A finales de octubre, cuando el yen rozaba su máximo de los últimos quince años (79,95 por dólar), las empresas japonesas más volcadas a la exportación volvieron a revisar el supuesto de 90 por dólar (o 112 por euro), con el que calculaban sus previsiones del ejercicio. Algo se ha enmendado desde entonces, pero el problema de fondo persiste: una pérdida de competitividad en el peor momento de la economía mundial. Cada caso es diferente, según el volumen de producción que hayan transferido fuera, principalmente a China y el sudeste asiático; en general, más de un tercio de sus productos se fabrican en el extranjero. Lo que vale para Toyota, también vale para la industria electrónica.
En esta cuestión juegan muchos factores, aparte del tipo de cambio. Entre otros, la insostenibilidad del “contrato social” de posguerra entre las corporaciones y sus trabajadores. Cuando se trata de valorar la productividad, las subsidiarias en el extranjero obtienen márgenes operativos superiores a las fábricas dentro de Japón, según un informe gubernamental. Al mismo tiempo, producir cerca del consumidor es una ventaja: se calcula que un 62% de las mercancías que las marcas japonesas fabrican en Asia, se vende en los mercados locales. Pero la ventaja es para las empresas, no para la economía nipona, que asiste a la reducción de su tejido industrial y al sacrificio masivo de empleos. Cuantas más funciones productivas se transfieren fuera del país para ahorrar costes, más débiles son los proveedores internos.
Es verdad que muchas corporaciones mantienen en el país “fábricas modelo”, ocupadas en refinar los procesos – el principal mérito de la industria japonesa – y preservar al personal cualificado, pero también es cierto que las factorías extranjeras están muy cerca de alcanzar ese nivel de excelencia, si no lo han alcanzado ya.
En la electrónica de consumo, hay un tópico muy extendido según el cual, mientras Sony, Panasonic y otras marcas se debatían con un yen sobrevaluado, los competidores coreanos ganaban mercado gracias a la debilidad del won. Ya no es exactamente así: los resultados de las primeras mejoran, y este año los de LG se han derrumbado, y Samsung ha tenido que corregir a la baja sus previsiones. El éxito, si así puede llamarse, obedece a dos factores: en China, un mercado de alto crecimiento hasta nuevo aviso, las marcas japonesas son preferidas a las coreanas, y en el propio mercado japonés se perciben los efectos del programa de estímulo de la demanda.
Los recientes resultados trimestrales han revelado una clara mejoría. No sólo por su recuperación con respecto al mismo período de 2009, sino porque confirman las previsiones para todo el año y, en algunos casos, al alza. El resultado bruto de Panasonic hasta setiembre, por ejemplo, ha sido seis veces superior al de 2009 por las mismas fechas. Sony, que un año antes perdía dinero a espuertas, ha vuelto a ganar dinero. A primera vista, la amenaza de los meses que vienen es que el yen se mantenga fuerte [83,4 por dólar y 113,8 por euro, el pasado viernes], y que la demanda de las economías occidentales no reaccione.
Un buen ejemplo es Sharp, atrapada por el exceso de capacidad instalada mundial en la fabricación de paneles de LCD, que ha aumentado un 16% sus ingresos y un 27% su beneficio operativo hasta setiembre, a la vez que ha corregido a la baja sus previsiones. Porque, informa la compañía de Osaka, sus cálculos se habían hecho con una paridad de 90 yenes por dólar y 123 por euro, y la nueva hipótesis la estima en 82/110. Toshiba, que ha tenido un trimestre excelente gracias, sobre todo, a su negocio de chips de memoria, sigue expectante, pese a haber multiplicado por siete el beneficio operativo: su ratio de deslocalización implica que genera importantes ingresos en dólares, y paga a sus proveedores en esa moneda, balanceando así las fluctuaciones.
Hay muchos casos en la misma línea. La diversificada Hitachi ha podido elevar un 54% su pauta para el ejercicio, tras un severo recorte de costes en todas sus divisiones. Olympus, gran especialista de la optoelectrónica, ha superado sus propias previsiones de principios de año. Canon reduce el objetivo de ingresos, pero mantiene por ahora el de beneficios, mientras Fujitsu – que casi ha duplicado sus ganancias – no las tiene todas consigo porque su año fiscal concluye en marzo, y de aquí a entonces queda muy expuesta a la recesión en Europa y Estados Unidos.