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  21/04/2014

Los 64 bits, a la espera de Android

Qualcomm ha anunciado sus nuevos Snapdragon 808 y 810 aun antes de que los miembros anteriores de la familia hayan aparecido en algún smartphone. Es un signo de los tiempos: desde que Apple presentó en octubre su chip A7 de 64 bits, el resto de la industria ha acelerado el paso para introducir una tecnología que se adelanta a una demanda inexistente. Van a pasar entre 9 y 12 meses antes de que se conjuguen todos los elementos de la cadena: procesadores, smartphones, sistemas operativos y aplicaciones. Sólo entonces los 64 bits empezarán a ser algo corriente, cuando los desarrolladores se sientan seguros de que sus aplicaciones tendrán una base instalada voluminosa.

Desde octubre, la actitud de Qualcomm hacia los 64 bits ha dado un giro copernicano. Su entonces chief marketing officer, Anand Chandrasekher, desdeñó el anuncio de Apple como «un ardid de marketing», y comentó que el beneficio para los usuarios de un iPhone sería nulo. No fue un desbarre verbal: el veterano ejecutivo [que ocupó el mismo puesto en Intel hasta 2011] traducía la convicción imperante en Qualcomm: no habría demanda real hasta finales de 2015.

Entretanto, venía a decir la tesis, será suficiente con procesadores de 32 bits. Aunque era la postura de la compañía, fue un error de marketing impropio de un CMO. Tres semanas después, Qualcomm rectificó a Chandrasekher y lo recolocó en otro puesto sin exposición pública. Han transcurrido seis meses, y Qualcomm ha pasado de negar el interés de los 64 bits a tener en catálogo cinco chips de esa categoría, ninguno de ellos a disposición del público, todavía.

El episodio puso en evidencia una brecha por la que penetraría Intel, que en el Mobile World Congress de febrero anunció un procesador Merrifield (una variante de Atom) para móviles de 64 bits. En esa oportunidad, mostró a la prensa varios smartphones ´de referencia` pero hasta ahora no se sabe que ninguna marca de primera fila haya secundado la iniciativa.

El iPhone 5S es actualmente el único smartphone dotado de un procesador de 64 bits, aunque en la práctica esa cualidad no se utiliza. Samsung – uno de los dos contratistas de fabricación del A7 – ha dejado pasar el envite en el Galaxy S5, por entender que no tenía sentido pasar de 32 a 64 bits mientras Android no le sirviera de trampolín. Excluído Apple, que como de costumbre se lo guisa y se lo come, el futuro inmediato de los chips de 64 bits depende de lo que pase con Android: se espera que Google presente una transposición de Android de 32 a 64 bits, probablemente en ocasión de su conferencia I/O para desarrolladores, a finales de junio, pero no hay pistas de cuándo podría estar disponible. A priori, Windows Phone 8.1 debería incorporarse a la carrera, una vez se clarifique la hoja de ruta de Nokia: los últimos movimientos de Microsoft sugieren que está decidida a aguantar la carrera con las plataformas rivales.

Para que tal cosa ocurra, deberán cambiar paralelamente otros factores. Los smartphones punteros actuales – incluido el iPhone 5S – no tienen memoria suficiente para superar el rendimiento de los que llevan 32 bits. Esto hace que el avance que aportan los procesadores resulte ajeno a las preocupaciones del usuario corriente. La hornada actual de Snapdragon  tiene por objetivo preparar el terreno para consumar esa evolución.

Con distintas combinaciones de núcleos Cortex A53 y A57, diseñados por ARM, las dos CPU de alta gama alcanzan topes de rendimiento optimizando el consumo de batería. Ambos se fabrican con procesos de 20 nanometros, un avance con respecto a los 28nm de los modelos anteriores. Pero la CPU es sólo una pieza del system-on-a-chip diseñado por Qualcomm: empaqueta sendas versiones de la GPU Adreno, con capacidad gráfico suficiente para imágenes de video 4K. Un 30% más rápido con un 20% menos de consumo de energía, según la documentación oficial.

La otra novedad relevante es la integración de un modem LTE categoría 6. Es un síntoma: lo que diferencia a un smartphone de gama baja de otro de gama alta es, esencialmente, la capacidad de comunicación; si el usuario dispone de más velocidad, hará más uso de la cámara para captar imágenes (foto o vídeo) y subirlas inmediatamente, y esos contenidos son de más resolución. Toda la arquitectura tiene que evolucionar para que el sistema sea capaz de un procesamiento de imagen poderoso y de direccionar un volumen mayor de datos. El primer beneficiario es el vídeo, principal motor de la demanda que estimula la renovación del parque de smartphones.

Sintomáticamente, Qualcomm ha decidido que es mejor que la familia crezca desde abajo: primero el 410 – presentado en enero en el CES – y luego los 610 y 615, sus novedades para Barcelona. Cierran la serie los procesadores 808 y 810. Con este abanico, abre la posibilidad de ofrecer en smartphones de menos de 200 euros prestaciones que hasta ahora se han considerado de gama alta.


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