Las frustraciones de los operadores móviles en sus varios intentos de pescar en el mar de las aplicaciones, son un mal precedente. No es difícil imaginar que Google o Facebook, por no hablar de Apple, se apoderen de ingresos que aquellos consideran como legítimo retorno a sus inversiones en infraestructura. No es una exageración. Recientemente, este blog ha publicado entrevistas en las que el asunto se planteaba con crudeza: ¿es concebible un futuro en el que los operadores se vean reducidos al papel de transportistas de contenidos que otras empresas – un colectivo impreciso que suele llamarse OTT, over-the-top – rentabilizan para sí? Pero, ay, las partes se necesitan.
Todo tiene un origen, y en este caso el advenimiento de 3G y el boom de los smartphones han cambiado la dinámica del mercado. Por el volumen de ingresos que generan, por la mayor capacidad de las redes y, sobre todo, por la llegada de nuevos comensales ávidos por sumarse al festín. Es natural que a los operadores les inquiete la posibilidad de actuar sólo como los dueños y gestores de las redes, pero al mismo tiempo estas son una parte ineludible de la ecuación. Un caso notorio es la mensajería: según la consultora Ovum, en 2011 a los operadores se les ha escapado una recaudación estimada en 13.900 millones de dólares por servicios SMS. Aun así, les quedan ingresos por 152.000 millones, pero la amenaza de servicios al estilo del popular What´sUp es evidente.
La llamada “mensajería social” va a añadir este año otro pellizco de 23.000 millones, que no entrarán en los resultados de los operadores. ¿Morirán los SMS, como algunos dicen? No, porque seguirán teniendo un rol en servicios como las notificaciones oficiales de los bancos y otras transacciones. La era dorada no volverá. Los operadores vieron venir el problema, e inventaron una respuesta colectiva, el estándar RCS-e (Rich Communication Suite Enhanced), que han tardado demasiado en lanzar al mercado; por el momento, la iniciativa comercial Joyn, basada en ese estándar y nacida en febrero, no parece estar corrigiendo la tendencia.
Otro problema, tanto o más grave que la mensajería, son los servicios VoIP. Su exponente más conocido es Skype, ahora propiedad de Microsoft, pero es de sobra conocido que Google y Facebook exploran formas de incorporar la telefonía IP a sus propios servicios. Lógicamente, sería en detrimento de los ingresos de los operadores. Los llamados servicios softphone son una actividad secundaria para operadores como Deutsche Telekom, y el británico O2 coquetea con la idea de promoverlos sobre la plataforma JahJah (ambos son propiedad de Telefónica). De hecho, una parte creciente del tráfico ya es canalizado a través de VoIP, aunque los operadores se abstienen de hablar de ello.
Ambas partes se necesitan, como se ha dicho más arriba. Los operadores padecen el “dilema del prisionero”. Frente a los nuevos adversarios, que esgrimen con astucia la noción de “neutralidad de red”, y también frente a sus homólogos y supuestos colaboradores, puesto que la regulación interfiere cada vez que intentan colaborar. José Arias, socio y vicepresidente de la consultora Booz & Co, opina que “a menos que encuentren una manera de cubrir sus inversiones en infraestructura desarrollando estrategias de monetización de contenidos, están condenados a sufrir un desgaste en sus resultados, una transferencia de ingresos en favor de los OTT”.
Es consecuencia de lo que Booz & Co llama data centricity, que “exige que los operadores centralicen sus propuestas de valor en torno a los datos”, donde encuentran las mayores amenazas. Todos los servicios (voz, mensajes, vídeo) se proveerán vía IP/Datos, y esto significa que el concepto ´minuto´ dejará de existir. El empuje comercial de los datos – explica el consultor Arias – “ha conseguido acelerar su adopción, pero ha desajustado los ingresos con respecto a los costes”.
Por tanto, en las comunicaciones móviles se estaría observando un efecto ya visto en la telefonía fija: la transformación de las líneas telefónicas en conexiones a Internet, y de los dispositivos en ordenadores. Para preservar su relevancia, los operadores tienen que acelerar su conversión a los servicios basados en IP, un mundo en el que la voz y la mensajería aparecen como resabios del pasado.
El estudio de Booz & Co que analiza la perspectiva de las telecomunicaciones en 2012 afirma que los operadores tienen dos opciones en relación con los OTT: “servir de acceso al proveedor de servicios, o convertirse ellos mismos en proveedores omnipresentes”. En todo caso, tendrán que revisar las tarifas para ajustar las diferencias entre ingresos por voz y datos: “dos terceras partes del tráfico de voz consumido en 2015 se realizarán como voz sobre IP mediante servicios OTT” (propios o ajenos, se entiende).
Las amenazas, más o menos veladas, de responder a la ofensiva con medidas discriminatorias, se han quedado en nada: los reguladores no las permitirían Tampoco acaba ahí el arsenal de los operadores: la tecnología CDN (Content Delivery Network) puede ser un arma eficaz para competir con los OTT, y defender su flujo de ingresos, porque les ofrece la posibilidad de desplegar servicios con diferentes niveles de calidad y – por consiguiente – facilitan, o más bien exigen, un cambio de modelo tarifario. Operadores como Telefónica están convencidos de que CDN puede tener un efecto positivo: en lugar de discriminar, elevar la calidad que el usuario puede disponer a cambio de un precio “no estándar”.
Estas maniobras son necesariamente lentas, con avances y repliegues. Un ejemplo de ahora mismo es lo que ocurre con los sistemas de pagos móviles. Hasta ahora, los operadores han jugado un papel central, a través de sus SMS premium y su facturación directa de servicios de terceros. Pero la cadena de valor está cambiando, y la factura del operador es sólo uno entre varios mecanismos de pago disponibles para los proveedores de contenidos y el comercio electrónico móviles. En consecuencia, los operadores de todo el mundo buscan otras fórmulas para mantener su relevancia. Es una historia aparte, para otro día.