29/09/2017

Nadie cree en el ´superciclo` de Apple

Este año, el calendario de Apple está provocando inusual perplejidad. A un primer lanzamiento de los iPhone 8 y iPhone 8 Plus, seguirá a principios de noviembre la puesta en venta del iPhone X [léase como número romano, por el aniversario]. Sea como reflejo de una política comercial o por supuestos problemas de suministro, el desfase resulta contraproducente: los dos modelos ya en el mercado provocan escaso interés y críticas sólo corteses. Es curioso, porque Apple lleva meses sugiriendo la idea de un «superciclo» que, de momento, no ven ni los más entusiastas de sus fans. Extremando las cosas, se ha llegado a diagnosticar que está a punto de perder el segundo puesto en el ranking mundial.

Los directivos de Apple se muestran tan desafiante como de costumbre, confiados en la perennidad de sus tres grandes atributos: reputación de marca, diseño depurado y excelente sistema operativo. Lo nuevo, si acaso, es un desliz táctico: hasta ahora, cada generación de iPhone se apoyaba en la mejora gradual de sus prestaciones mientras mantenía estable (o con ligero aumento) el precio de las sucesivas versiones. Justamente este año parece haber decidido que puede aumentar significativamente el precio añadiendo escasas innovaciones en el dispositivo.

Esta opinión, acallada por el peloteo de los sospechosos habituales, está saliendo a la luz por parte de comentaristas respetados como Adrian Kingsley-Hughes, quien explica por qué no ve razones para dejar de usar su iPhone 6 Plus, de septiembre de 2014. El bueno de Adrian, que como columnista de ZD Net recibe ejemplares para probar, avisa que no cambiará el dispositivo que pagó de su bolsillo hace tres años. Pasar por alto los modelos de 2017 – y publicarlo – es su manera de criticar lo que considera débil innovación por parte de Apple.

Por su parte, Geoff Blaber, de CCS Insight, es consciente de que todos los smartphones de gama alta se parecen más que nunca, y las pocas diferencias no explican por qué los usuarios se decantan por uno u otro. De ahí viene, según él, la estrategia de Apple de diseñar el máximo de componentes propios que hagan cosas diferentes y sean complicados de replicar para el resto de los fabricantes. Recuerda Blaber que la mayoría de las novedades que Apple anunció el 12 de septiembre ya existen en dispositivos de la competencia.

Estas briznas de desencanto son seguramente prematuras y no deberían tomarse como señales del comportamiento de la demanda. Incluso se han publicado comentarios escandalizados porque los usuarios europeos tendrán que desembolsar más dinero que los estadounidenses a cambio del mismo dispositivo (lo que no es en absoluto nuevo). Desde el pasadp dia 22 se puede comprar un iPhone 8 por 809 euros o un iPhone 8 Plus por 919 euros, mientras sigue en catálogo el iPhone 7 a 639 euros. Externamente, son muy similares y las diferencias de prestaciones no son tan relevantes, a menos que el usuario sea un forofo del vídeo. Por comparación, un Samsung S8 cuesta unos 800 euros (Amazon lo vende en España a 659) un 43% menos que el precio previsto del iPhone X, con la misma memoria y tamaño de pantalla.

En descargo de Apple, se ha de reconocer que no está sola en el empeño de subir el listón del precio de la nueva generación de smartphones. Lo ha hecho Samsung hace bien poco marcando el Galaxy Note 8 ligeramente por encima de los 1.000 euros, algo que hace dos años hubiera sido impensable, porque 700 euros parecían un tope insalvable. Se prevé también que Huawei rondará ese listón con el Mate 10, cuando lo presente a mediados de octubre. Apple se atreve a fijar en 1.159 y 1.359 euros los precios de referencia del iPhone X en los mercados europeos, según se trate de los modelos de 64 GB o 256GB.

Desde la presentación, las acciones de Apple han bajado ligeramente y con escasa actividad bursátil, lo que podría deberse a que los inversores esperan la evolución de las ventas. Desde ya, los analistas han detectado que los iPhone 8 y 8 Plus están teniendo una demanda inferior a la que tuvo el iPhone 7 el año pasado, y lo atribuyen a 1) la cortedad de los cambios que aportan, 2) la compañía no se ha prodigado en promoverlos, y 3) las expectativas están centradas en el iPhone X.

El tiempo podría jugar en contra de Apple;  la campaña navideña empieza en Estados Unidos antes que en Europa, y no está claro que a principios de noviembre tenga inventario suficiente para responder a una demanda intensa. La excelencia logística de Apple y de su contratista Foxconn muestra fisuras: según el medio taiwanés Digitimes, los proveedores han sido avisados de suministrar sólo el 40% de las cantidades originalmente comprometidas, para no inflar el stock de componentes.

Tal vez Apple quiere evaluar las órdenes preliminares de los usuarios mejor dispuestos.  Aunque el último rumor dice que se debe a defectos en el reconocimiento facial que es el principal reclamo del modelo X. Lo cierto es que, hasta el momento, ningún medio de prensa ha podido probar el iPhone X más allá de tocarlo breves instantes, y se trataba de ejemplares destinados exclusivamente a esa exhibición.

Especialistas en sociología del consumidor no dan tanta importancia a los factores tecnológicos. Históricamente, Apple tiene la habilidad de introducir innovaciones no rupturistas pero llamativas y de respaldarlas con su eficaz aparato propagandístico. Esta combinación es lo que facilita subir los precios. La teoría del «consumidor conspicuo», evocada estos días por el Wall Street Journal afirma que ciertos productos desafían las leyes económicas y gozan de una mayor demanda justamente cuando su precio sube. ¿Podría ser este el caso del iPhone X?

Para los inversores, estas son pamplinas: lo que les importa son las ventas. Es evidente que, a un precio más alto, si Apple vende más unidades facturará mucho más, porque sabe cómo mantener su envidiable margen bruto cercano al 40%, el más alto de toda la industria electrónica. Con la arbitrariedad que siempre suponen estos cálculos, se ha llegado a la conclusión de que Apple se apropia del 110% de los beneficios generados por la venta de smartphones [porcentaje que se explica porque otras marcas pierden dinero].

Apple sólo lograría aumentar su facturación si los nuevos iPhone se vendieran exitosamente en el ultracompetitivo mercado chino [incluyendo Hong Kong y Taiwan], porque los de Europa y Estados Unidos están muy saturados con modelos anteriores todavía válidos. Con la táctica de elevar el precio de sus nuevos productos, es posible que facture más y gane más, aun perdiendo cuota en el ranking de unidades.

Un apunte final, en espera de saber qué da de sí el iPhone X. Hay un debate soterrado en la industria acerca de por qué los smartphones – de cualquier marca – ya no despiertan la espectación de antaño. Puede ser por su trivialización, porque pierden relevancia cultural. O bien como consecuencia del dominio del mercado por duopolios: Apple y Samsung, por un lado; IOS y Android por otro. El efecto perverso consiste en que cada miembro del duopolio se preocupa de defender la tajada del mercado que controla, mientras sus competidores lo único que pretenden es subir su cuota para que el duopolio se convierta en oligopolio.

[informe de Lluís Alonso]


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