Cuando se habla de 5G, hay que reconocer que la moneda tiene dos caras. Una, el escepticismo acerca de las ventajas reales que una nueva generación de dispositivos – casi inexistentes, de momento – aportarán a los consumidores, pese al despliegue comercial de redes en cierto número de países. En la otra cara se aprecia un perfil menos atractivo, la aplicación de esas tecnologías al despliegue de redes ´privadas` en las empresas industriales. Ha sido muy criticada la decisión del gobierno alemán de reservar en la subasta de espectro una porción importante (100 MHz) con la finalidad de cederla luego a las empresas interesadas a precio reducido. Visto lo visto, tal vez haya sido acertada.
Nadie cuestiona las virtudes de las redes 5G que las hacen ideales para dar respuesta a las expectativas de los consumidores. Todo lo contrario. Pero, en la práctica, la obsesión general por las tarifas baratas y la consiguiente deslealtad hacia el proveedor de servicio (eufemismo al uso: portabilidad) ha convencido a ciertos operadores de que tal vez no sea tan buena idea invertir en 5G. Al menos, mientras la cuarta generación sea suficiente para satisfacer razonablemente aquellas expectativas.
En Europa se han conjugado varios factores. Las dudas de algunos gobiernos acerca del despliegue de equipos de Huawei en la red troncal pueden estar influyendo a la contra, pero lo que más pesa es la incertidumbre de invertir en redes 5G cuando su viabilidad económica no está prevista hasta 2023 como muy pronto.
Es un hecho que operadores importantes están revisando sus estrategias para los próximos años. Unos exploran tecnologías que abaraten sus despliegues y entretanto presionan a los suministradores; otros negocian acuerdos para compartir infraestructura y segregar activos – lo han hecho bajo distintas fórmulas Telefónica, Vodafone y Orange, los tres grandes presentes en España – de manera que en pocos meses se ha pasado de jalear el futuro de 5G a una prudencia por lo menos sospechosa.
Entretanto, a finales de noviembre, la BNetzA (BundesNetzAgentur), órgano al que compete la regulación de las telecomunicaciones en Alemania, ha publicado las bases para la concesión de licencias de uso por diez años de esa franja de espectro reservada a la industria en la banda media (3,7 a 3,8 GHz) y con cobertura limitada a ciertas áreas. Dos grandes empresas, Bosch y Siemens, han anunciado de inmediato su intención de postularse. Otras, entre ellas BMW, Volkswagen y Daimler, han informado a la agencia federal que consideran hacerlo en breve.
El ejemplo alemán se discute desde hace tiempo y ya lo está analizando el regulador británico Ofcom. Según el esquema, los grupos industriales interesados podrían modernizar sus redes para automatizar mejor sus sistemas de producción, que buena falta les hace, aprovechando la disponibilidad de 5G. Se les abre la posibilidad de aliarse directamente con los suministradores de equipos, lo que liberaría a ambas partes del impacto de decisiones regulatorias más motivadas por cuidar el bolsillo de los consumidores que por el modelo de negocio de los operadores. Ahí queda la opción.
Tradicionalmente, las redes de telecomunicaciones y las industriales han seguido caminos separados, con diferentes ritmos de actualización. Las primeras se han unificado bajo el común denominador del protocolo IP, genéricamente Internet, mientras que las redes del interior de las fábricas suelen funcionar con dispositivos y protocolos propios [mal llamados ´propietarios` aunque sean inalámbricas (WiFi o Ethernet) que a su vez son herencia de autómatas programables, PLC y sistemas analógicos con décadas de existencia.
Las redes 5G aplicadas al mundo industrial podrían actuar en tres campos a la vez, como ilustra el siguiente gráfico tomado de Siemens: transmisión de datos a alta velocidad y ancho de banda (eMBB), comunicación masiva entre máquinas (mMTC) y comunicaciones ultra-rápidas y ultra-fiables (URLLC).
Las dos primeras pueden solventarse en cierta medida con las tecnologías actuales 4G y dispositivos IoT sobre redes de banda estrecha NB-IoT, pero sin duda 5G supone un enorme salto adelante. La baja latencia, fiabilidad y precisión en la comunicación de las señales ya requiere no sólo 5G sino del desarrollo de las llamadas redes temporalmente sensibles, Time-Sensitive Networking o TSN).
La prioridad del sector de las telecomunicaciones ha sido siempre que los datos de transmitieran de forma muy rápida e íntegra, pero no simultáneamente: si un paquete de datos tardaba más que otro no era un problema grave mientras los datos no se perdieran por el camino.
Las redes TSN formarán parte de las especificaciones de la Release 16 del estándar 5G, próxima a publicar (previsiblemente en mayo), permitirán que las comunicaciones de datos sean muy rápidas (de dos a medio milisegundo) con disponibilidad mínima del 99,999% (coloquialmente, cinco nueves y así hasta once nueves) y tiempo medio entre fallos de 10 años. Se calcula que las TSN estarán integradas en la Release 16 a finales del otoño y optimizadas en la Release 17, antes de finales de 2021. Las redes son determinísticas; se las conceptúa como tales en el sentido de que no se comunican al azar sino con un control absoluto de la situación. Es probable que este modelo determinístico se añada al vocabulario industrial hasta alcanzar el mismo uso trivial que hoy se da al término latencia, que hasta hace un par de años sonaba pretencioso.
