31/01/2025

Huawei saca pecho, por lo que pueda venir

Meng Wanzhou (en la foto), hija del fundador de Huawei, Ren Zhengfei, es tratada como una heroína en China: entre diciembre de 2018 y septiembre de 2021 estuvo bajo arresto domiciliario en Vancouver en cumplimiento de una demanda de extradición de Estados Unidos. Donald Trump, en su primer mandato, no tenía quejas contra el gobierno canadiense de Justin Trudeau. Actualmente, Wanzhou (1952) ocupa una de las presidencias rotativas de la compañía, de la que es directora financiera. En su mensaje final de 2004, ha presumido de que “en los últimos seis años hemos hecho un milagro tras otro, logramos hacer posible lo imposible”. Todo uu desafío a Trump, que 20 días después retornaría a la Casa Blanca.

Meng Wanzhou

Pese a los esfuerzos de Trump 1.0, corregidos y aumentados por Joe Biden, Estados Unidos no ha conseguido descabalgar a Huawei de la escena mundial como líder de la industria de telecomunicaciones;  por no poder, n siquiera ha podido reemplazar todos los equipos de red en funcionamiento en operadores locales y que, presuntamente, le pagan (o le deben) los royalties  correspondientes. Hay un programa del gobierno federal que subvenciona su desmonte y reemplazo.

Lo más duro es que, en lugar de derrumbarse, Huawei aparenta haberse fortalecido y la prueba de ello no son los discursos de la señora Wazhou sino que ha recuperado el liderazgo en el muy competitivo mercado chino de smartphones durante el pasado trimestre, para gran decepción de Apple. Y, por si fuera poco, sigue imbatible dominando el mercado mundial de equipos de red – su principal negocio –   a pesar de estar vetada en Estados Unidos y en buena parte de Europa.

Ha entrado con fuerza en otros sectores tecnológicamente estratégicos como las plataformas para coches eléctricos, los datos en la nube y los sistemas de eficiencia energética, aprovechando la palanca que le ofrecen el mercado chino, los países vecinos y lo que ha dado en llamarse Global South, todo ello lubricado por las subvenciones gubernamentales y tratos de favor (probablemente encubiertos).

Puede decirse sin mucho riesgo que Huawei es ahora independiente de los suministros de componentes estadounidenses y, en esta medida, , inmune a las órdenes ejecutivas de Trump 2.0. Para la furia desatada del presidente, la evolución de Huawei en los próximos cuatro años será una prueba de fuego sobre la viabilidad de sus promesas – y las de Biden – de mantener la tecnología china al ralentí, especialmente en el dominio de los semiconductores. Si Huawei continuara expandiéndose a su aire o, por el contrario, se replegase al mercado interior, Trump podría verse desautorizado o reforzado en su batalla económica contra China. Desde luego, Xi Jinping no se lo pondrá fácil y empleará los recursos a su alcance para que Huawei sea el estandarte de la tecnología china en el mundo.

Cuando, en 2018, Estados Unidos acusó a Huawei de practicar el espionaje valiéndose de sus productos de infraestructura, el siguiente paso fue obligar al fabricante taiwanés TSMC a no suministrarle chips para sus smartphones.  Pareció que la compañía estaba a punto de hundirse, sensación que creció con la pandemia pero resultó una percepción falsa. Ciertamente, el mercado de smartphones pasó a ser residual para la compañía, al punto que prefirió ceder los activos de su segunda marca, Honor, a otra empresa china creada a tal efecto, también radicada en Shenzen.

Gracias a este subterfugio, Honor pudo seguir adquiriendo semiconductores a proveedores estadounidenses como Qualcomm e incluir en sus dispositivos el sistema operativo Android, cuyo uso Google había prohibido a Huawei siguiendo indicaciones de Washington. Con el tiempo, Honor fue recuperando parte de las ventas de smartphones perdidas por Huawei, aunque los más beneficiados fueron otros fabricantes chinos antes marginales (Xiaomi, Oppo y Vivo). Samsung tuvo que retirarse de ese mercado, el más grande, mientras Apple crecía cada vez menos. En 2024, el paisaje ha cambiado: tanto Apple como Oppo han perdido más del 10% de cuota, mientras Huawei crecía el 36,4%.

