Intel ha hecho un alarde que sólo una empresa así puede permitirse. Dueña de un virtual monopolio en el mercado de procesadores para servidores y centros de datos – el adjetivo ´virtual` está de más, ya que su cuota es del 95% – ha decidido un giro estratégico que acelera el ritmo de introducción de los nuevos miembros de la gama Xeon. Habrá una familia única, conocida como Xeon Scalable, que estará disponible a mediados del verano. La prisa por dar este paso al frente tiene como explicación el hacer frente a la amenaza que para su dominio de los centros de datos pueden suponer los procesadores gráficos, especialmente los de Nvidia y AMD, y las exigencias de hyperscalers como Microsoft.
En rigor, la gama Xeon – E5, E7 y Phi – no ha cambiado esencialmente en los últimos cuatro años. La arquitectura interna de los modelos actuales, el más reciente de hace un año, es la apodada Broadwell, que desde enero de 2015 caracteriza a los procesadores Core para ordenadores, y se fabrica con procesos de 14 nanómetros.
Se ha considerado normal que los Core fueran más avanzados que los Xeon en cuanto a la última tecnología de proceso. Desde 2012, el desfase ha sido de cuatro a cinco trimestres. Explícitamente, se trataba de utilizar los Core para poner a punto la tecnología e integrarla en los Xeon cuando fuera absolutamente fiable. Así, por ejemplo, los Xeon Scalable de 2017 van a incluir la arquitectura Skylake, que los Core llevan desde septiembre de 2015.
La nueva estrategia implica que los Xeon se pongan a la vanguardia, hasta el punto de que en 2020 se fabricarán con un proceso de 7 nanómetros unos meses antes que los Core. No es una mera cuestión de calendario: se reflejará en un cambio de las estructuras internas de costes de las divisiones Client Computing Group, CCG (procesadores para PC) y Data Center Group o DCG (servidores), asunto que no es en absoluto baladí. Hasta ahora, gran parte del coste de lanzar un nuevo proceso de fabricación, con menor densidad, lo asumía el Client Computing Group, remembranza de los tiempos de gloria del PC, mientras que desde ahora se imputarán paulatinamente a Data Center Group. Por lo tanto, será inevitable que bajen los márgenes de beneficio de este grupo y suban los del anterior. Es un tema contable, que en principio no tiene por qué llevar a cambios en los escalones corporativos.
El cambio que se hace desde ya en los Xeon Scalable es profundo. Intel lo describe como «el avance en la plataforma de centros de datos más importante de la década». Al llamarlos Scalable, se pretende enfatizar esa importancia. El mensaje es transparente: una única familia escalable, debe servir para distintos requerimientos y facilitar futuras ampliaciones. La nueva hornada de Xeon sustituirá a los actuales E7 y E5, aunque habrá cuatro «sabores» distintos: bronce, plata, oro y platino, correspondientes a necesidades concretas.
Hasta el momento, Intel ha sido parca en detalles sobre el producto, pese a que ya ha empezado a suministrarlo a algunos clientes para su evaluación. Brian Krzanich, CEO de la compañía, dijo en una conferencia reciente con analistas que estarán disponibles «a mediados del verano» y poco más. Según un comunicado de Intel «incorporará prestaciones únicas para manejar cargas de trabajo en computación, almacenamiento y redes [con] ganancias de rendimiento hasta 3,9 veces superiores en cargas virtualizadas cuando se comparan con sistemas en uso de cuatro años de antigüedad».
¿A qué obedece la nueva estrategia? A marcar territorio mientras tiene bien atado el liderazgo y sus rivales todavía no han desembarcado. Los Xeon Scalable deberían servir de fundamento básico para la próxima generación de infraestructuras cloud y para el soporte de aplicaciones de inteligencia artificial, análisis de datos, conducción autónoma, redes 5G y computación de grandes volúmenes de datos. Para ello, se han integrado aceleradores de rendimiento y gestores de discos de estado sólido, como los Optane presentados recientemente, o basados en el interfaz PCIe. Por otra parte, se han diseñado para optimizar la ampliación y despliegue de centros de datos y minimizar la interrupción del servicio al cambiar los discos.
