[Achantarse: aguantarse, agazaparse o esconderse mientras dura un peligro. DEL]. Por primera vez en tres décadas, Ren Zhengfei, fundador de Huawei, compareció ante varios grupos de periodistas extranjeros, con el objetivo de hacer frente a las recurrentes acusaciones (no probadas) de que la compañía actúa como instrumento del espionaje chino. Ante la pregunta de un cronista japonés acerca de si Huawei podría correr la misma suerte que su vecina ZTE, humillada por la administración Trump tras violar las restricciones a la exportación de tecnología a Irán, respondió que ambas compañías no son comparables, e incluso si se diera el caso de una sanción injustificada, tendría un impacto menor.
Huawei no es ZTE, vino a decir Ren, porque tiene capacidad para producir sus propios componentes evitando así depender de la tecnología de la industria estadounidense. Durante años, Huawei ha invertido miles de millones en su filial HiSilicon Technologies, lo que ha obtenido como resultado es una reducción de las compras de chips a Intel, Nvidia y Qualcomm. Lo que no implica una imposible autonomía tecnológica: entre 2019 y 2023, Huawei tiene previsto comprar productos de terceros por más de 50.000 millones de dólares.
A comienzos de enero se hizo público el último logro de HiSilicon, el chip Kunpeng 920, diseñado a partir del núcleo de la británica ARM, fabricado por la taiwanesa TSMC, y destinado a competir con los procesadores de Intel para servidores. En su presentación, Xi Wenwei ( William Xu), miembro del consejo directivo de Huawei, trató de atenuar esa visión al declarar “nuestra alianza estratégica con Intel es a largo plazo y seguiremos innovando juntos”.
El procesador Kunpeng integra avanzadas tareas de inteligencia artificial y aceleradores gráficos, dos requisitos básicos en la actual generación de chips para centros de datos. Ha sido diseñado a partir del ARMv8-A, de 64 núcleos y 2,6 MHz y fabricado por TSMX – la compañía que produce los chips de Qualcomm, Apple, Cisco y otras compañías estadounidenses – con reglas de diseño de 7 nanómetros, densidad aún no alcanzada por Intel.
Aseguró Xu que Kunpeng 920 presenta “ventajas únicas en prestaciones y en consumo de energía”. El propósito de la compañía es ambicioso: “liderar el desarrollo del ecosistema de ARM” para responder a la explosión de los servicios cloud y Big Data. La CPU, según el directivo chino, ofrece un 25% más de prestaciones de proceso de datos que otras disponibles en el mercado, con un consumo inferior en un 30%. Como es obvio, será usado por Huawei en sus propios servidores, aunque Xu no precisó si la arquitectura ARM coexistirá en su catálogo con la familia Xeon de Intel.
Pero sí es de prever que con el tiempo Intel – y AMD, últimamente en auge – podrían perder cuota de mercado en favor de la arquitectura escogida por Huawei. En el mercado mundial de servidores Huawei está registrando crecimientos del 40% en unidades y del 75% en valor.
Por cierto, el nombre de Kunpeng viene de un ser mitológico chino, una mezcla de pez y pájaro. En un plano no simbólico, no es el primer procesador para servidores que diseña Huawei. Desde mediados de 2017, su servidor TaiShan 2280 está equipado con la CPE Hi1616, también de HiSilicon con base en el Cortex A72, de ARM y 32 núcleos. Al tener Kunpeng el doble de núcleos y ser fabricado con técnicas más recientes, es lógico que sea más potente. Por otra parte, los smartphones de la marca ya integran variantes de otro chip propio, Kirin, también a partir de la arquitectura ARM.
La versatilidad que ofrece esta es un argumento de peso y una baza hacia el futuro. Cuando el grupo Softbank adquirió ARM Holdings en 2016 por 32.000 millones de dólares, dio instrucciones de reinvertir al máximo los beneficios de la compañía británica para lograr que sus diseños de chips – hasta entonces muy centrados en equipar los smartphones de casi todas las marcas – se extendieran a múltiples segmentos de mercado (electrodomésticos, infraestructura de redes, coches autónomos, sensores IoT, sistemas de ahorro energético) y, por supuesto a los servidores.
El plan de la nueva ARM es que su propiedad intelectual llegue a ser componente esencial de los productos actuales y futuros de estos segmentos. Con la ayuda de un modelo de negocio en el que quienes desarrollan sus chips sobre el diseño esencial de ARM pagan royalties, cerrándose el círculo con los fabricantes de equipos. De momento, la estrategia funciona: se calcula que entre 2017 y 2018 el número de chips basados en la arquitectura ARM ha tenido un incremento del 21%. Por lo tanto, Intel tiene razones para preocuparse.
Téngase en cuenta que la referencia de ARM se remonta a la arquitectura RISC, ahora en su quinta generación (RISC-V), que es casi tan antigua como la x86 compartida por Intel y AMD, mostrándose cada vez más versátil. Es pronto para valorar la batalla entre ambas arquitecturas, porque también Intel – cuya capacidad es incuestionable – quiere expandir la suya hacia nuevos horizontes, aunque ahora mismo atraviese una fase de dificultades para seguir la tónica del mercado y reducir el tamaño de sus chips.