Por segunda vez en nueve meses, Meg Whitman ha aprovechado la presentación de resultados trimestrales de Hewlett Packard Enterprise para anunciar otra desinversión que achicará más el tamaño de la empresa que preside. Es imposible saber si la idea rondaba en su cabeza cuando hizo aprobar la partición de la antigua HP, pero la secuencia es llamativa: en mayo, cedió la deficitaria actividad de servicios a una sociedad común con Computer Sciences (CSC) y en agosto ha repetido la táctica con los activos non core de software, ahora de la mano de Micro Focus como socio. Así dará carpetazo a dos líos heredados de sus predecesores: EDS (comprada por Mark Hurd en 2008) y Autonomy (Leo Apotheker en 2011).
Cuando Whitman tomó el timón de HP para suceder al catastrófico Apotheker, la empresa ingresaba unos 100.000 millones de dólares anuales. En el momento de la separación, en noviembre pasado, la cifra de negocio de HPE se cifró en 58.000 millones que, cuando se materialicen las operaciones pactadas, habrán bajado a 28.000 millones, a menos que la CEO tenga algún otro conejo en la chistera. Durante cinco años en el cargo, ha dado virajes sin perder de vista en ningún momento la necesidad de cortejar a los accionistas (y a los analistas, que ayudan). No todo han sido desinversiones: en agosto, cerró la relevante adquisición de SGI.
Algunos medios han simplificado la operación como una venta, que es precisamente lo que HPE ha querido evitar al describirla como spinoff-merger. El acuerdo con Micro Focus es genéricamente similar al cerrado en mayo con CSC, si bien la lista de activos que se transfieren es más difícil de identificar. Incluye el software de big data (básicamente, la base de datos Vertica) más la herencia de Mercury Interactive y Opsware, además de Fortify, que ha sido la base de su oferta de seguridad. Sobre todas las cosas, será el destino final (?) de Autonomy, que costó 10.200 millones, de los que 8.800 millones hubo que cargarlos a pérdidas, tras caer Whitman en la cuenta de que estaba sobrevalorada. En cambio, HPE conservará OneView, que considera vital para su proyecto Synergy, de infraestructura componible. Con anterioridad, había vendido TippingPoint (a TrendMicro) y la participación en Mphasis, empresa india de outsourcing (a Blackstone). La transacción no incluye la plataforma Helion, de cloud híbrida, que Whitman definió como elemento clave de la estrategia a seguir.
Se trata, según ella, de «liberar nuestro balance de aquellos activos de software, que aun siendo muy buenos, no están alineados con nuestros objetivos estratégicos, pero son coherentes con el negocio de Micro Focus […]». Podría decirse que HPE ´externaliza`- como hiciera con su división de servicios – aquellas unidades de negocio a los que no ha conseguido insuflar la salud financiera que esperaban los inversores.
A partir del cierre de los acuerdos con CSC y Micro Focus, el radio de acción de HPE – palabra de Meg – estará centrado en los segmentos de rápido crecimiento y alto margen: «esperamos que el crecimiento sea tres puntos más alto y que el margen operativo suba al menos un punto porcentual; el free cash flow aumentará un 50% y una tercera parte de los ingresos serán recurrentes, así como el 60% de los beneficios».
Un analista escéptico ha comentado que, tras constatar la imposibilidad de construir un negocio de software sostenible, Whitman ha querido soltar lastre, repartir las ganancias con los accionistas y reforzar a HPE en su papel de proveedor de infraestructura.
Si el objetivo de Whitman es – según ha dicho ella misma – construir una plataforma que se apoye sobre tres pilares (servidores, almacenamiento y networking) , resulta muy tentador compararlo con la línea que sigue Dell tras la adquisición de EMC con la propina de anexionarse VMware y soñar con ser una potencia en software para la nube. Son dos enfoques distintos de cómo responder a la amenaza de ´la nube` sobre su territorio histórico común, el datacenter.
