6/02/2014

Los seísmos de Internet, en la escala de Davos

El Foro Económico Mundial (WEF es su sigla en inglés), más conocido como Foro de Davos, publica anualmente un informe sobre los riesgos que corre la economía global. En la novena edición, que sirve de tránsito entre 2013 y 2014, es obvio que los riesgos financieros y fiscales ocupan las primeras plazas del ranking. Pese a la onda expansiva de las revelaciones del caso Snowden, Internet – o para decirlo con más precisión, las infraestructuras críticas de la información – queda relegada a una quinta posición, por detrás de otros riesgos globales, en una llamada de atención que se supone suscrita por los empresarios, banqueros, políticos y economistas que asistieron al foro.

Hay quien sostiene la tesis de que el miedo siempre ha sido un eficaz conductor de las diferentes estrategias y políticas que mueven el mundo, y que en buena medida esas estrategias requieren un enemigo común. Sea así o no, el informe Global Risks 2014 presenta el lado oscuro de algunas de las tecnologías con más repunte en los últimos tiempos. Según los autores – un equipo formado por especialistas de reputadas universidades y empresas aseguradoras – los ataques cibernéticos, las alteraciones en la infraestructura y la pérdida de datos sigue estando entre los principales riesgos sistémicos.

Se enuncia una lista muy prolija de esos peligros objetivos: mala gestión de los datos, pérdida de privacidad, aumento de la vigilancia sobre los ciudadanos, y un posible abuso de las tecnologías no suficientemente probadas. Las redes sociales merecen una mención especial porque, amén de ser un pasatiempo colectivo, han pasado a integrarse en las comunicaciones corporativas.

En realidad, las redes sociales no son el único aspecto de Internet en el que los expertos convocados ven un riesgo inherente. En el sector de los seguros – obviamente interesado en estos asuntos – se apuntan varias tendencias que empiezan a aparecer en el mercado, y que podrían quizá convertirse en un riesgo significativo para la economía. Por ejemplo, la toxicidad potencial de los nanomateriales sobre los que se investiga, y que tanto interés mediático despiertan, o el impacto potencialmente negativo que podría tener la impresión en 3D. Por no hablar de la incertidumbre en torno a las consecuencias que podría acompañar el uso de los vehículos autónom0s.

El famoso Internet de las cosas, tan publicitado últimamente, es contemplado con desconfianza por este grupo de expertos, que se alarman por el conformismo con el que las sociedades aceptan que cada vez más aspectos de la vida cotidiana estén interconectados, sin haberse calculado antes que así se abren las puertas a nuevos puntos de ataque. Por si fuera poco, se llega a la conclusión de que todos esos impactos y ataques serán más difíciles de predecir.

Como conjunto, el informe define un riesgo global como «un suceso que provoca impacto negativo significativo para países e industrias en el espacio de diez años». Considera un núcleo de 31 riesgos globales en cinco categorías (económicos, ambientales, geopolíticos, tecnológicos y sociales), y establece una tabla de probabilidad. En 2007, la quiebra de las infraestructuras de información era el número uno; en 2013 ha pasado de probabilidad 1 a impacto 5.

En el apartado de los riesgos tecnológicos, el documento sentencia que «estas dos tendencias – señaladas en un párrafo anterior – exigen una nueva reflexión sobre la gobernanza global de Internet», Reconoce, sin embargo, que el ambiente para esa recomendación está viciado por escándalos recientes como el de la NSA, que «erosionan la confianza entre las partes interesadas, cuya colaboración es imprescindible».

Genéricamente, el problema es que un verdadero ataque masivo contra Internet supondría un ataque contra todo el sistema económico, ya que el mundo utiliza las mismas infraestructuras, el mismo hardware y el mismo software. Son miles de millones los dispositivos conectados a Internet, y esto aumenta la vulnerabilidad generalizada. A modo de ejemplo, se cita algo archisabido: cada vez más sistemas críticos se basan en tecnologías de navegación como GPS. Servicios de emergencia y cajeros automáticos, entre otros, utilizan redes inalámbricas para conectarse a Internet, de modo que un ataque, o una disfunción en el espectro radioeléctico, son susceptibles de dejar fuera de operación esos servicios vitales de los que dependen las sociedades contemporáneas.

El caos en las ciudades no es una hipótesis cinematográfica, sino un riesgo cierto, según el análisis del WEF. El informe parece sugerir que los seres humanos son más tontos por culpa de la tecnología, al remarcar el problema de que muchas personas ya no recuerdan cómo hacer las cosas si no es con un dispositivo smart en sus manos. De hecho, se plantea que la próxima conferencia mundial de radiocomuniaciones, prevista en 2015, aborde el análisis del alcance y consecuencia de estas cuestiones.

Haciendo la pescadilla que se muerde la cola, los expertos del Foro de Davos alertan de otro riesgo afín: que para poner freno a estos peligros, los estados inventen más fronteras virtuales que repliquen sus límites en la realidad física. Lo ocurrido con el espionaje masivo de la NSA indican que existe una tendencia no confesada de captación de datos personales de los ciudadanos, sin que estos sepan que han sido espiados, dónde se almacenan sus datos y para que se usan. Estas circunstancias son en sí mismas un retroceso en el papel que Internet ha jugado hasta ahora como transformador positivo.

Lo que viene a decir el WEF es que existe un riesgo global mayúsculo de que Internet deje de ser algo que inspira confianza, lo que conllevaría la retracción por parte de los usuarios, ya se trate de consumidores o de empresas. El foro alerta sobre la posibilidad de que las próximas generaciones puedan crecer con un ciberespacio menos abierto, menos seguro y fundamentalmente menos valioso que el hoy en día existente.

Un argumento que las personalidades congregadas en Davos tuvieron la ocasión de leer [es dudoso que les hicieran mucho caso, habida cuenta del narcisismo en el que se envuelven estas conferencias] es el siguiente: los problemas de seguridad de la infraestructura de información pueden llevar a (o ser utilizados para) defender posiciones proteccionistas, que estropeen lo avanzado gracias a la globalización. Es lo que el informe llama, crudamente, «balcanización de Internet».

Por tanto, el ciberespacio no es ya considerado como una preocupación técnica y geopolítica, sino que en él anida un poderoso factor de riesgo para toda la economía. El fracaso de esas infraestructuras supondría una amenaza para el crecimiento.

En el plano de las proposiciones, el WEF reclama un sistema mejor, que permita hacer una valoración del impacto económico de esos riesgos a todos los niveles: dentro de las empresas, por las propias personas, tanto a escala nacional como mundial. Y conocer los costes de dichos riesgos, lo que nuevamente lleva a incitar a una colaboración no reñida con el espíritu de competencia entre empresas. Otra recomendación, que se antoja menos creíble aún, señala que los gobiernos deberían superar sus reticencias y desconfianzas mutuas, para compender mejor los riesgos en que incurren, en perjuicio de la competitividad y el crecimiento. ¿A que el discurso suena muy bien?

[informe de Arantxa Herranza]


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