Sinceramente, las explicaciones de la abrupta caída en desgracia de Mark Hurd, forzado de la noche a la mañana a dejar la presidencia ejecutiva de Hewlett-Packard, resultan poco creíbles. Que un celebrado directivo contrate como consultora a una ex actriz de televisión, quien luego lo demandará por acoso sexual – demanda retirada, o infundada, según quien lo diga – es poco edificante, pero no justifica la prisa en echarlo (a menos que algún medio amarillo estuviera en el ajo). Y que ese mismo directivo multimillonario falseara notas de gastos por 20.000 dólares, es patético. Pero tal vez haya algo que no nos cuentan. ¿Nos lo dirá un día Wikileaks?
Mark Hurd era más temido que amado por los 300.000 empleados de HP, pero no son los empleados los que ponen o quitan presidentes, sino los consejeros; sólo ahora, tras su caída, aparecen indicios de que tampoco era muy querido en el consejo que formalmente presidía. Sintomáticamente, el bien informado Martin Reynolds, analista de Gartner, sostiene que su precipitada salida es una oportunidad para HP. ¿Oportunidad? Este es el razonamiento: “[Hurd] transformó la compañía en una máquina de control de costes [y para hacerlo] aniquiló su imagen de empresa innovadora. Pero no creo que la disciplina operativa impuesta por Hurd vaya a desaparecer con su partida”.
La frase tiene chicha. Sugiere Reynolds que, con independencia de la naturaleza personal de los errores que perdieron al ex presidente – huelga decir que no son la materia de este blog– había divergencias profundas entre Hurd y un consejo al que nunca llegó a controlar. Puede que sí o puede que no, pero lleva a preguntarse por el legado que deja tras 64 meses al frente de HP.
Deja, para empezar, una compañía muy diferente a la que heredó en abril de 2005 tras la defenestración de Carly Fiorina. De sus primeros dos años y medio en el cargo se recuerda que recortó drásticamente la plantilla, lo que le convirtió en un héroe para Wall Street. La acción de HP, que a su llegada se cotizaba a 21 dólares, alcanzaría un pico de 54 dólares el pasado abril. Si duplicar el valor bursátil de la compañía es la medida de su éxito, pues vale. Otros números son más opinables.
Bajo la presidencia de Hurd, HP se aupó al primer puesto del ranking del sector, con una facturación de 114.600 millones de dólares el ejercicio pasado, partiendo de los 86.700 millones en 2005. En realidad, lo esencial de este crecimiento es atribuible a una treintena de adquisiciones cuyo culmen fue la compra de EDS por 13.200 millones en 2008; antes había absorbido Opsware [fundada por Marc Andreessen, hoy influyente miembro del consejo] y Mercury. Tiene pendiente la digestión de 3Com y de Palm, que deberá completar su sucesor/a.
La integración de EDS ha sido la piedra angular del proyecto de Hurd: transformar HP en una compañía integral, cuyo eje serían los servicios, una manera de escapar a la rigidez de márgenes del hardware, su negocio tradicional, pero desde luego sin renunciar a este. Así fue que HP saltó al segundo puesto en el ranking de servicios, encabezado por IBM. Precisamente, el pasado junio se anunciaba una nueva fase en la reorganización de esa rama de la empresa en circunstancias que ahora se entienden un poco mejor.
El caso es que la recesión castigó el proyecto empresarial de Hurd, pero incluso en el difícil contexto de 2009 pudo miimizar los daños y mantener la confianza de Wall Street con una fórmula que debió parecerle infalible: nuevos recortes de empleos, bajada generalizada de salarios [él mismo aplicó al suyo una quita del 20%, no sin antes haberlo subido un 31%) y más intensas reducciones de costes, entre ellos la amputación del presupuesto de I+D. Este fin de semana, un ex empleado de HP se ha burlado en su blog de una frase antológica de quien lo mandó a la calle: “hemos decidido variabilizar (sic) nuestra estructura de costes”.
Mark Hurd se lleva consigo su mapa del futuro. Si el consejo pretende escribir otro capítulo en la historia de HP, probablemente buscará una figura externa, que deberá pescar en las aguas de algún otro grande de la industria. Pero si sólo quiere corregir unos grados el rumbo y limpiar la nave, la quiniela de presuntos candidatos a dirigirla se reduce a tres vicepresidentes que han acompañado a Hurd y que conocen al menos un fragmento del mapa: Anne Livermore, Vyomesh Joshi y Todd Bradley. Lo que no hará esta vez el consejo es volver a entregar la suma del poder.