De momento, la única referencia es el modelo alemán: licencias por diez años con una tarifa nominal de 120 euros anuales para un ancho de banda de 60 Mhz con cobertura de una hectárea. Algo muy distinto a la subasta en la que los operadores acabaron desembolsando casi 6.600 millones de euros.
La relativa demora de las especificaciones completas no es grave, porque tampoco existe el software que debería comunicar las máquinas entre sí. El desarrollo de la fábrica “inteligente” será necesariamente gradual a lo largo de la década a punto de iniciarse; los resultados no serán visibles y puede que no optimizados hasta principios de la siguiente.
El lector sabrá disculpar esta digresión. Volviendo al caso alemán: en la feria Smart Production Solutions (SPS) celebrada en Nuremberg tres días después de publicarse las condiciones de las futuras licencias de redes privadas 5G, tanto Siemens como Bosch exhibieron plantas piloto con la colaboración de Qualcomm. El asunto no está tan verde como podría parecer en principio, porque los dos gigantes alemanes llevan casi diez años trabajando en esta hipótesis.
Siemens llevó a la feria la demo del funcionamiento de una red privada sobre 5G SA (stand alone) en entorno industrial utilizando sus sistemas de control Simatic y dispositivos de Qualcomm: los vehículos se movían con autonomía recibiendo instrucciones a través de esa red. Considera esta compañía que 5G – en su vertiente industrial – sería la puerta de acceso a un sistema de redes inalámbricas fabriles y logísticas.
Por su lado, Bosch ha confirmado haber solicitado una licencia para operar en al menos dos factorías digitales a partir del año que viene. La filial del grupo que fabrica componentes para automoción elabora un proyecto por separado, quizás en colaboración con sus clientes en la industria.
Como era de esperar, el asunto ha suscitado preocupación en los tres operadores del país (Deutsche Telekom, Vodafone y Telefónica). Temen, y no les falta razón, quedar al margen de una parte, la más lucrativa, de los contratos de gestión de redes con los grandes clientes industriales. El que peor se lo ha tomado es el que más tiene que perder, DT.
Este operador, dominante en Alemania, no descarta la posibilidad de cooperar para la operación de redes ´privadas` pero cree que la mejor alternativa sería combinar su propio espectro con el que se adjudique a las empresas. Por dos razones: 1) la banda media no ofrece una cobertura suficientemente amplia ni buena penetración en interiores; 2) las conexiones dentro de una red de ´campus` sólo serán óptimas si se comunican con la información externa. Por tanto, se dice dispuesto a echar mano de las ventajas del network slicing en su propia red 5G – con la 4G como complemento – como alternativa con iguales garantías de seguridad y supuestamente menos inversión. Herbert Schütter, VP de clientes corporativos de este operador quita hierro al asunto: hasta una veintena de empresas alemanas podrían gestionar pequeñas redes propias pero en alguna instancia preferirán contar con un operador; para otras muchas, la mayoría, no será una preferencia sino una necesidad absoluta.
Hay otros intereses en juego. Nokia – en cuyo ancestro se encuentra la anexión de la rama de comunicaciones de Siemens – ha saltado a escena mostrando disposición a suministrar sus equipos de red y una plataforma para que los adjudicatarios puedan gestionarla por sí mismas. Más prudente es la actitud de Ericsson, que no quiere soliviantar a sus principales clientes, los operadores. Huawei no se ha manifestado.
Varios sectores industriales destacan como usuarios potenciales de estas redes 5G – no necesariamente privadas – especialmente entre las eléctricas y las petroquímicas, que son en sí mismas redes complejas de gestionar. El sector del automóvil es el candidato obvio para poner a prueba esta iniciativa gubernamental y optimizar su funcionamiento.
No es extraño que sea en Alemania donde más se está avanzando en el desarrollo de redes industriales 5G. Cualquiera sea la forma operativa que adopten, el desarrollo de estas redes requeriría el trabajo conjunto de los fabricantes de equipos de telecomunicaciones con los desarrolladores, tanto de software como de control y automatización industrial. Hasta ahora, estos segmentos de negocio convivían sin competir directamente, pero la irrupción de 5G deja imaginar un pulso por el mercado emergente.
Al mismo tiempo, exigirá que los grandes telcos desarrollen aplicaciones para sectores verticales y nichos de mercado específicos. Podría ser para ellos la oportunidad de diseñar servicios de banda ancha con gran valor añadido que compensen los ingresos a la baja en el segmento de consumo. Aun así, corren el riesgo de quedarse sólo con la ganga si no invirtieran con decisión y premura. Como les ocurrió, y no hay maldad en recordarlo, cuando no supieron reaccionar ante la habilidosa estrategia de las plataformas de Internet.
[informe de Lluís Alonso]