Las consultoras de mercado no se ponen de acuerdo acerca de si las ventas del iPad deben contarse en el mismo ranking que los PC portátiles: IDC y Gartner dicen que no, por ahora; Canalys, que sí [lo que elevaría a Apple al tercer puesto de la tabla global]. No es asunto baladí dilucidar si las tabletas son una nueva categoría o sólo una variante de las actuales, del mismo modo que los netbooks se contabilizan junto a los portátiles convencionales. Para la industria electrónica, la diferencia reside en que el iPad – y, por extensión, sus competidores – introduce un cambio radical en la forma de diseñar y fabricar, por tanto también en la estructura de los costes de producción.
Andrew Rassweiler, analista de iSuppli, lo explica con brillante sencillez: “hasta ahora, los portátiles son máquinas cuyo componente central es la placa base, y todas las demás funciones del sistema – la pantalla, el teclado o el audio, por ejemplo – residen en la periferia del procesador y los circuitos del núcleo. En el iPad, esta concepción se invierte: el verdadero centro del sistema es el interfaz de usuario, y el papel de la circuitería es facilitar el despliegue de contenidos y los inputs del usuario”.
Para ilustrar su tesis, Rassweiler se apoya en el desglose de costes después de haber destripado un iPad [ver tabla]. Según sus cálculos, el Bill of Materials (BOM) suma 250,60 dólares, y si se añade el coste estimado de fabricación, la cifra sube a 259,60 dólares para un gadget cuyo precio minorista es de 499 dólares. La cifra puede haber bajado, naturalmente, por efecto de la masa crítica que ha alcanzado desde su lanzamiento: 15 millones de unidades vendidas. Con un 43,7% del BOM dedicado a la pantalla y los componentes afines del interfaz (109,50 dólares), la conclusión es que el iPad ha introducido un nuevo paradigma industrial, no exento de riesgos.
Presumiblemente, las nuevas tabletas que aparecerán en los próximos meses van a ajustarse al camino trazado por Apple. De hecho, Samsung, que es su principal proveedor de componentes – fabrica, entre otros, el procesador A4 sobre arquitectura ARM – y a la vez su primer competidor serio, ha adoptado una línea no muy diferente en el Galaxy Tab, del que se han vendido dos millones de unidades. La segunda versión de la tableta de Samsung será presentada el 13 de febrero en Barcelona. Al margen de esta circunstancia, se ha calculado que actualmente hay entre 80 y 100 tabletas en desarrollo, pero pocas tendrán un impacto verdadero. Según iSuppli, el mercado mundial se triplicará en 2011, hasta 57,6 millones de unidades, de las que Apple venderá un 70,4%; en 2012, dice la misma fuente, su cuota descendería al 61,7%, y el resto se repartiría entre marcas numerosas.
Ante esta proliferación de tabletas, los proveedores de pantallas y componentes asociados – que, por lo que se ve, representan la parte del león del producto final – se enfrentan a la falta de antecedentes que les permitan estimar el potencial de ventas reales de cada cliente. Racionalmente, para no quedarse al margen, asumen el riesgo de pasar de una demanda insatisfecha a un exceso de capacidad; en consecuencia, su guión contempla una inflación de inventarios que podría derrumbar los precios.
El diario Korea Times advierte que la cadena de suministros de Apple presiona a los dos proveedores de pantallas táctiles en ese país (Samsung y LG Display) para que le garanticen una elevada cobertura de sus necesidades. Supuestamente, Samsung habría aceptado cuadruplicar sus entregas mensuales a tan poderoso cliente, asignándole el 50% de su producción, y reservándose una proporción del resto para sus propios productos.
El dilema se ve más claro todavía en las memorias NAND. Las ventas mundiales de 2010 se estiman en 18.700 millones de dólares (un 38% más que en 2009), mientras sigue creciendo (un 71%) la capacidad de almacenamiento [sólo una parte menor es atribuible al iPad y congéneres]. Sobre estas bases, afirma DigiTimes, la industria taiwanesa – y la de China continental – se prepara para competir con los tres proveedores de este componente vital: Toshiba, Samsung y una filial conjunta de Intel y Micron, que a su vez corren contrarreloj para ampliar sus fábricas. No es disparatado pensar que la fiesta podría acabar en un fenómeno clásico de superproducción.