La tregua arancelaria pactada por Estados Unidos y China salva, de momento, unos obstáculos no previstos en la economía de los dos países, pero deja sin abordar otros frentes abiertos, que podrían ser más explosivos. Para ir al grano: no supone una pausa en la hostilidad de Washington hacia Huawei, que ha sido una constante de tres presidencias estadounidenses (Trump1, Biden y Trump2). Denunciada como una amenaza a la seguridad en las telecomunicaciones, Huawei no se arredra: aspira a ser uno de los grandes fabricantes de semiconductores desarrollando chips para la IA, a mayor gloria de su país y reforzada por el respaldo político y económico de Xi Jumping al mando en Pekín desde 2013 y parece que por muchos años.
Sin menoscabo de los méritos tecnológicos de Huawei. Es probable que la imposible amistad entre ambos países llegue a un apaño en esta materia pero encalle en otras, pronostica prensa internacional. El Financial Times sostenía el otro día que con Donald Trump sólo funcionan dos actitudes: la adulación o la confrontación. De China no cabe esperar la primera, mucho menos de Huawei, que guarda agravios propios.
Justo antes de iniciar su periplo comercial por las monarquías del Golfo. el presidente Trump ha evidenciado que combatir a Huawei será una prioridad otros cuatro años, precisamente porque la compañía china ha emergido como primer rival del campeón americano de la IA, Nvidia. Ya fue castigada por Joe Biden, quien extrañamente esperó hasta pocos días de desalojar la Casa Blanca para firmar una AI Difussion Act, suerte de reglamento que dividía a los países en tres categorías (aliados, adversarios y otros) según estuvieran autorizados o no a comprar chips de diseño estadounidense, aun cuando no fueran fabricados en su territorio. El asunto toca de lleno a Huawei.
La norma debía entrar en vigor el 15 de mayo, pero el sucesor la anuló justo antes de iniciar el viaje a Riad y otras capitales árabes. Hubiera sido poco presentable llegar de visita a países clasificados oficialmente entre “otros” con la noticia de que tienen restringida la compra de unos componentes que necesitarían si quisieran jugar algún papel en la industria de la inteligencia artificial, a la medida de sus recursos financieros.
Dicho y hecho. Eso es lo que buscan y lo que conviene a Estados Unidos, o por lo menos a Nvidia. Anulada la AI Difussion Rule, el primero en mostrar su satisfacción ha sido Jensen Huang, cofundador y CEO de Nvidia, quien al instante anunció haber cerrado la venta a Arabia Saudí de 18.000 chips Blackwell, los más avanzados de la compañía, por una cuantía de 7.000 millones de dólares. Otras monarquías de la región tendrán carta blanca para seguir por el mismo camino. Un tema que, dicho sea de paso, engrosa la lista de espera de este blog.
Para aparentar que nada se desmadraba, el BIS (Bureau of Industry and Security) el departamento de Comercio, advirtió desde Washington que cualquier empresa de cualquier país que adquiera o utilice semiconductores fabricados por Huawei podría estar violando la legislación de Estados Unidos, ya que presuntamente [likely] habrían sido producidos con tecnología estadounidense. Avisaba el BIS que la violación será perseguida anywhere in the world.
Un paréntesis: en este contexto. Antes de unirse al séquito de Trump en Riad, Jensen Huang ha visitado Shanghai, donde prometió instalar un importante centro de I+D en inteligencia artificial. Tal vez sea esta una manera de hacerse querer tras las denuncias de que sus procesadores entran en China de contrabando. O puede que siga confiando en ser autorizado a producir un chip específico para China que no sea objetado por el gobierno de Estados Unidos. Los chinos no se van a quedar esperando.
La mencionada advertencia del BIS se refería nominalmente a tres chips para IA de Huawei, etiquetados como Ascend 910B, 910C y 910D, que la compañía ha diseñado para uso propio y para venderlo a las plataformas chinas de IA (Baidu, Tencent, Alibaba y, presumiblemente, DeepSeek). En su comunicado, el BIS los calificaba como “realmente muy competitivos”.
Por otro lado, es notorio que desde hace meses y pese a los controles, es posible comprar chips avanzados de Nvidia de modo legal, semiilegal o clandestino. Con jactancia inaudita, el presidente de Tencent, Martin Lau, ha revelado haberlos adquirido en cantidad suficiente para reforzar su plataforma de IA “durante generaciones” (sic).
Días antes, el Financial Times había publicado un reportaje ilustrado con imágenes satelitales en las que se puede ver la construcción muy avanzada de tres grandes plantas supuestamente destinadas a la fabricación de semiconductores en un distrito de Shenzhen, no lejos del campus de Huawei. Según el diario financiero, las obras se iniciaron en 2022 y serían la prueba viva del esfuerzo de la compañía por controlar todas las fases industriales, desde el diseño hasta la maquinaria para fabricar obleas de silicio, ciclo completo que ninguna otra habría intentado antes.
