14/05/2014

Las ciudades, en la batalla por el talento

¿Quién no ha leído y oído mil veces que «las TIC están cambiando la forma de colaborar y comunicarse de los individuos y las empresas»? O esto otro: «la sociedad conectada emergente de este proceso evolutivo abre nuevas vías y retos en las áreas de la educación, salud, transporte, cambio climático y uso de los recursos naturales». Son frases conocidas que reaparecen en el estudio Networked City Index 2013, elaborado por Ericsson, con el fin de sostener que las ciudades del planeta serán los centros neurálgicos de esa transformación. El estudio analiza el papel de las TIC en la conformación de ciudades competitivas, y otorga los tres primeros puestos a Estocolmo, Londres y Singapur.

Este es el razonamiento que preside el estudio. Los últimos 25 años han fraguado los cimientos de la actual era digital, un frenesí tecnológico que evoluciona en paralelo, o quizá impulsado por un principio de causalidad, con otro hito fundamental: el imparable aumento del número y densidad de las áreas metropolitanas. En 1900,el 13% de la población mundial vivía en ciudades, que han llegado a ser el hogar de la mitad de los seres humanos; en 2050 acogerán a siete de cada diez habitantes del globo, puesto que la población urbana se incrementa a razón de 6 millones de personas cada día.

Otra afirmación de los redactores – de Ericsson, asistidos por la consultora de ingeniería Sweco – es calificar a 25 urbes como megaciudades, categoría que se alcanza al traspasar los 10 millones de habitantes. En 2020 se añadirán otras 8 por lo menos, y la mitad del conjunto estará en países en desarrollo. Con esta tendencia, es explicable que sean responsables del 75% del consumo energético global y del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero o, como decía otro estudio, del McKinsey Global Institute sobre las 600 ciudades más grandes, que disfruten de la mitad del PIB mundial.

Hoy día, todo lo que no incorpore el marcharmo de smart parece haber perdido credibilidad mediática. Quizá sea por esto que la literatura gris se centra cada vez más en el concepto de smart city, y se suceden incontables simposios y publicaciones al respecto. Este estudio es una de ellas, y no de las mejores. Porque no basta con celebrar la inteligencia de las ciudades: se hace necesario escudriñar cada caso y determinar si es o no sostenible.

Esta simbiosis es el análisis para establecer un ranking de 31 ciudades en función de dos dimensiones: 1) madurez TIC en inversiones e infraestructuras y asequibilidad de la tecnología, y 2) lo que llama Triple Bottom Line (TBL) representado por los beneficios que generan las TIC en los ámbitos social, económico y mediambientales. El modelo elegido clasifica los núcleos urbanos en clusters de rendimiento alto, medio y bajo.

Como grandes conclusiones, establece la fuerte (y obvia) correlación entre el grado de ´madurez TIC` una ciudad y su desarrollo en el TBL, y que el retorno de las inversiones se incrementa conforme aumenta su nivel tecnológico. Otra: no existe una única vía de evolución, por lo que las ciudades en distintas etapas deben aplicar estrategias diferentes. En unos casos, la prioridad será reducir la brecha digital entre los ciudadanos, en otros invertir para no perder el compás.

Megaciudades son Tokio, Moscú, Delhi y Sao Paulo, que muestran fuertes similitudes en el esfuerzo TIC, pero su rendimiento en el TBL varía de modo ostensible. Las mejores del grupo han construído su progreso en torno a la capacidad de los ciudadanos para usar las nuevas tecnologías y, conforme progresa el grado de madurez, aplicarlas a las áreas prioritarias y a optimizar la participación ciudadana.

Un repaso a las ciudades que aparecen en el ranking de 2013, encabezado por Estocolmo – incidentalmente, la sede de Ericsson – tropieza con una dificultad metodológica: la disparidad de datos disponibles, lo que puede afectar – admiten los autores – la valoración de determinados parámetros en cada una de ellas. El uso de las TIC puede aparecer reforzado por la existencia de contenidos locales relevantes. Las ciudades en los países en desarrollo se encuentran en un estadio incipiente de su ´madurez TIC`, con la excepción de Singapur, que se coloca tercera en el ranking.

La congestión de las ciudades afecta negativamente al reducir la productividad de individuos y empresas. Se calcula que la degradación de la calidad del aire y la contaminación acústica generan unos costes que van del 1,5% al 4% del PIB de un país. La utilización de sistemas y aplicaciones al servicio de la calidad de vida en las ciudades aparece como el primer factor que eleva a Estocolmo a la primera posición, mientras que la riqueza de la infraestructura en Londres privilegia las capacidades de uso de las TIC por la población de Londres.

El informe es un compendio de consejos dirigidos a políticos y gestores urbanos. Para alcanzar esa mentalidad, las ciudades necesitan, desde la perspectiva de Ericsson, establecer unas líneas claras de actuación, que pasan por «ejecutar una estrategia holística de implementación de las TIC e incorporar la tecnología como elemento decisivo de la vida pública […]»

La colaboración entre ciudades para conseguir economías de escala a través de infraestructuras comunes y soluciones TIC conjuntas. Un punto, por cierto, que aparece con frecuencia en el discurso de Ericsson y al que el estudio presta atención preferente. Por ejemplo, la armonización de las estructuras de open data, más que la proliferación de sistemas y protocolos diferentes o independientes, es calificada como un acelerador de la innovación.

Todo vale, en definitiva, para ganar lo que el estudio denomina «la batalla del talento». Mientras las personas más preparadas e innovadoras eligen su residencia entre un amplio elenco de centros urbanos, las ciudades han entrado en un escenario competitivo para el que muchas no están preparadas. El salario es, por supuesto, uno de los factores que influyen en las decisiones migratorias, pero la cita de un documento del Banco Mundial añade otros factores: la prestación deficiente de los servicios públicos, la inseguridad ciudadana y el desempleo son tres elementos de disuasión. En un plano positivo, se menciona la calidad de vida, el entorno natural, las opciones culturales y el medio ambiente.

[informe de Lola Sánchez]


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