HPE parece temer –como otros que han crecido vendiendo licencias – que Amazon bajará un día de su nube pública para tratar de absorber el mercado de los proveedores tradicionales de TI. Meg Whitman ha hecho saber que HPE tiene en casa los tres pilares de su estrategia, mientras Dell sólo tiene dos (le faltaría el networking) y Cisco también dos (a falta de almacenamiento).
En contraste con Michael Dell, Meg Whitman ha llegado a la conclusión de que es mejor no tener presencia directa en el software, dejándolo en manos de una sociedad conjunta con Micro Focus, para concentrarse en la infraestructura y ayudar a los clientes en la evolución de sus centros de datos con un planteamiento híbrido: «tenemos que conseguir que una nube privada basada on premise sea competitiva, y para eso tenemos que ganar cuota de mercado». Si el precio a pagar es la reducción en un 40% de su tamaño actual, la recompensa vendrá luego, en algún momento entre los años fiscales 2017 y 2018. Visiblemente, a los inversores les ha gustado la idea.
La coincidencia del anuncio con la presentación de resultados trimestrales ha surtido efecto: la acción de HPE subió en los días siguientes, alcanzando su cotización más alta desde la separación en noviembre: 22,36 dólares el viernes pasado. A pesar de que los ingresos bajaron un 6% hasta 12.200 millones de dólares – la división de software volvió a caer, por cierto – algo que en otra circunstancia habría sido decepcionante. Entretanto, Whitman se las ha apañado para destinar 1.500 millones a dividendo y recompra de acciones. Miel sobre hojuelas.
Es obvio que a los inversores les va más el dinero que los argumentos estratégicos. Según el acuerdo con Micro Focus, HPE retendrá el 50,1% de la empresa conjunta y Whitman ya adelantó una proyección de ingresos anuales de 4.500 millones de dólares, que quintuplicaría los que ahora recauda el socio. Pero, realmente, lo que hoy importa es la ecuación financiera: HPE recibirá un pago en efectivo de 2.500 millones, y le costará unos 700 millones extraer de su balance el negocio de software, lo que deja un saldo neto aproximado de 1.800 millones en cash.
Los accionistas se encontrarán pronto ante una tesitura de arbitraje: serán dueños no de uno sino de tres negocios, y la combinación entre los tres van a determinar que la jugada salga bien para ellos. Para ponérselo fácil, la operación se ha diseñado con arreglo a la fórmula llamada Morris Trust inversa, una táctica de optimización fiscal que permite a los accionistas diferir el gravamen sobre las ganancias potenciales hasta que vendan las piezas de la entidad resultante al valor del momento. Adicionalmente, el dinero que recibirá HPE – tanto de CSC como de Micro Focus – facilitará pagar dividendos que el negocio no genera per se, y seguir haciendo cartera con acciones de cada una de las tres piezas.
Al frente de la nueva Micro Focus International seguirá Kevin Loosemore, actual CEO de la compañía británica. A Robert Youngjohns, veterano de Autonomy que ha dirigido la división de software durante estos años, le está reservado un puesto de VP ejecutivo de desarrollo estratégico, mientras que Chris Hsu, actual COO de HPE, se hará cargo del software que no entra en la transacción.
El acuerdo confirma la versión – que en su día recogió este blog con las debidas cautelas – según la cual Whitman planeaba desinvertir en el software. Por el camino se han quedado otros rumores: el menos verosímil era un plan para retirar HPE de cotización y venderla a un fondo de inversiones; otro, que al final ha sido una distracción para encubrir la negociación real, era la venta lisa y llana de la división al fondo Thoma Bravo, que en los últimos años ha acumulado una buena cantidad de empresas de software.
Como colofón: Meg Whitman ha confirmado una vez más un talento para caminar sobre la cuerda floja sin perder de vista el objetivo [o, si fuera preciso, cambiar de objetivo o incluso de cuerda].