Dylan Patel, fundador de la consultora SemiAnalysis, conjetura que una de las tres plantas, aun sin completar, ya está fabricando chips Ascend con reglas de diseño de 7 nanómetros, que sin ser los más avanzados del mundo pueden agruparse en clusters para lograr muy altas prestaciones. De las otras dos fabs, dice Patel que una está gestionada por SiCarrier, que define como especialista en diseñar equipos para la industria de semiconductores y la otra por SMIC, el principal fabricante chino de memorias.
Huawei tomó la decisión de acelerar la búsqueda de autonomía industrial tras las sanciones impuestas por Washington en 2019 (por Trump). En los siguientes cuatro años, las importaciones chinas de equipos fotolitográficos y de fabricación han crecido a un ritmo inusual, especialmente los procedentes de Japón y Países Bajos, revela otro reportaje, en este caso de Nikkei Asia. También habrían aumentado las importaciones de equipos destinados al encapsulado y verificación final de los chips. Es obvia la intención.
El medio nipón añadió que, Huawei comparte know how con otras compañías chinas, quemando etapas en la cadena de aprendizaje de esta industria. Al respecto apunta que trabajadores formados durante años en plantas estadounidenses, taiwanesas y coreanas establecidas en China continental, han pasado a estar a sueldo de Huawei y que especialistas que vivían en Estados Unidos (e incluso con nacionalidad americana) han regresado a su país natal para incorporarse a esta y otras compañías.
Una cadena de artículos de prensa (The New York Times, Wall Street Journal, Bloomberg y Reuters) ha dejado muy claro que China se está convirtiendo más pronto de lo esperado, en una potencia global en el diseño y fabricación de semiconductores. Y no sólo de los “chips maduros” – de bajo valor pero omnipresentes en el mercado – de los que el país controla casi la mitad de la producción mundial.
La carrera se estrecha. Días atrás, Huawei presentó una arquitectura de infraestructura para IA, CloudMatrix 384 Supernode, que según la compañía china iguala al sistema NVL72 de Nvidia lanzado en marzo, Siempre según Huawei (la propaganda importa) este “supernodo” alcanza los 300 petaflops de potencia de cálculo, comparados con los 180 petaflops de su rival estadounidense. Con lo que se busca sugerir que iguala el rendimiento de los chips H100 de Nvidia.
Nada de esto es realmente nuevo. Hace una década que el gobierno chino se propuso alcanzar la autosuficiencia en esta industria y el objetivo ha pasado a ser prioritario tras las restricciones dictadas por Washington. Desde la primera administración Trump, la excusa ha sido que todos los equipos de diseño de semiconductores incorporan alguna patente registrada por compañías estadounidenses, lo que muy probablemente es cierto, pese a no tener capacidad industrial para explotarlas.
El caso más flagrante, la prohibición a la taiwanesa TSMC de vender chips a Huawei pese a haber sido diseñados por la filial HiSilicon, fue tan eficaz que, al acabarse las existencias del chip Kirin, Huawei se vio eclipsada del mercado mundial de smartphones, que temporalmente había llegado a liderar.
Estados Unidos intentó entonces, con desiguales resultados, que las operadoras europeas dejaran de comprar a Huawei sus equipos de telecomunicaciones, acusándola de colaborar con el espionaje de su gobierno. A finales del 2018 consiguió que Canadá detuviera a Meng Wanzhou, hija del fundador de la compañía y por entonces su directora financiera. Tras cuatro años de arresto domiciliario en Vancouver, Wanzhou pudo regresar a su país y actualmente ocupa una de las presidencias rotatorias de la empresa fundada por su padre.
El tiempo pasa; a mediados del pasado año, Huawei sorprendió con la presentación del Mate X6, sucesor del excelente Mate 60. Son dispositivos con procesador Kirin y tecnología totalmente propia, además del sistema operativo Harmony OS, de modo que no depende para nada de Google ni de Estados Unidos. Entretanto, la compañía se ha lanzado a fondo con otros mercados tecnológicos (paneles solares, vehículos eléctricos y robótica, por ejemplo) además de acentuar su presencia en los equipos de 5G y accesorios que vende en todo el mundo menos en Estados Unidos y Europa. Sus resultados están en alza: el ejercicio 2024 casi ha igualado el récord de ingresos del 2020, con 862.000 millones de yuanes (118.000 millones de dólares) pero con beneficios modestos (8.500 millones) atribuidos a la intensidad de su gasto en I+D.
[informe de Lluís Alonso]