Este ascenso vertiginoso puede parecer anecdótico porque, al fin de cuentas, los smartphones aportan mucha facturación y poco beneficio a las marcas, a  excepción de Apple. Sin embargo, demuestra la capacidad de recuperación de Huawei  y le permite competir en la gama alta, con la consiguiente mejora de reputación. Recientemente, ha renovado su propio sistema operativo, Harmony OS Next, y los chips son diseñados por su filial HiSilicon y fabricados enteramente en China, lo que da alas al fervor nacionalista.

La verdad es que Huawei siempre ha sido muy parca al dar cifras de sus resultados, aunque insista en que son auditados por KPMG. Pero, como no cotiza en bolsa y la mayoría de sus empleados son accionistas, no tiene por qué dar explicaciones que nadie le pedirá. El mismo día del mensaje de la señora Wanzhou, la compañía anunció que las ventas del ejercicio habían superado los 700.000 millones de yuanes (99.000 millones de dólares), un 9% más que el precedente. Aunque aún lejos del pico de 2020, la directora financiera se jactó de haber “roto el cerco” y “controlado la tormenta”. En la rueda de prensa, más que estos números, se destacaron proezas de ingeniería en sistemas de disipación de calor, nuevas fuentes de energía, transmisión de datos a alta velocidad y, por supuesto, la fiabilidad de los chips propios.

Como síntoma, en el próximo Mobile World Congress de Barcelona – a partir del 3 de marzo – Huawei volverá a apabullar con la mayor superficie contratada de la feria, a gran distancia de Ericsson y Nokia, de la coreana Samsung y de la china ZTE.

Se calcula que cerca de la mitad de las redes globales de telecos son de Huawei. Por supuesto, es la influencia del tamaño del mercado chino, que no ha dudado en ser el primero en dar el salto en adoptar el nuevo estándar denominado 5G Advanced, aunque Huawei insiste  en llamarlo 5,5G a imitación de lo que ocurrió con el salto de 4G a 4,5G.

En el mercado europeo de telecomunicaciones, se estima que Huawei retiene el 30% del total. Y que retendrá la gran mayoría hasta el 2029 como mínimo, por la sencilla razón de que las redes 5G se basan en las precedentes 4G pero con software actualizado del mismo fabricante. Hasta que las redes europeas sean todas autónomas (5G SA o 5G Advanced) la dependencia de los suministradores anteriores continuará,  a menos que se quiera desguazar lo existente y reemplazarlo por equipos nuevos, un disparate económico. Incluso en Reino Unido continúa presente Huawei, sin prisa por cumplir el mandato gubernamental de retirarlas antes de 2027.

En fin, no parece que Huawei esté demasiado preocupada por las decisiones que puedan tomar en el futuro la administración Trump o la Comisión Europea. Más bien está centrada en dotarse de tecnología propia para ser muy fuerte en su propio país y expandirse por el sudeste asiático, Asia Central y Oriente Medio, Sudamérica y África, a ser posible también en India. Estados Unidos y Europa acabarán por ser minoritarios, este es su razonamiento.

Para curarse en salud, Huawei no para de registrar patentes. El año pasado, fue la compañía  que más creció en número de patentes en Estados Unidos. Un área que habrá que seguir de cerca es el progreso real de China en diseño y fabricación de semiconductores, porque de ello depende que Huawei se asegure un suministro regular y fiable de chips hechos totalmente en China. La compañía ya hace todo lo que puede para que así sea, invirtiendo dinero y asesorando a startups y fabricantes chinos y desarrollando software asociado. China – no sólo Huawei – también está comprando todo el material de fabricación de segunda mano que encuentra y que, aunque no sea el último grito, aun tiene muchas aplicaciones.

Hay, o dicen que se dice que hay, señales precursoras de que la segunda presidencia de Trump – pese a la retórica inicial – podría no ser tan belicosa como se preveía. Al menos no parece tan obsesionado con los chips como lo estaba Biden, quizá porque así se lo han soplado sus fervorosos amigos. No son palabras huecas las advertencias de que dejar de vender chips – y equipos para fabricarlos – a China sería muy perjudicial para la industria tecnológica estadounidense. Ya se verá, en una presidencia que nace caótica.

[Informe de Lluís Alonso]


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