Como queda dicho, los Xeon son el producto central del Data Center Group, cuya facturación ha crecido a ritmo sostenible con los años, dando altos márgenes de beneficio hasta que, en el pasado trimestre, llegaron a representar el 28% de los ingresos de Intel y cerca de la mitad de todo el margen operativo de la compañía. El mérito de este crecimiento recae en gran parte en Diane Bryant, que ha liderado el DCG desde 2012.
Por esta razón, ha sorprendido el anuncio del 3 de mayo: Bryant se toma una excedencia de seis a ocho meses por motivos familiares. El mando sobre el DCG pasara a manos de Navin Shenoy, que era el director general del CCG. Según Krzanich, no era aconsejable dejar sin cubrir el puesto de Bryant, por lo que al reintegrarse le será confiada otra responsabilidad. De hecho, Shenoy no es un suplente, pero no tiene el predicamento que se le reconocía a Diane Bryant. Como director general del CCG, le reemplaza Gregory Bryant [sin parentesco con Diane] quien precisamente hará su debut escénico con la ponencia inaugural de Computex dentro de diez días en Taiwan.
Para Intel, la competitividad de los Xeon es crucial, tanto por los ingresos que aportan como por los márgenes de beneficio del grupo en el que se encuadran. Durante los años en los que Diane Bryant ha estado al frente, el DCG ha pasado de estar casi exclusivamente centrado en servidores a abarcar también soluciones de red y almacenamiento de datos para todos los segmentos de usuarios finales, con múltiples líneas de negocio que desbordan las categorías de finales de la década pasada.
El reto más importante será, sin embargo, el papel que se reserva a los nuevos Xeon como puntas de lanza contra los procesadores gráficos que se han abierto camino en los centros de datos. La clave del éxito de estos radica en la velocidad de análisis de imágenes, comparados con los procesadores tradicionales, como sucesivas generaciones de Xeon.
Para hacer frente a los procesadores gráficos especializados, cuya mayor amenaza está representada por los de Nvidia, pero también a la remozada línea de AMD, Intel ha incluído en los Scalable prestaciones de inteligencia artificial procedentes de su adquisición de Nervana y de los chips programables de Altera, dos adquisiciones de 2016. También incluye innovaciones en fotónica de silicio.
Los cambios que se van a producir a lo largo de los próximos años en la estructura y funcionamiento de los centros de datos, y en las aplicaciones, están en la base de giro en el desarollo de los Xeon. Estos no dejarán de ser un producto potente y fiable, pero asumirán el liderazgo tecnológico en la fase industrial de Intel, acabando con la primacía histórica de los chips para ordenadores.
En la presentación de los resultados del primer trimestre, el nuevo CFO, Robert Swan, confirmó a los analistas que la secuencia de introducción de procesos de fabricación pasa por que el DCG suceda con poca diferencia de tiempo al CCG en la tecnología de 10 nanómetros y será el primero en adoptar la de 7 nanómetros en la fase siguiente. Para que esto resulte posible, debería haber una nueva generación de Xeon Scalable cada medio año como poco, mientras los Core mantendrían su ritmo habitual de aparición, con ciclos de nueve meses a un año.
Con la evolución de la densidad en nanómetros ocurre un poco lo mismo que con el número de transistores, fetiche de la llamada ley de Moore: en realidad, ambas son sólo una de las muchas variables que determinan la competitividad y rentabilidad de un producto, distintivas con respecto a otras marcas [ahora mismo, los expertos debaten apasionadamente si 10 nanómetros quieren decir lo mismo para Intel que para Samsung, por ejemplo]. El DCG necesitará, además, aplicaciones rompedoras en los Xeon Scalable. Es otra historia por escribir.
[informe de Lluís Alonso]