6/07/2021

IBM nunca deja de sorprender (para mal)

No ha sido una buena idea el intento de escabullir la salida de Jim Whitehurst, número dos de IBM, dentro de un paquete de sustituciones de directivos. Ni tampoco anunciarla en las horas previas al largo fin de semana del 4 de Julio. Nadie se ha llamado a engaño, menos que nadie los inversores: la acción de IBM cayó un 4,6% antes del cierre de la sesión del viernes, ya se verá con qué humor se levanta hoy Wall Street. No se ha dicho, qué va, si el final de la presidencia de Whitehurst ha sido voluntario, pactado o forzado, pero en cualquier hipótesis ha causado desazón entre quienes creían que no había fisuras entre él y el CEO, Arvind Krishna, que compartían una misma estrategia.

Jim Whitehurst

Esta semana se cumplirán dos años del día en que se hizo efectiva la compra de Red Hat por IBM al precio de 34.000 millones de dólares. Gina Rometty apuraba el final de su mandato al frente de IBM, cuando la complicidad entre Krishna y Whitehurst le sirvió en bandeja de plata una transacción que iba a salvar la honra de una presidencia desastrosa. Luego, cuando Krishna fue escogido como nuevo CEO, este llamó a su lado a Whitehurst, un advenedizo seis años más joven, dando a entender que llegado el momento sería su heredero.

Aquella fue una suposición apresurada, porque la coexistencia ha durado catorce meses. Asumiendo que entre ambos directivos haya habido discrepancias estratégicas que se desconocen, el consejo las ha zanjado en favor de Krishna, quien encarna la línea de renovación desde dentro, en perjuicio de alguien que públicamente defendía la transformación de la cultura corporativa en base a sus conocidas tesis sobre las organizaciones abiertas. Lo demás, es secreto del sumario.

Si acaso sirviera como indicio, el informe preceptivo a los accionistas informa que Rometty se ha marchado con una recompensa de 21 millones de dólares (más un contrato a razón de 20.000 dólares por día de consulta y otras prebendas habituales) y Krishna, en su primer año como CEO, se ha hecho acreedor a 17 millones de dólares de compensaciones totales. Viene a cuento mencionarlo aquí porque el empleado mejor pagado de IBM ha sido Whitehurst, con 27 millones de dólares. Y que su marcha coincide con la fecha límite que le da derecho a una prima de retención por 6 millones adicionales.

Pelillos a la mar. Hasta ahora, la integración de Red Hat dentro de IBM ha dado la impresión de ser modélica: su software – especialmente OpenShift – se ha convertido en un componente central de la estrategia de nube híbrida del empequeñecido o gigante azul, contribuyendo a salvar su cuenta de resultados. Con cuatro trimestres consecutivos de 2020 con ingresos en declive a sus espaldas, el dúo Krishna-Whitehurst consiguió enderezar las cuentas del primero de 2021, cerrado con otro retroceso manejable (-2%) pero con la satisfacción de informar que el negocio cloud ha progresado un 18%.

Este porcentaje es llamativo. IBM ha tenido el tino de preservar la autonomía funcional de Red Hat poniendo a su frente a Paul Cormier, quien ha trabajado doce años a las órdenes de Whitehurst. En una estructura de reporte manifiestamente confusa, IBM no desglosa las cifras de Red Hat [las últimas como empresa independiente arrojaron 3.400 millones de facturación]. Por esto sorprendió que, durante la presentación de abril, el CFO James Kavanaugh creyera oportuno revelar que “una vez normalizados a efectos de comparación” los ingresos de Red Hat han crecido un 17% entre enero y marzo. Vaya por delante que la aclaración resultó tranquilizadora para los accionistas: hasta el bajón del viernes, la cotización  había subido un 18% en lo que va de año.

Quizá las cuentas del segundo trimestre, que se publicarán el lunes 19, aclaren mejor el panorama, pero ya puede Krishna prepararse para una lluvia de preguntas que le caerá. La reacción inmediata de observadores y analistas ha sido un lamento colectivo. El prolífico Dave Vellante ha recuperado un texto antiguo en el que comentaba la adquisición: “si IBM asimila la cultura de Red Hat, tendrá cartas de triunfo; de ocurrir lo contrario, no se librará de sus problemas habituales”.

El tiempo que Whitehurst ha ejercido como presidente ha sido positivo para IBM: el año fiscal 2020 los ingresos del negocio cloud (donde su influencia ha sido notoria) han subido un 19% hasta 25.100 millones de dólares. Algo tanto o más importante está a punto de cambiar en IBM tras la decisión de segregar ordenadamente la antigua división Global Technology Services, que a partir de finales de este año se independizará con el nombre de Kyndryl.

En la estrategia de Krishna, el achicamiento de la compañía pierde importancia ante las ventajas de aliviar la carga constante de una línea de negocio anquilosada. Pretende ser contrapeso a la modernización de IBM que recae en la integración de Red Hat. Por esto mismo es más inesperada la salida de Jim Whitehurst.


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