lleva varios años desinvirtiendo en TV y sólo Sony aguanta, pese a la nula rentabilidad de esta división, porque la imagen de marca en televisión es fundamental para ella.
Las deserciones han sido compensadas por compañías chinas: Hisense, TCL, TP Vision y Haier. Incluso Xiaomi, fabricante de smartphones, se ha presentado en el CES con una gama de televisores a precio competitivo. Hisense posee los derechos de la marca Sharp en EEUU, para desespero del actual propietario de las fábricas japonesas.
En fin, que las marcas chinas acapararon en 2016 el 30% del mercado mundial de televisores, con un 3,2% de incremento. La expansión continúa. En su conjunto, vendieron 50,9 millones de unidades el año pasado, un 7,8% más que en 2015, por valor de 22.500 millones de dólares [cifras de AllView Cloud] y no sólo en su mercado interno: las exportaciones chinas crecieron un 26%. Otro rasgo interesante es que los consumidores chinos dicen preferir televisores muy grandes, lo que hace que la mitad de los de más de 50 pulgadas se vendan en ese país. Pensándolo mejor, aquel titular de «el televisor ya no manda» era equívoco.
[informe de Lluís Alonso]